Opinión

Ciudad Guayana y la basura

"Tan extrema es esta situación, que los zamuros se convirtieron en nuestras nuevas aves de corral".
jueves, 15 octubre 2020

Sin duda, Ciudad Guayana fue una de las ciudades con más brillo y limpias de Venezuela. Esta distinción la compartía, en esa época, con otras muy atractivas capitales de estado, como Maturín, Barquisimeto y Mérida.

Este capítulo de nuestra historia, se escribió por los años 1985-1998 y estoy seguro que en determinado momento, algún periodista travieso, debió titular su columna con un: “Ciudad Guayana, una de las cuatro ciudades más pulcra de Venezuela”.

Hoy, con mucha indignación y vergüenza, tenemos que decir que probablemente no hay en el país, una ciudad tan abandonada y huérfana, como Ciudad Guayana.

Tan extrema es esta situación, que los zamuros se convirtieron en nuestras nuevas aves de corral y sus ciudadanos, en actores de reparto, testigos y cómplices del gran vertedero en que la convertimos.

Todos hemos visto alguna vez, imágenes de “basureros” a cielo abierto, con cientos de aves carroñeras revoloteando y decenas de personas, hurgando en esas pilas, ambos, compitiendo por el mismo objetivo: migajas para el diario sustento.

Desafortunadamente, la visión de esa infrahumana actividad laboral es demasiada frecuente, no solo en la República de Uganda o en la de Namibia, sino  también en la República Bolivariana de Venezuela.

¿Cómo recolectar y disponer correctamente de los desechos sólidos o basura?  Veamos en primer lugar, cual es la  diferencias entre  desecho y residuo.

Para los ecologistas, residuo, es la concha  del cambur, pues puede convertirse en abono. También, los restos de verduras, envases, ropa vieja, etc; mientras que los desechos no pueden ser rehusado, como ocurre con ciertos elementos químicos tóxicos, que, además, requieren un método especializado para su disposición.

Así pues que todo lo sobrante que se deriva de la actividad que regularmente desarrollan los seres humanos, o son residuos o son desechos. Estos, por lo general, siempre  provienen de la actividad doméstica, comercial, industrial, de la construcción, o de la agricultura.

Los desechos o residuos se clasifican en orgánicos, inorgánicos, reciclables, no reciclables y tóxicos o peligrosos.

Los orgánicos son aquellos que provienen de la flora o de la fauna y son propensos a la  descomposición por efecto de la acción de los microorganismos. Por ejemplo, los vegetales, frutas, restos de comida, papel, cartón.

Los inorgánicos son la chatarra, el vidrio, plásticos, que podrían ser objeto de reciclaje y por tanto,  incorporados como materia prima o insumo, a un nuevo producto.

Las etapas del reciclaje son: generación, separación, transporte y reincorporación al proceso de producción y tiene un efecto positivo en  el medio ambiente.

De hecho, también ha resultado ser una actividad muy lucrativa.

Todo proceso de disposición de  basura, debe, en primer término, ser recolectados con la regularidad del caso. Luego, transportado en unidades acondicionadas para tal fin, como camiones compactadores, quienes a su vez, la deposita en grandes tolvas; las cuales verten su contenido a una correa transportadora, a lo largo de la cual, tiene lugar la selección.

Este proceso podrá hacerse manualmente o con la ayuda de algún dispositivo. Cada uno de estos elementos seleccionados (vidrio, papel, plástico o desecho orgánico), será objeto de algún tipo de proceso en particular, para que a su vez, este pueda ser reutilizado, incorporándolo a la cadena productiva respectiva.

De todos los productos reciclables, los más complicados son los lubricantes, por los aditivos que forman parte de él. En el caso de los cauchos, requieren procesos particulares dependiendo de su utilización final y los plásticos por la variedad de los mismos.

Es muy importante reciclar los residuos orgánicos, bien sea convirtiéndolos en subproductos alimenticios para animales, o en  abono.

La lombricultura es un excelente método para ello, pues su producto, el humus, contribuye a enriquecer los suelos, y a su vez, genera una importante fuente de proteína, como es la lombriz.

Por el contrario, si estos desechos orgánicos fueren depositados en un vertedero, producirían gas metano (biogas), dióxido de carbono (CO2) y otros gases, con lo cual contribuiríamos aún más, a contaminar el aire.

Como alternativa al proceso de reciclaje, debe contemplarse el vertedero, y de estos hay dos tipos: el vertedero controlado, llamado también relleno sanitario, el cual es el más utilizado, y el vertedero no controlado.

Este último, es un sistema altamente indeseable, por el muy elevado grado de contaminación del aire y de las aguas; es también potencialmente muy dañino para la salud del ser humano, por la cantidad de plagas que genera, incluida la de los roedores.

