Opinión

Cuenta La Leyenda: Bodegas, Chozas, Pulperías

Las preguntas en esta semana se refiere a los expendios de víveres, sobre todo en los barrios, que dependiendo del lugar o estado se le aplica otro nombre.
sábado, 05 septiembre 2020

Siempre me ha gustado narrar la historia de mi vida, sin tapujos ni maquillajes, tal como fue, así lo hago saber en infinidad de entrevistas realizadas por muchos estudiantes, comunicadores sociales, locutores etc.

No escapa y en esta ocasión, ya que en la semana me motivaron a explicar qué era una bodega, se puede decir que se aplica a los lugares destinados a los lugares que bajo ciertas condiciones se almacenan y elaboran los vinos y otras bebidas alcohólicas, incluso en algunas ocasiones enterrados bajo tierras adecuadas.

Puede ser también a el lugar donde existe un gran espacio en los barcos que navegan en los ríos, mares y océanos para almacenar la carga, pero… las preguntas en esta semana se refiere a los expendios de víveres, sobre todo en los barrios, que dependiendo del lugar o estado se le aplica otro nombre, p.ej. en Maracaibo se dice Choza y si es pequeño se le dice gatico.

En Caracas se acostumbró decir pulperías o ventorrillo (lugar donde se vende de todo) pero a la final era lo mismo, al inicio me refiero en mi persona, ya que yo viví esta leyenda.

Mi madre se trasladó a Mérida a vivir cuando apenas yo tenía 3 a 4 años de edad y luego saltó el lago y fuimos a parar a Maracaibo, donde vivíamos en los Dos Caminos Parroquia Santa Lucía, recuerdo a la choza de María “La Cotua” a la “Gavilanera” propiedad de una fanática del equipo del equipo de béisbol Gavilanes, y aquí me voy con varios nombre La Confianza, La Múcura, La Maricutana, La del Gocho Luis, Abastos del Pueblo de Higinio Reyes, La Yukery la del guajiro Pedro Machado y muchos más.

En estos lugares, cualquiera de ellos se podía desayunar con un bolívar (dos panes de a locha, medio de mantequilla, medio de queso y una gaseosa) en los estantes se presentaban en tres tamaños: un cuarto de libra, media libra o una libra, ocho marcas diferentes de leche, Klim, Denia, Golden State, Nido, Reina del Campo, Upaca etc, la más costosa y grande su valor era bolívares 2.50.

El cliente tenía la facilidad de comprar por cucharadas, de igual manera vendían el azúcar, café, manteca, aceite de comer, aceite para el cabello, cereales, también expendían kerosene (en Maracaibo Gas) un litro una locha, en la cuadra donde vivíamos existían por lo menos tres chozas inmediatas, estas también expendían productos medicinales, curitas o bandas adhesivas de mercurocromo o sulfatiazol, mercurocromo líquido y yodo, alcohol, agua oxigenada, pastillas para dolores, cafenol, optalidón, aceite de ricino para purgar, emulsión de Scott, papel toalleta, y cuando mi madre me decía, con una bolsa de papel en la manos, tres reales y me ordenaba, vaya a la bodega con este papelito, me molestaba, era para comprar una caja de KOTEX, toallas femeninas mensuales.

Se conseguía de todo, la parte buena era cuando uno pedía “la ñapa”, el bodeguero para mantener cautivo su cliente (al muchachito mandadero) obsequiaba un caramelo, un cambur, una catalina, papelón con queso o bien se utilizaba el granero (eso sí que lo amarraba a uno a esa bodega) el niño en su casa buscaba un frasco, o botella, lo identificaba con su nombre, le amarraba en el pico una cabuya, pabilo, hilaza, cinta y se la entregaba al propietario de la bodega (eso lo podemos imaginar como una cuenta de ahorros) cada vez que uno realizaba la compra, decía “¡Epa!, Échame los granos” y él con toda la paciencia introducía granos en esa botella.

