Opinión

Carta al presidente de la CVG

Ya en período de operaciones, el número total de trabajadores, alcanzó los 40.000. También fueron requeridos millones de dólares en inversión, erogación esta, realizada mayormente por el Estado.
jueves, 07 julio 2022

Ciudadano presidente de la CVG: La falta de diálogo por parte de miembros de la alta gerencia de esa corporación con sus trabajadores y con el público en general, es la razón por la cual utilizo este medio, para así plantearle inquietudes vitales sobre las Empresas Básicas, que aún, son “las empresas del pueblo”.

La CVG y sus empresas filiales, tienen su génesis en un profundo pozo de fecundos sueños; sueños de algunos ilustres venezolanos, que honrosamente, le precedieron en su cargo, y también de otros, que desde diferentes sitiales, igualmente, contribuyeron a darle majestuosidad y brillo a la que, otrora fuera la Corporación más prestigiosa de Venezuela, después de Pdvsa, la grande.

La industrialización no petrolera del país, se inició en la década de los 40, del siglo pasado. Sus pioneros y constructores, aún atrapados por esos edificantes sueños, batallaron con las vicisitudes que presentaban los distintos estudios de factibilidad y las indeterminaciones de la política.

Estos guerreros de la gerencia, fueron diligentes planificadores, grandes organizadores y probos gestores- administradores de los recursos asignados para la construcción de este Mamuth industrial; también fueron quienes supervisarían las obras, con el acompañamiento de extranjeros cargados de conocimientos y larga experiencia; hasta que, finalmente, llegó el inició de operaciones.

Gran parte de nuestros gerentes, fueron igualmente, brillantes ejecutivos de esta monumental obra, dominaron al conocimiento y adquirieron la destreza y experiencia necesaria, gracias a una gran cuota de tenacidad y empeño, ellos compartieron la heroicidad de esta gesta.

De igual manera se les debe un loable reconocimiento, a aquellos contratistas, grandes y chicos, titanes de la construcción, quienes acompañados de ese incansable y abnegados cuerpo de trabajadores y sus sindicatos, después de una larga y ardua labor, finalizaron por etapas, ese avanzado y diversificado complejo industrial.

Ya en período de operaciones, el número total de trabajadores, alcanzó los 40.000. También fueron requeridos millones de dólares en inversión, erogación esta, realizada mayormente por el Estado. Se necesitó igualmente, impartir un monto infinito de horas/hombre de entrenamiento, en diferentes centros de Venezuela y en los de otros países como Italia, Alemania, Noruega, Australia y Estados Unidos.

De todas, esta fue una de las actividades imperativas y de mayor trascendencia, en eso de hacer girar los primeros engranajes de este cluster de industrias, de este, que alguna vez fue concebido para crear a “la Venezuela Productiva, no Petrolera”, esa, que también dimos por denominar, “Empresas Básicas” y que al igual que muchas otras obras de envergadura, fueron producto de la siembra del petróleo, de esa que SÍ realizó la democracia.

En paralelo con lo industrial, también se impulsó el desarrollo social. Se construyeron urbanismos para viviendas y parques industriales, se erigieron miles de soluciones habitacionales, escuelas, liceos, universidades; calles, puentes, avenidas. alumbrado público, plantas de tratamiento para potabilizar el agua, unas y para las servidas, otras, dispensarios, módulos de salud e igualmente, grandes hospitales; también, plazas y estadios.

Quienes tuvimos el privilegio de laborar en alguna de estas compañías, experimentamos el honor y sentimos el orgullo que genera, lo que genuinamente, podemos llamar, “hacer patria”. Estas empresas, después de haber sido comisionadas o puestas en operaciones, como era lógico, continuaron reclutando personal para las sustituciones o rotación del mismo, lo entrenaban, les elaboraban planes de carrera.

Se producía energía eléctrica, aluminio, acero, etc., en algunas, con más eficiencia que en otras y se vendía el producto, cobraban, tenían su propia tesorería; compraban sus materias primas y repuestos, hacían control de calidad y se estructuraron los sistemas para el monitoreo de los costos; mantenían edificaciones y equipos y también, administraban sus recursos.

Sus trabajadores, por efectos de una transparente contratación colectiva, eran excelentemente remunerados y gozaban de las mejores prestaciones sociales que se recuerden.

Todas estas empresas, contribuían con el fisco nacional, cancelando sus impuestos y todavía quedaba, en algunas, más que en otras, una aceptable utilidad. Ellas, como es lógico en el mundo capitalista libre, se autogestionaban y también, estaban sujetas a controles, unos más estrictos que otros.

Algunos de estos controles eran:

1. El obvio autocontrol gerencial;

2. El correspondiente al ejercido por las juntas directivas correspondientes y sus comisarios, que en esencia, era también, un control de la CVG, del Fondo de Inversiones y de algún socio privado, como el caso de los japoneses en Venalum y Reynolds, en Alcasa.

3. El control de protección de planta;

4. La acción de la contraloría Interna;

5. La Contraloría General de la República;

6. La muy polémica vigilancia efectuada por los sindicatos y hasta por los partidos políticos, quienes con absoluta libertad, llevaban a la prensa, las denuncias que fueren pertinentes.

