Opinión

Cuento: El sombrero pelo e’ guama del llanero sin nombre

Quería aprovechar la visita a Barinas, sobre todo en estas fiestas, para sentirse quizás como el vaquero John Wayne, su preferido, entre otros como Clint Eastwood, Gary Cooper, Charles Bronson, Burt Lancaster y pare de contar.
miércoles, 15 septiembre 2021

A veces a las personas ocurre que no les importa cuán pequeña o sin valor tienen las cosas que ansían, no les importa la altura de esa ambición, ella les ciega e incita a alcanzar el Arcoíris, lamentablemente al final se dan cuenta que en la medida que avanzan retroceden. (W.T. Burke). “A veces quien todo lo quiere todo lo pierde”.

Era una tarde de domingo, últimos días de diciembre, con un sol a media luz, con algunas nubes grisáceas que acompañaban el andar alegre de cuatro personas vía la Avenida San Silvestre. Algo de calor.

A punto de cumplir los dos años de vida la bella niña, Marianita, sentada en su cochecito recién comprado, parecía una princesita de Walt Disney en su carruaje de caballos, guiado por su papá Amílcar, quien con sus risotadas daba esa sensación fiestera al paseo.

– Ah, que feliz me siento.- Y tal cual, barinés de pura cepa, gritó: – Dan ganas de cantar – y arrancó: – “♬ ♬ ♪ … Linda Barinas tierra llanera. Caminos de palma y sol…. ♪. ♬ ♬ ♬” – Y alzando la voz y sus brazos, con su mirada fija hacia arriba, gritaba: – ¡Ay, Eneas Perdomo, ¡cuánto te debemos!-

Martha, la mamá de Marianita se quedó en casa indispuesta. Los abuelos maternos, de visita decembrina por Barinas, iban también muy entusiastas, Priscila y Nemesio, sus nombres. Por cierto, ella caraqueña y él maracucho, pero con muchísimos años en la capital del país.

Todos caminaban con satisfacción, con muchísimas ganas de llegar, ver y disfrutar los entretenimientos que ofrecían en las fiestas patronales del momento en la ciudad de Barinas, eran las Fiestas anuales de la parroquia “San Silvestre”, municipio Barinas: música con el “seis por derecho”, la “quirpa”, el “zumba que zumba”, los joropos, pasajes, concursos, campeonatos y juegos tales como el “palo encebado”, “cochino encebado”, “huevo en cuchara”, carreras de caballo y “carreras en saco”, y obviamente, no podían faltar los “Toros Coleados”, la carne a la brasa, en especial la de cabrito, y el arroz con conejo, las arepas con queso “duro llanero” y otras ricuras que satisfacen el paladar de propios y extraños. Toda una gama de tradición que se presume desde sus inicios históricamente surgió en el siglo XVII cuando el llanero al culminar sus labores buscaba una forma de recreación.

Días antes, todo era preparativos. Preguntas van y preguntas vienen: -¿Qué ropita comprarle a Marianita?, ¿Sombrero o gorra?- Insistía, con cierto interés el abuelo Nemesio: – ¿Y, los adultos cómo vamos vestidos?; ¿Qué llevamos, agua, comida, refrescos, ron?, ¿Nos vamos en carro o a píe?- Bueno. Y otras cosas más…. ¡La abuela compró unas botas de goma y al final no las usó! El abuelo, compró un sombrero, evidentemente para mujer, se lo puso Priscila. Él aspiraba ponerse sólo por “echonería” un sombrero “Pelo e´ Guama llanero”, pero eso sí: negro. ¡Al final, no lo consiguió!.

Ello le hizo repetir una sensación, un ahogo o desazón, últimamente muy repetida cuando estaba molesto. Amílcar, con una camisa a cuadros, blue jeans y una gorra. – Tranquilo – le dijo al abuelo en son de chanza: – ¿Qué pasó Nemesio?- Pasándole un brazo por los hombros – No se ponga bravo jefe. Eso no es “aposta”. “Un solo palo no hace lea”. Y, sonreía.
Y, Nemesio decía con cierto desgano, mordazmente, expresaba – Otro día será, que tendré mi sombrero -.Él pensó y soñó mucho en adquirir un sobrero negro, un sombrero identificado con un verdadero Cowboy de aquellas películas de Hollywood de los años 60 o 70 que disfrutó en sus años mozos, en su Maracaibo.