Para construir un relleno sanitario o vertedero controlado, se debe estudiar su ubicación. Normalmente se utilizan zanjas naturales o artificiales, debidamente impermeabilizadas (suelo), se  establece un sistema de lixiviados; un sistema de control de aguas de escorrentías y un sistema de gestión para el biogas, con chimeneas de desgasificación.

En este tipo de vertedero no podrá colocarse residuos como lubricantes, ni líquidos  corrosivos, o inflamables, entre otros. Tampoco acepta neumáticos, ni residuos infecciosos, residuos radiactivos, ganaderos o producto de demoliciones o biosanitarios. Su destino final será convertirlo en un parque o un pequeño bosque.

La incineración, por su padre, es utilizada como método para eliminación de ciertos residuos o desechos en  hospitales para quemar los restos biológicos. Para otros fines, debe ser administrado con prudencia, pues también puede convertirse en fuente de contaminación ambiental.

La recolección, transporte, selección y disposición de la basura, requiere un marco normativo actualizado a la realidad hemisférica.

Por ello, es necesario revisar la ley vigente a objeto de actualizarla y aplicarla a sus distintos niveles: nacional, para la actualización de las  políticas y estrategias, asistencia financiera y asistencia técnica; estadal, con responsabilidades similares; y municipal, porque es aquí donde descansa todo este andamiaje legal y se impone la mayor de las responsabilidades, que es hacer funcionar todo el sistema operativo.

La municipalidad es la principal y única ejecutora de estas políticas y estrategias. Por tanto, para hacer realidad este objetivo de contribuir con el medio ambiente, el municipio requiere supervisión permanente y la obtención de la asistencia financiera y técnica, razonable y periódica del organismo rector correspondiente, para así, zonificar, escoger a los prestadores de servicios, aplicar tarifas, construir las infraestructuras necesarias,  adquirir y mantener los equipos requeridos para estas actividades, etc.

Sin embargo, lo más importante que todo municipio debe hacer, es crear la “cultura de la limpieza” o de “preservación del medio ambiente”,  con eslogans típicos que digan: “Más vale no ensuciar que limpiar”, o “Si hoy no preservemos el medio ambiente, mañana, no habrá futuro”.

Esta actividad consistirá en desarrollar y aplicar vastos programas de educación y publicidad, para despertar la conciencia colectiva sobre pulcritud, higiene y preservación de nuestro medio; también deberá establecerse políticas de premios y normas para la aplicación de estrictas sanciones, a todos aquellos que burlen la ley.

Nuestra realidad: El Gobierno nacional, en pocas ocasiones, cumplió su función de aplicar las políticas existentes y mucho menos, de ofrecer asistencia financiera amplia y ayuda técnica efectiva, para realizar gestión alguna, relacionada con la disposición de residuos o desechos.

Por lo general, los ayuntamientos prestan este servicio en función de los recursos financieros disponibles, y de la cultura y valores, tal como ellos las entienden.

Salvo contadas excepciones, como el caso de Caracas, (La Bonanza) y Valencia, (La Piragüita) o de  Ciudad Guayana, cuando Leopoldo Sucre Figarella fue presidente de la Corporación Venezolana de Guayana, en el país jamás se formalizó plan alguno para el tratamiento de la basura.

Por el contrario, en toda la geografía nacional se siguió, y aún persiste la peor de las opciones, el primitivo e insalubre patrón de vertederos no controlado.

Ciudad Guayana mantuvo por muchos años, el vertedero Cambalache. Allí se observaba las nubes de zamuros compitiendo con decenas de nuestros compatriotas, entre los cuales prevalecían las mujeres y niños, todos desprotegidos y con un denominador común: “Hambre”.

En algún momento, se “clausuró” este  vertedero de Cambalache y se abrieron otros tantos, con sus mismas estructuras y defectos, generando una especie de efecto multiplicador  de los mismos daños ambientales e igual estado de miseria humana.

Es inconcebible que un país que siempre tuvo enormes ingresos por efectos de la renta petrolera, nunca fue protector del medio ambiente, salvo por algunos casos aislados.

El irrespeto del Estado, de sus instituciones y el de los ciudadanos en general, hacia el medio ambiente, ha sido mayúsculo. El municipio Caroní nunca creó una cultura ambientalista y por tanto, nunca hizo campaña para preservar un medio ambiente limpio.

Tampoco se ocupó esta alcaldía, de construir la infraestructura de un vertedero controlado, o de instalaciones para el reciclaje.

Por otro lado, casi siempre tuvimos severas carencias en materia de camiones compactadores y salvo por el período en que el aseo urbano fue prestado por una contratista de la CVG, jamás tuvimos barredora.

Si Ciudad Guayana no ha padecido epidemia seria alguna, es por pura suerte, porque la basura desborda nuestras calles y avenidas y nuestros únicos benefactores, aunque parezca risible, son nuestros amigos los zamuros, consumidores de la carroña.

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