Cuenta la leyenda: Guayana es la conquista de El Dorado

Cuanta búsqueda infructuosa del país del mito de El Dorado a partir del siglo XVI, por españoles, ingleses, holandeses, franceses, para devenir posteriormente en que la desilusión desvanecía esa imagen áurea, de fabulosa riqueza para enfrentar un medio físico hostil, con aborígenes belicosos, ríos y montañas infestadas de peligros.
La empresa de esfuerzos, desvelos y sueños sucumbía ante la propia realidad. No solo en nuestro territorio los conquistadores europeos trataron de encontrar a Manoa, la ciudad del resplandeciente príncipe Dorado, sino en otras partes del Continente, como en el Perú, Quito, Nuevo Reino de Granada. De esta última surgiría la figura quijotesca de Don Antonio de Berrio tras esa ruta alucinante para conquistar y poblar Guayana.
Entre los mas empecinados buscadores de El Dorado estuvieron los belzares quienes desde Coro, en la antigua provincia de Venezuela, incursionan, unas veces hacia la región de los llanos, Jorge Spira, otras hacia el lago de Maracaibo, Ambrosio Alfinger, hasta topar uno de ellos con la sabana de Bogotá, Nicolas Federmann, con Sebastián de Belalcázar, quien bajaba del Perú y Gonzalo Jiménez de Quesada, quien sería fundador de Santa Fe de Bogotá.
Así mismo debe recordarse la tristemente célebre expedición del capitán Pedro de Ursúa por el Amazonas, el Marañón, para después de las tropelías cometidas por el Tirano Aguirre, este arriba a la costa venezolana de Margarita y después sigue a Borburata para finalizar en Barquisimeto su vida aventurera ese precursor de libertades, como se le ha reconocido.
En Guayana esta El Dorado, es decir, las riquezas que en sus itinerarios buscaron, Diego de Ordaz, Antonio de Berrio, Walther Raleigh, Pedro Malaver de Silva, Alonzo de Herrera el humanista y corsario isabelino que era Raleigh; en su primer viaje a Guayana, en 1595, en esta zona del Caroní, quedó deslumbrado por las bellezas naturales y que describiera en su famosa obra: “El Descubrimiento del Grande, Rico y Bello Imperio de Guayana” editado en Londres. No publicó el mapa que se le atribuye. Se mantuvo inédito por siglos en los archivos ingleses; se halla en British Library de Londres (antes Museo Británico).
Raleigh, en su prosa de escrutador de nuestros enigmas naturales del Caroní, refiriéndose a la espectacular caída de agua de La Llovizna, escribió: “Admiramos también diez o doce cataratas en escala como formando la torre de una iglesia y cayendo con tal furia que el re3botar de las aguas causaba la impresión de una inmensa humareda que se desprendiera de una enorme ciudad… mis compañeros ardían en curiosidad por acércanos más al horrísono cataclismo liquido”.
En la época contemporánea, un gran escritor venezolano, Mariano Picón Salas, en atinada frase, señala: vuelve a ser otro Dorado-ya no con aquellas cúpulas de oro y pórfido que coloco en sus Manoas imaginarias de Sir Walter Raleigh, sino con montañas de hierro y recursos hidroeléctricos capaces de transformar a Venezuela en una inmensa usina”.
Hasta 1770 llega el predominio de la visión doradista a inquietar a un gobernante de la Guayana colonial, a Manuel de Centurión. La expedición que organizó estuvo dirigida a encontrar la laguna de El Dorado, que figura en la antigua cartografía
Ahora el mito ha cobrado vigencia, realidad. Guayana conquista El Dorado con el trabajo y la tecnología de nuestro tiempo, las inmensas riquezas que yacen y subyacen en su territorio (hierro, bauxita, oro, diamante, caolín, etc.) son las que intuían los conquistadores.
El lago de Parima de la leyenda, se representa con el lago de Guri, que contiene las aguas del rugiente Caroní en la Represa “Raúl Leoni” para transformarse en energía y mover el desarrollo del país. El mito de El Dorado, esta aprisionado allí, podríamos decir en el símil de Pablo Ojer, en que Don Antonio e Berrio, con su bastón de mando, contemplaría solazado en ese dogma del rio por la inteligencia del hombre.
Guayana es El Dorado. Esas riquezas están hoy al servicio del país, dinamizan nuestra economía y devienen en importantes ingresos para la nación y bienestar de los hombres y mujeres que laboran en diferentes áreas de la población industrial.
Verdaderas legiones de mineros extraen de las entrañas de la tierra guayanesa, el oro, el hierro de los grandes yacimientos para procesarlos y ofertarlos en los medios de la siderurgia nacional e internacional; la hidroelectricidad, arrancada del seno de nuestros ríos, el Caroní, el ferro silicio para el mundo, la bauxita, la incipiente riqueza que aflora para acrisolarse en aluminio; el acero que se fragua para el país y el mundo.
En fin, Guayana erigiéndose con bases solidas como alternativa no petrolera nacional, con una verdadera y autentica diversificación de la economía para cubrir los requerimientos internos y exportar los excedentes.
En Guayana se sigue construyendo un nuevo país que será el producto y el esfuerzo creador, mancomunado, de todos sus habitantes, junto con las empresas básicas del Estado Venezolano que detenta la Corporación Venezolana de Guayana, como fruto también de la iniciativa privada. Es una siembra fecunda del petróleo que ofrece realizaciones y no promesas.
Evelio Lucero
luceroevelio@gmail.com
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