Quería aprovechar la visita a Barinas, sobre todo en estas fiestas, para sentirse quizás como el vaquero John Wayne, su preferido, entre otros como Clint Eastwood, Gary Cooper, Charles Bronson, Burt Lancaster y pare de contar. Fantasías, sueños, que al final de sus días sentía que se le estaban yendo como “agua entre los dedos” .

Realmente el abuelo en una escala del 1 al 10, sus ansias, sus deseos, su ambición por usar un sombrero Pelo e ‘Guama era seguramente 11 o 12. Lo malo de esa conducta es que eso se repite en muchos políticos venezolanos de la actualidad. Tanto los del régimen chavista como los de la denominada “oposición”, en que sus ambiciones de poder han sido tan desproporcionadas que los ha llevado a ambos, unos más que otros, a algo tan execrable como lo es la codicia y con ella otros excesos humanos indeterminados. Abraham Lincoln, en forma lapidaria nos señaló: “Casi todos podemos soportar la adversidad, pero si queréis probar el carácter de un hombre, dadle poder”.

Así pues, conversando y riendo iban Priscila y Amílcar. Nemesio un tanto meditabundo y con cierto rostro de tristeza. Todos pendientes de la “conversación” que sostenidamente llevaba Marianita, con una especie de jeringonza que les era difícil de entender. No sabían exactamente si era en inglés, español o tal vez sánscrito, sin embargo, ella hablaba, hablaba, hablaba y los demás sonreían agradados.

Marianita repetía hasta el cansancio – ¡bua, bua!. ¡Aquí, allá!, ¡Ah noooo! ¡Allá, aquí…!-

El camino hasta el lugar festivo no era tan largo, apenas si el grupo se tomó unos 20 o 45 minutos para llegar a él.

¡De pronto! Priscila gritó: – Mira, miren., un sombrero negro- señalaba hacia la verja de hierro del cerramiento de una de las urbanizaciones del camino que iban transitando.

– Y, es de Pelo e´ Guama, y parece está en buen estado- Insistía Priscila.

En efecto, colgando sobre la verja estaba un sombrero negro. Un sombrero alto y coronado de ala ancha, artículo que detalla el atavío de un llanero. Todos se quedaron estupefactos ante ese hallazgo. Sobre todo, porque conocían lo que Nemesio quería colocarse sobre su canosa cabeza para asistir al evento.

Nemesio, ante esa “aparición” tan fortuita, en principio se transfiguró y actuó cual un niño ante un juguete. Sonrisa de oreja a oreja, se abalanzó hacia la verja y sin pensarlo dos veces retiró el sombrero negro. Lo observó, lo besó detenidamente y exclamó: – ¡Se armó un limpio!- Muy alegre. Sentía que se ahogaba, hasta sufrió un mareo y tuvo que sentarse.

– ¡Este sombrero está de lo mejor! Era lo que yo quería ponerme en estos momentos, ¡Qué suerte la mía- Los miraba a todos con los labios babeados y una sonrisa de niño con juguete nuevo!

Todos los demás, inclusive la niñita dibujaba una sonrisa, casi que una mueca en Priscila, Amílcar nervioso y mirando hacia los lados, Nemesio, perplejo pero alegre ante lo ocurrido.

Sin embargo, Amílcar y Priscila, mostraban cierta incertidumbre, casi que, con desconfianza, atinaron a decir:

– Revísala de todas maneras. Uno no sabe- Y, se preguntaban, en especial Priscila –¿Quién pondría ese sombrero allí?,,

¿Por qué?, ¿Nos estarán observando?-

A todas estas interrogantes, Nemesio se colocó el sombrero, y tercamente dijo: – A mí me parece que está bueno. Quizás un poquito usado, pero no tiene mal olor ni está sucio. Aparentemente tiene una “gotíta” como de miel, es sabia del árbol que está aquí y más nada.- Y prosiguió sardónicamente – ¡Un nuevo vaquero, perdón llanero, nace hoy bajo el cielo de Barinas!. ¡Vamos, cabalguemos hacia la Feria! ¡Vamos a colear los toros!- Reía demencialmente Nemesio.

Pero, lo que al principio fue una situación que podían adjetivar como de “suerte”, de regocijo. Todo el grupo, los adultos llegaron a pensar y hacer conjeturas acerca de la aparición del “sombrero negro del llanero sin nombre”. – ¿Sería una casualidad? ¿O más bien una causalidad?- Pensaba en voz alta Priscila.