Los cuales eran colocados guindados en la pared frontal donde todos podíamos observar, los granos tenían diferentes valor, si era caraota negra, si era maíz o cualquier otro grano, existía un a honestidad increíble de ambas partes, cuando ese frasquito estaba lleno, pedíamos al señor contar los granos y el dedicaba tiempo al “mandadero” y el cálculo realizado y en mutuo acuerdo financiero el bodeguero preguntaba ¿quieres víveres, dulces o efectivo? Y se comenzaba otra vez el llenado del famoso frasquito; cuando definitivamente mi madre decide regresar a nuestro terruño en Caracas en el año 1959, las cosas habían cambiado, ya los europeos habían instalados Abastos, bodegones, supermercados, cafeterías.

Pero en los barrios siempre continuaban las bodegas y de igual manera, ya algo más “técnico” unos cartoncitos que cabían en el bolsillo de la camisa, tenían impresos varios números, 0,25, 0,50, un bolívar y de acuerdo a la compra el bodeguero con un sacabocado (tipo alicate) perforaba la cantidad consumida y cuando el cartón estaba totalmente agujereado venia la transacción comercial bodeguero-mandadero, han pasado los años, viví en San José, en La Vega, El Guarataro y en todos estos sitios existían las pulperías.

En el cuartel de bomberos donde trabajé por varios años teníamos una pulpería dentro del cuartel y otra en toda la esquina del frente y no me puede olvidar decir que en todas estas bodegas referidas existía “El fiao” y la honestidad presente, el bodeguero mantenía un cuaderno y los nombres de la persona a quien le otorgaba un pequeño sustento de necesidades y la persona al llegar el momento de tener el efectivo iba y cancelaba (tremenda referencia comercial).

En el año 1964, no estoy pegado a la “teta” de mi mamá me vengo a Puerto Ordaz, vivo en la Uv1 o UD1 Urb. Villa Brasil, una de las primeras bodegas fue el Apolo, la de Doña Juanita, la Cigarra, la madama en el campo A2, como también recuerdo en San Félix, la UV2 lugar donde conocí a mi amada esposa Yaselly (mujer sortaria) estaba la bodega de Don Gaspar, que la había heredado de Papa Viejo, su padre que originalmente la tuvo en los Sabanales, donde se encontraba no solamente víveres, también juego de dominó y espumantes.

La del negro Gutiérrez, la que está ubicada en la vuelta del Peo, otra que esta frente a esta, la de Mamama, hoy día en esta urbanización existen no menos de diez bodegas y algunas panaderías artesanales, ya después de realizar este recorrido me acuerdo que en Maracaibo en el Barrio 18 de octubre mi hermano mayor, Alexis, Que Dios lo tenga en la Gloria, aprovechó la cerca de nuestra residencia y un portón de hierro, montó una bodega pero solo para vender guarapos realizados con unos sobres que se encontraban en las bodegas y farmacias con diferentes sabores de frutas, predominaban las de colita.

De la misma manera para lograr algunos centavos extras, Alexis montó en el patio de casa un ring de boxeo, donde en las tardes practicaban y los fines de semana se montaba la pelea, se ponía full y la entrada económica era buena, en una ocasión me entrenaron, entré al ring y jamás pude lanzar un golpe, porque mi contendor a quienes apodábamos “el Monito” era una fiera, entró lanzando golpes y no pude esquivar ni lanzar ni uno, esa no era mi profesión, ni deporte, y para finalizar, se acabó el ring, ya que unos árboles que estaban en el patio de la casa se encaramaban los que habían pagado ring side V.I.P y fue tal la cantidad que se montaron en esas matas de acacia que las ramas se partieron, cayendo en una cochinera que teníamos en el corral, salieron mordidos, golpeados y los cochino descarriados, llegó Doña Jacinta de Lucero (mi madre y clausuró el cuadrilátero) que recuerdos tan bellos, los que sigo disfrutando a través del tiempo y me encanta compartir.

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