Opinión

Ciudad Guayana, desde mi bitácora

Estás, por falta de objetivos concretos, cedieron a la miopía de políticos incapaces, a la voracidad de promotores inescrupulosos y a la avaricia de comerciantes oportunistas
jueves, 02 junio 2022

Recientemente, leí un peculiar artículo sobre los inicios de la CVG y la planificación de ese importante centro urbano, que eventualmente, habría de denominarse, Ciudad Guayana.

En el mismo, su autor abunda en detalles sobre los comienzos del desarrollo regional. Resultó ser una crítica severa a un mal comienzo.

La primera y más impactante de las preguntas que hace, es:  ¿Cómo pudo el MIT y Harvard,  planificar una ciudad “seca”, sin exuberantes parques, verdes jardines, atractivas plazas, sin lagos, ni fuentes?

¿Cómo pudo ocurrir que estando entre los dos ríos más caudalosos del país, se olvidaran de proyectar un magno acueducto?

Dicho artículo, también es crítico del rumbo urbanístico que tomó la ciudad.

Al hacer un análisis de la situación, deduciremos que el autor pensó, que más allá de construir unas pocas y grandes avenidas y el edificio de la CVG, diseñado por Jesús Tenrreiro, esta corporación faltó al no erigir los varios museos, amplios auditorium, teatros y plazas, originalmente planificados.

La CVG estaba obligada a ello, como institución creada para el desarrollo de la región, el industrial y particularmente, el humano. Lo que debió ser labor de la alta gerencia, presumimos, fue delegada a unidades subalternas, como Ingeniería, Desarrollo Humano y Bienes Raíces.

Estos departamentos por falta de objetivos precisos, cedieron a la miopía de políticos incapaces, a la voracidad de promotores inescrupulosos y a la avaricia de  comerciantes oportunistas.

A todos ellos, les faltó la magnificencia que acompañó los sueños de los fundadores de esta corporación y su ciudad, de esos que la sintieron grande, majestuosa, de trascendencia.

Luego, los terrenos aledaños sobre los cuales habría de desarrollarse y crecer una floreciente y moderna metrópolis, fueron cedidos a la municipalidad y la situación urbanística de la ciudad, empeoró.

Las nacientes autoridades municipales, cual pigmeos políticos y sociales, solo supieron responder a intereses anodinos, marginales y a veces perversos; estimularon la invasión de terrenos con fines malévolos, como por ejemplo, conseguir votos, cuotas de poder y hasta  beneficios crematísticos.

Permitieron la formación de rancherías y barrios inhumanos, desprovistos casi en su totalidad, de los servicios más elementales; esta combinación de intereses y sus resultados, terminó de emporcar el grandioso sueño.

Los dirigentes políticos nunca entendieron que la planificación urbana no cesa, particularmente en ciudades con potencial de expansión, como Ciudad Guayana; pero tan importante es esa función, como lo es igualmente, el respeto a dichos planes, cuando existen.

Hoy en día, esta urbe no es muy distinta de lo que puede ser cualquiera otra ciudad o pueblo de Venezuela, de esas que crecieron sin norte, anárquicamente; de esas que  adicionaron a sus cascos urbanos, lotes de terrenos invadidos y desordenadamente construido, e igualmente, con precarios servicios de luz, agua, aseo urbano, vialidad, hospitales, seguridad.

¿Qué faltó, qué falló? ¡Faltó grandeza! Fallamos nosotros, la gente; falló  la gerencia municipal! Una que debió ser visionaria, generosa, futurista, espléndida, consciente de su misión. En más de 60 años de vida “democrática”, nunca la tuvimos, excepto por la de los creadores originarios.

Faltó armar los grandes planes de desarrollos urbanísticos, complementarios; faltó hacer estudios demográficos, continuamente.

Aunado a esto, queda pendiente construir un acueducto acorde con los requerimientos de la población, así como un sistema de recolección y procesamiento de basura moderno, incluyendo el sistema de reciclaje.

Es una deuda establecer un eficiente sistema de transporte público, entre los cuales debió considerarse un ferrocarril o metro. Falló una inversión ordenada y equilibrada, pública y privada, al mismo tiempo que faltó educar y enseñar a la población, a hacer un racional uso de dichos servicios; faltó una adecuada gerencia pública que llevara al desarrollo.

También faltaron destrezas, pero particularmente, faltó amor por nuestra tierra, quizás por aquello de que, con contadas excepciones, los dirigentes de nuestras comunidades, fueron todos foráneos, sin arraigo y poco acordes con nuestros valores regionales.

Ha hecho falta educar a las comunidades, a cuidar los bienes y servicios y también, pagar por ellos, además de respeto por la ley.

Eso le pasó a la CVG y a nuestra Ciudad Guayana. Por eso hoy, aún tenemos ranchos (de bloques y zinc, pero ranchos al fin) por toda la ciudad, un acueducto muy deficiente y disculpen aquellos que tienen meses sin recibir gota alguna de agua, por ser tan benigno en la crítica; tenemos “robos de corriente”, aunque por muchos meses, la población entera, estuvo sin pagar este servicio, también muy mal prestado.

Todavía existen personas que no saben vivir en comunidad: botan la basura en la calle, ponen música a todo volumen, entre otros, así como también tenemos autoridades muy mal remuneradas y con vicios, lo cual presupone un alto riesgo.

En resumen, tenemos un gran zafarrancho, por no emplear otro término. Como quiera que la ley poco se cumple, al ser “agarrados en falta”, inmediatamente recurrimos al “como lo vamos a arreglar”, o al “cuanto hay para eso”.

Este es solo un ejemplo de las múltiples deformaciones sociales a las cuales nos acostumbraron y que ahora resultan muy difícil erradicar. Por esa y muchas otras razones, debemos acordar cuáles son los valores de común aceptación y enseñárselos a los más jóvenes, en el hogar y en las escuelas.

A mi juicio, es impostergable asumir conductas de sociedades modernas y desarrolladas, porque de no hacerlo, pasarán muchas  generaciones, antes de que podamos  equipararnos al primer mundo.

CE.mgarciat84@gmail.com

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