-“¿Sería que, por la insistencia de Nemesio de pensar y querer un sombrero negro de vaqueros, condujo a que ello se hizo realidad? – Dijo con un poco de asombro Amílcar –

A lo que Priscila señaló: – ¿A ustedes no les ha ocurrido y experimentado que, por ejemplo, están pensando en alguien y, al instante, esa persona nos llama por teléfono o nos la encontramos por la calle?-

– ¿Y a veces – ¿Insiste Priscila – necesitamos algo, una información determinada y de repente alguien nos regala un texto sobre el tema o descubrimos una página web que nos ofrece lo que estábamos buscando?-

-Bueno, eso ha sido estudiado científicamente- Manifestó Nemesio, con ciertas ínfulas académicas aseverando. –Ciertamente- También argumentó Amílcar: – Según psicólogos, una coincidencia temporal de dos o más sucesos relacionados entre sí de una manera no causal, pueden tener un contenido significativo que sea igual o similar. Es decir, sin relación causa y efecto, con significado para el que la experimenta.-

– Está bien, está bien, “de que vuelan, vuelan”- Señaló a carcajadas Nemesio, arreglándose más fuertemente el sombrero negro llanero: – jajajajaja, ¡Yupiii!… Lo que soy Yo ¡Ya tengo el sombrero que quería! ¡Ni de vaina lo dejo allí! ¡Ahora es mío, así llegue la mismísima Sayona vestida de blanco o el Silbón con su ridículo silbido!, ¡No me fuñan ! – Altivamente aseveró Nemesio. Su rostro denotaba cierto cansancio. Quizás agotado de tanto no perder de vista su codiciado sombrero y de mirar hacia todos lados con una angustia de pudiesen reclamárselo.

Y con esas palabras se cerraron las inquietudes disonantes, más no las del pensamiento de cada uno. Entraron a la Feria. Se complacieron de todas las atracciones, almorzaron con el calorcito que se genera en esos acontecimientos desbordados de multitud, finalmente, se regocijaron de la curiosidad y deleite de Marianita con los animalitos: chivos, conejitos, ovejas, caballos y vacas….y el ruido, la música y el olor insinuante de la carne asada.

Regresaron, por el mismo camino a casa. Pensando que pudiera ocurrir que apareciese el dueño del “sombrero negro del llanero sin nombre”. O, que hubiese un tumulto de gente y de policías……¿Esperando o buscando qué?
Nemesio lo guardó el sombrero. Dentro de un closet que semeja un cuarto, por lo grande. Y, ya acostado, antes de dormir, observaba, vigilaba más que ver en la penumbra del cuarto la sombra del sombrero negro y se preguntaba: – ¿Quién sería el dueño del sombrero negro pelo e´ guama llanero? – ¿Sería el sombrero de una persona asaltada y luego muerta?; o ¿Simplemente era el sombrero negro del vaquero John Wayne?- Estuvo Nemesio en total vigilia, no dormía.

A medianoche, Nemesio se levantó una de tantas veces a orinar. Se sentía un poco mareado, con dolor de cabeza. Pero, sin embargo, pugnaba en mirar a lo lejos, en la oscuridad buscando en el fondo del closet el azabache del “sombrero negro del llanero sin nombre”- Y, se preguntaba nuevamente:

• ¿Será que es John Wayne, y quiere le devuelva su sombrero negro?-

De allí en adelante, no pudo conciliar más el sueño. Sentía nauseas, sudaba frío, le dolía el pecho,……., hasta que amaneció (….).

Amaneció. Los gallos cantaban. Llovía mucho, llovía a cántaros. Se oyeron llantos, quejidos. Caras de asombro y dolor.

Algo extraño ocurría: a Nemesio le estaban dando la Extremaunción. Después silencio, mucho silencio, gente en silencio, mujeres rezando, frío, mucho frío, ladraban los perros del barrio. Y en el closet, al fondo, solo estaba un túnel con mucha luz, una luz muy brillante, blanca, y una sensación de paz y tranquilidad.

-La familia, su esposa e hijos notaron que el sombrero negro Pelo e´ Guama del llanero, ya no estaba, ¡Se fue!. ¡Sólo quedó un olor a puro llano y mastranto humillado!!.

En páginas de importantes diarios de Barinas, del día lunes apareció la noticia: – “Se encuentra desaparecido desde el día sábado un reconocido campeón del coleo barinés. Se teme lo peor.”

“Pocas o ninguna vez se cumple con la ambición que no sea con daño de tercero”

Miguel de Cervantes Saavedra (1547-1616)

Calgary, Canadá, septiembre 2021

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