Opinión

Dame de beber

La fe que piensa.
jueves, 12 marzo 2020

El pozo de Sicar
Vivo en las instalaciones del Colegio Loyola. Acá se va el agua diariamente. Se trata de un corte del servicio “racional”. Es decir, programado: se interrumpe a las 10.00 pm, y regresa para las 6.00 am. En ocasiones, no corro con tan buena suerte y me veo en un desierto de días, haciendo milagros para garantizar el precioso líquido en mi vida. Empiezo mi aporte semanal con esta anécdota personal, pues es lo primero que se me vino a la mente apenas terminé de orar con las lecturas del Tercer Domingo de Cuaresma.

Jesús está de paso por Sicar, un poblado de la región de Samaria. Abochornado por el sol cenital, se recuesta cerca del pozo del manantial de Jacob. Está solo, pues los discípulos fueron por alimentos. Llega entonces una mujer a sacar agua del pozo, y el Señor le pide agua. A partir de esa solicitud de Jesucristo, se entabla entre ambos una conversación que gira precisamente alrededor del agua. Como suele sucedernos también a nosotros, el diálogo iniciado entre Jesús y la samaritana llegó a unas profundidades mayores que las del pozo de Sicar.

Dos necesitados de agua
Esos son Jesús y la mujer. Ambos están allí por el agua; pero no solo. De la conversación iniciada por el Maestro, esta mujer necesitada de agua habla casi exclusivamente de sus impedimentos, poniendo de relieve lo que separa en lugar de lo que amalgama. Hay diferencias materiales (Jesús no tiene cómo sacar agua), de género (como siendo hombre, se dirige a ella que es mujer), religiosas (entre samaritanos y judíos hay una discusión teológica sobre la adoración al verdadero Dios, lo cual desemboca en un apartheid social), raciales (los judíos se distinguen de los samaritanos) y grupales (los discípulos, al ver a Jesús conversando con la mujer, se comportan como un ghetto en lugar de una comunidad abierta). Finalmente, la mujer pone sobre la mesa su “insolvencia moral” (ha tenido seis maridos), en términos de un muro que la separe de Jesucristo…; nada de esto representan impedimentos de peso que Jesús no pueda superar. Todo tiene una respuesta.

Vías de solución
Las bondades de este pasaje en tiempos cuaresmales es que representa una certera invitación a mantener la actitud de diálogo, no obstante las evidentes diferencias (claro está, siempre que hay disposición honesta para ello, y no estemos ante burdas estrategias dilatorias). Se dialoga con la verdad como condición “sine qua non”: hay que decir la verdad, a pesar de lo doloroso que ésta pueda llegar a ser. Actuar de este modo, nos lleva reconocer las cosas, llamarlas por su nombre. Hecho este camino—cuaresmal—el resultado final es la adoración de la persona de Cristo, y su posterior anuncio.

Otro nivel
El texto habla de agua (y nosotros de la necesidad que tenemos de ella). Pero quiere llevarnos a otro plano: Jesús es el agua que sacia nuestra sed más profunda. El texto no dice si las necesidades se cubrieron, pero la adhesión al Señor es explícita, dada la experiencia directa de Él que tiene la mujer.

 

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