Opinión

Cuenta la leyenda: Pueblo chiquito, infierno grande

En esta bella ciudad donde vivimos muchas personas desde hace cinco y más décadas, nadie puede ocultar nada.
sábado, 20 junio 2020

De esta manera reza el conocido refrán criollo, aduciendo que en los lugares menos poblados es donde más se conocen de inmediato los “chismes, dices y diretes” de lo acontecido en la comunidad, sea bueno o malo.

Vengo caminando con un amigo y colega, como acostumbramos en horas de la mañana y en la conversación llegamos a una conclusión muy verdadera, en esta bella ciudad donde vivimos muchas personas desde hace cinco y más décadas, nadie puede ocultar nada, es como el que se come escondido una mandarina y tiene interés en que nadie lo sepa, de la misma manera una tos o un estornudo es muy difícil ocultarlo.

Y esto es parte cuando alguien te dice: “te voy a contar algo, pero por favor no lo vayas a repetir” esto no es posible, de la manera que esa persona lo hace igualmente el interlocutor lo va a hacer, hay quienes dan esta repuesta: “si no quieres que lo repita, entonces no me digas nada” otros dicen soy una tumba pero… violada.

Recuerdo que en una ocasión que entrevisté telefónicamente al conocido periodista y cronista Oscar Yánez, de forma muy jocosa como el acostumbraba, me dijo te voy a contar un chisme caraqueño, no ha sucedido, pero… va a suceder.

Todo esto viene por que como dije antes, aquí sabemos quiénes somos los pobres, quienes son los ricos, quienes han trabajado y han logrado tener fortuna, pero también sabemos quienes llegaron hace poco tiempo y como han amasado fortunas increíbles, no pueden disimular lo obtenido, se exhiben por las calles y avenidas en lujosos vehículos, visitan lugares para compartir con sus amistades y conquistas amorosas cancelando sumas millonarias, mientras otros se conforman con estar en las adyacencias de una venta de licores departiendo y disfrutando, pero… hoy día todo esto considero que es un derroche, cuando estamos viviendo momentos muy difíciles económicamente hablando.

Señores aquí se sabe todo, quiera o no quiera, hay otros que llegaron y en una década y media se fueron a otro país, al menos fueron más disimulados, pero hay otros que lo hacen descaradamente.

En la actualidad no tenemos prensa escrita, pero… como ruedan las noticias por las redes y luego viene el eco, ¿lo sabes? ¿Te enteraste? Y como buenos ciudadanos en la mañana al levantarse lo primero que hay que hacer es buscar “el inteligente” para salir a la calle, ya, full de información.

Mis apreciados lectores, los chismosos, los nuevos ricos, los pobres, los nuevos ricos, no se sientan aludidos, los nuevas familias que han venido a formar parte de esta gran ciudad tampoco se sienta aludidos, pero estén bien claro: aquí todo se sabe estamos en una ciudad aun con pocos habitantes, muchos de ellos están de paso que vinieron a ver que encontraban, aún queda… y bastante, hay que ser más comedido, más consciente y más recatado.

En la antigua Grecia, Sócrates tenía una gran reputación de sabiduría. Un día vino alguien a encontrar al filósofo, y le dijo:
-¿Sabes lo que acabo de oír sobre tu amigo?
-un momento, respondió Sócrates- antes de que me lo cuentes, me gustaría hacerte una prueba, la de los tres tamices.
-¿Los tres tamices?
-Si continuó Sócrates- antes de contar cualquier cosa sobre los otros, es bueno tomar el tiempo de filtrar lo que se quiere decir. Los llamo el test de los tres tamices. El primer tamiz es la verdad. ¿Has comprobado si lo que me vas a decir es verdad?
-No- solo lo escuché.
Muy bien. Así que no sabes si es verdad, continuamos con el segundo tamiz, el de la bondad, lo que quiere decirme sobre mi amigo, ¿es algo bueno?
-¡ah, no! es por el contrario
-Entonces, cuestionó Sócrates- quieres contarme cosas malas acerca de él y ni siquiera estás seguro de que sean verdaderas, tal vez aun puedes pasar la prueba del tercer tamiz, el de la utilidad. ¿Es útil que yo sepa lo que me vas a decir de este amigo?
-No, en serio.
-Entonces,-concluyó Sócrates- lo que ibas a contarme no es ni cierto, ni bueno, ni útil; ¿Por qué querías decírmelo?

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