Opinión

Cuenta La Leyenda: La Guayana de Marmión

A partir de 1785 hasta 1790, un funcionario se dedicó a conocer y diagnosticar los problemas de estos territorios entrañaban para la corona; se trataba del ingeniero Miguel Marmión, gobernador para entonces de la Provincia.
sábado, 19 diciembre 2020

A pesar de la extensa costa Caribe de nuestro país y de la constante preocupación de las autoridades de la Venezuela colonial respecto a este escenario, en el cual se hacía replica de los enfrentamientos entre las naciones europeas, la atención de estos gobernantes por el resguardo de nuestras provincias no se circunscribía expresamente a esa parcela de la realidad geográfica.

Otra ruta de penetración, de las primeras en ser utilizadas por Europa para entrar a nuestra tierra firme, también fue reflejo de las relaciones entre los países del viejo continente y una posesión de angustiosa custodia para España: nos referimos específicamente a la zona de Guayana.

A partir de 1785 hasta 1790, un funcionario se dedicó a conocer y diagnosticar los problemas de estos territorios entrañaban para la corona; se trataba del ingeniero Miguel Marmión, gobernador para entonces de la Provincia.

Para el momento en que Marmión llega como funcionario ya contaba con dieciséis años de residencia en Venezuela, en los cuales, entre varios cargos, había ejercido su oficio en la fortificación de Puerto Cabello.

Durante tres años explora el laberinto fluvial entre el Río Esequibo y las riberas lejanas del Meta y el Apure, para conocer con propiedad las medidas a tomar para gobernar mejor el área, contenidas en su Descripción corográfica-mixta de la Provincia de Guayana de 1788.

De esta relación se desprenden algunos elementos para revisar la dieta guayanesa de fines de siglo XVIII, y buena parte de los problemas propios de lo alimentario que aquejaron aquella región hasta mediados del siglo XIX.

Lo primero que alerta el funcionario es la apertura y el poco control contra las invasiones, en aquella Guayana tan extensa como escasamente resguardada.

Se encontraba rodeada de holandeses por el este, en sus posesiones de Esequibo, Cayena y Demerara; hacia el sur por portugueses asentados en las estribaciones del Amazonas y Rio Negro, y finalmente por otra amenaza, la de los ingleses, siempre rondando codiciosamente la Isla de Trinidad.

Ello da pie a que mencione diferencias entre los cultivos de la provincia a su cuidado y la zona de influencia foránea. Marmión comienza su descripción asentando que el gobierno esequibo, en los alrededores del punto militar denominado Castillo Viejo poseía, al menos desde hacía medio siglo, haciendas de café, caña y “otros frutos” lo que contrasta con los rubros dilectos en el resto de Guayana, donde dos cultivos citados no se mencionan y que se plegaban a la dieta indígena predominante.

En efecto, Marmión deja clara una ingesta con predominio de la yuca, el maíz y el arroz en las zonas limítrofes con Barinas y los territorios pertenecientes a la Provincia de Caracas.

La mención al café esequibo llama poderosamente la atención en su contraste, ya que Marmión refiere un cultivo de cacao “silvestre” en San Carlos de Río Negro que, aunque en un inicio parece apuntar a un bajo consumo, luego aclara, al referirse a la totalidad de la provincia que, “no alcanzando el que se da para el abasto interior, se hace preciso traerlo de Caracas y Barinas”, ubicando, frente a frente, a holandeses tomadores de café y a guayaneses consumidores de cacao.

En su mención del Orinoco, dice que “en río lleno inundan sus derrames una extensión considerable de los llanos de Caracas y Barinas, y se navega en lanchas, piraguas y curiaras por dilatados campos de arrozales que podrían cargarse barcos de este grano y su menguante deja en seco espaciosísimas sabanas y playas”.

Respecto a estas costas fluviales, menciona otro dato importante a nivel alimentario, cuando nos dice que “por los meses de febrero, marzo, y abril, se ven cubiertas de una multitud inmensa de tortugas que brindan a estos vecinos y naturales con una abundantísima cosecha de aceite de buen gusto y de mucha utilidad y poco costo”.

Marmión también asienta que, desde la capital guayanesa hasta San Carlos de Río Negro, “la carencia de vaca en aquellos parajes, la suple, la pesca, y abundante cacería que encuentran en sus selvas”.

A pesar de contarse con estos sucedáneos proteicos, en lo alimentario se puede apreciar que, más allá de la disponibilidad de un rubro, los valores asociados a este suelen mantenerse, por lo que la obtención de carne vacuna seguía siendo prioritaria. Marmión asienta, al referirse al puerto de Güirior, que “carecen de ganado vacuno y para conseguir alguna vez carne necesitan enviar a Barceloneta, en distancia tan larga y penosa, que llega si no corrompida, de muy mala condición” y aunque calculaba unas 220 mil cabezas de ganado en la provincia, su conducción desde las misiones capuchinas a la capital resultaba costosa y difícil, y los particulares proveían hembras y becerros, poco aprovechables a efecto de carnicería, por lo que se mandaba a traer carne de los llanos de Caracas y Cumana, casi con certeza con un amplio predominio del tasajo o carne seca salada.

Este aspecto será lugar común en las quejas y reclamos guayaneses hasta entrada la Venezuela republicana.

Extraído de la revista “El Desafío de la Historia”

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