7. Quizás el más estricto de los controles, era el que llevaba el presidente de la CVG, con los presidentes de cada una de las filiales, en reuniones semanales, en las cuales se analizaban los puntos de cuentas respectivos o agendas, e igualmente, con las visitas a planta, realizadas regularmente.

En términos generales, puede decirse que estas empresas funcionaban muy bien y hubiesen podido ser más eficientes aún, de no ser por las eventuales intromisiones del gobierno, tratando de regular precios. A pesar de ello, la CVG y sus empresas, aportaban valor a la economía nacional.

Con el tiempo, la situación empeoró, pues se centralizaron en la CVG, vitales funciones gerenciales; las de contratación de ciertos “cargos de confianza”, para asignarlos a políticos o militares; ventas, cobranzas, tesorería, algunas compras y hasta ciertos cálculos de prestaciones sociales.

Esto, es obviamente, un extravío gerencial inexcusable y una forma de desnaturalizar la esencia misma de la autodeterminación de cualquier organización de este género. Es la manera mas expedita de desmoralizar a toda la fuerza laboral y destruir su cultura; es la la torpe conducta que, irremediablemente, abatiría la productividad en su totalidad, como efectivamente ocurrió.

¿Hasta dónde llegaremos con este desmembramiento físico, organizacional y moral? ¿Hasta cuándo seguiremos desnaturalizando la gestión empresarial? ¿Hasta dónde puede resistir la escuálida moral que queda?

El desarrollo, es inversión en obras, en gente, pero también es armonizar al uno con el otro, es decir, crear, mantener y mejorar la “cultura organizacional en la empresa”, y usted lo sabe. Entonces, ¿Por qué seguir permitiendo desviaciones sin sentido? ¿Por qué no volver a a esa praxis empresarial que añadía valor a la compañía, a la CVG y al país? ¿Por qué no tomar acciones drásticas, que detenga este descalabro?

Algunas de ellas, podrían ser, por ejemplo: 1. Primero: Despolitizar a las empresas; es decir, promovamos desde adentro, hasta nivel de presidente. Dejemos a los políticos en las juntas directivas; 2. racionalicemos las nóminas. Incorporemos a las empresas, sólo los trabajadores competentes y necesarios. Los demás, (excedentes) serán desincorporados y pasarán a una “Bolsa de Trabajo”, adscrita a la CVG. Cuando se requiera personal, quienes estén inscrito o pertenezcan a ella, tendrán derecho a la primera opción (esta experiencia ya la hubo).
3. Prioricemos las inversiones disponibles: Primero en energía eléctrica; sin abundante electricidad, no existe potencial industrial alguno. Luego, recuperemos el canal de navegación del río Orinoco o construyamos una vía férrea, según lo determine el estudio de factibilidad correspondiente.

Es necesario además que se invierta en briquetas, acero y productos derivados. No exportemos mineral de hierro sin procesar. También, en madera; aquí el espectro es muy amplio. A la lista de suma el oro y otros metales estratégicos, así como el aluminio.

Este orden ha sido determinado en función del valor que se estima, aportarían los productos propuestos para el desarrollo de la correspondiente industria. Como quiera que no existe en el país, suficientes recursos para la inversión, se puede optar por tomar socios con capital, nacionales y/o exgranjeros, o vender estas empresas a inversionistas privados.

¿De qué nos sirve seguir con una empresa como Edelca, ahora en manos de Corpoelec, descapitalizada, sin personal entrenado suficiente, con importantes y numerosos equipos de generación averiados y requiriendo costosos mantenimientos; y con dos represas semi paralizadas, como Macagua I y Tocoma?

¿De qué nos sirve tener una empresa como Alcasa, sin objetivos, sin instalaciones productivas operativas y sin recursos? ¿Para qué queremos una empresa como Proforca, entregada a un grupo extranjero, que no cumple con los intereses del país; que sobre-explota la plantación existente y no siembra suficientes árboles como para reponer los inventarios que alguna vez hubo, y que tampoco mantiene debidamente las instalaciones?

¿Para qué queremos una Ferrominera Orinoco que día a día extrae y vende un mineral de hierro, al cual no se le da valor agregado alguno en el país? ¿Un mineral que por tener que exportarse (términos del contrato) “Free on board”, FOB (puesto en el barco), utilizando gabarras desde Ciudad Guayana hasta la Estación de Transferencia, ocasionando grandes pérdidas?

¿Para qué queremos un Venalum que por varios años, ha tratado de incrementar su capacidad de producción y no ha llegado a las 180 celdas, de 905 que existen? ¿Cuándo lo va a lograr? ¡Jamás!

Si esas son las condiciones actuales de la CVG y sus empresas, creo que bien vale la pena considerar las recomendaciones anteriormente dadas. El país no puede seguir perdiendo tantos recursos y los trabajadores no pueden, por esa misma razón, seguir devengado salarios de miseria.

Presidente, recuperemos de una vez por todas el “petróleo sembrado” y mal cosechado.

Nota. Haciéndonos eco de la campaña de PRIMICIA, “Pon de tu parte”, hoy queremos contribuir diciendo que: “Si queremos vivir en libertad y armonía, debemos escuchar a nuestro interlocutor con atención y respeto, y dialogar con argumentos”

Manuel García Tamayo.
CE.mgarciat84@gmail.com.

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