Opinión

Carta abierta al Tribunal Supremo de Justicia

La autonomía e independencia judicial debe volver a ser la bandera que ondee libre en todo Palacio de Justicia a nivel nacional, la alienación funcional a la par de la prebenda.
lunes, 19 diciembre 2022

Había pensado originalmente dirigirle las siguientes palabras a su presidenta la magistrada Gladys Gutiérrez, pero no, ella sola no es el Tribunal Supremo de Justicia, ni descansa toda la responsabilidad de la institución de manera exclusiva sobre sus hombros, hay un importante número de personas sobre las que está también la inconmensurable tarea de la Justicia, estas palabras van dirigidas a todos ellos y a todo funcionario con autoridad dentro del sistema judicial, con el único deseo que sirvan para hacer incidencia en una mejor administración de Justicia.

La justicia como valor superior es algo que debe ser guardado con supremo celo de las constantes apetencias humanas, es a mi parecer, una de las formas más directas de alcanzar ese anhelado y casi fabular elemento primordial de la humanidad, como lo es el bienestar común, no olvidemos el monumental pensamiento de San Juan Pablo II que parafraseándolo nos advertía: “No hay Paz sin Justicia”.

Para iniciar estas líneas me he cuestionado una y otra vez el hecho de la justicia como constructo social y como requisito para alcanzar la paz, ejercicio que luego de un largo peregrinar de ideas, ha decantado en una crucial pregunta ¿de quién depende la Justicia? la cual taladró mi mente por semanas antes de aventurarme a esta catarsis escrita.

Depende de los jueces, respondí parco en ese soliloquio, pero esa respuesta abrió una cartelera más amplia de responsables, pues tonto pensar que la Justicia es tarea y responsabilidad de una sola persona, no, la Justicia también depende de los Fiscales, los Abogados, los Policías, los Alcaldes, los Gobernadores, los Presidentes, los Ministros, los Maestros, los comerciantes, los ciudadanos.

La Justicia depende de todos, una sola persona puede ser la encargada de dirigir el Sistema Judicial, eso es una verdad infranqueable, pero de la Justicia nos debemos encargar todos.

En mi responsabilidad y deber que nacen del hecho de ser ciudadano, aunado a mi rol en la sociedad como Abogado y luego Docente, o viceversa, me he permitido establecer en unos pocos puntos lo que considero debemos cambiar para lograr encauzarnos en la senda de la Justicia, entendida esta como elemento fundamental para alcanzar la paz.

No es ni será jamás mi intención que estas líneas sean tomadas como un decreto que deba cumplirse al pie de la letra, no creo vestir los atuendos académicos suficientes para tan compleja pretensión, tampoco una hoja de ruta, pues el destino es de todos y esa ruta ha de construirse en conjunto, éstas por el contrario, son siquiera algunas disertaciones sobre lo que se evidencia y urge cambiar en pro de la Justicia.

Corrupción/Sueldos/Estabilidad laboral 
La corrupción es un flagelo perenne que ataca a toda sociedad, los sistemas Judiciales no escapan de su dañino halo, imposible de erradicar consideran muchos, pero sí de disminuir a su mínima expresión pensamos otros tantos. Ya no es la corrupción secreto a voces en los pasillos de los múltiples palacios de Justicia a nivel nacional, se pasea en algunos casos acompañada de su hermana la impunidad, ello trae la nefasta convicción de la generalización y hace que la percepción de la Justicia cada vez pierda más adeptos como una figura en declive.

La corrupción es hija de la codicia por ello siempre estará presente en el quehacer humano, pero también es pariente cercana de la necesidad, nunca estará justificada pero en ocasiones más bien entra forzada. Caer en la tentación de la corrupción es materia cotidiana en los actuales momentos a todo nivel y estrato de la sociedad, una mezcla entre desvalor y oportunismo hacen un peligroso coctel al que se le agrega la guinda de la necesidad.

Pero no podemos hacer la mirada a un costado ni apretarnos la nariz para hacernos de la idea que la corrupción no existe, no se ve ni se huele, debemos al contrario enfrentarla y la primera acción a tomar es sincerar la escala de sueldos y salarios de todos los funcionarios pertenecientes al sistema judicial, que no nada más los Jueces, sino todo el compendio de funciones que reúne la labor de la Justicia.

Es una tarea casi infantil exigirle al funcionariado no incurrir en hechos de corrupción, cuando perciben un salario que a duras penas les alcanza para alimentarse unos días. Repito, la corrupción no tiene justificación, pero en estos casos más que justificada pareciera estar casi obligada, a expensas de los valores y principios.

Urge un incremento sustancial de los sueldos y salarios y elevar exponencialmente la calidad de vida de todo el sistema judicial, ello si bien no erradicaría la corrupción la reducirá considerablemente pues aparte de no tener ya la necesidad de ella, pocos funcionarios se arriesgarían a perder su estatus y su nueva realidad.

El más cercano al Trabajo de Dios es el trabajo de los Jueces, pues a ellos se les exige Juzgar a los mortales, es más que justa la proporción que merecen en su compensación.

Recuperada la calidad de vida del funcionario adscrito al sistema judicial y su seguridad alimentaria y de salud, es momento de ocuparnos de otras dos formas de corrupción, que tienen que ver con la capacidad y la autonomía.

Es un ruego al altísimo que se retomen los concursos de oposición de credenciales, para que de esta manera se emplee a los mejores, La Justicia lo merece y la Nación lo agradece. Se incurre también en corrupción cuando se ejerce un cargo para el cual no se está capacitado, de ello urge entonces por un lado, la necesidad de captar profesionales con aptitud y comprobada experiencia para ocupar tan importantes cargos de administración de Justicia y por otro lado, capacitar a la gerencia judicial a nivel nacional, mediante un esquema de educación de alto nivel, de calidad y de manera permanente, en el que no solo se aborde la formación desde la óptica jurídica judicial, sino también desde lo humano, por tanto conceptos como gerencia y función pública dirigidos con perspectiva de atención al usuario, deben ser prioridad es los diseños curriculares.

La autonomía e independencia judicial debe volver a ser la bandera que ondee libre en todo Palacio de Justicia a nivel nacional, la alienación funcional a la par de la prebenda, son las formas más nocivas de corrupción que lesionan a todo sistema de Justicia, por tanto la contraloría judicial es la única herramienta capaz de enmendar los posibles desvíos, pero sin que ésta se vuelva autoritaria o usurpe la sagrada función de Juzgar.

Majestad del poder judicial
Uno de los más claros signos de la decadencia en cualquier ámbito es la presentación personal y aunque la Majestad a la que me refiero en este apartado no es nada más esa que se demuestra con atuendos, o con el hecho de como vienen vestidos hoy los Juristas a los estrados, los servidores judiciales y hasta nosotros los Abogados, pues ello deviene obviamente con la pérdida significativa que ha sufrido el poder adquisitivo de todos.

Pero el hábito no hace al monje y si bien es una necesidad que se adopten normas de presencia personal para todos los que hacemos vida en los Juzgados, la Majestad que demando en este apartado es aquella que se expresa a través de las decisiones, resoluciones y sentencias proferidas por los Decisores.

La ignorancia no radica nada más en aquello que desconocemos, pues definitivamente todos somos ignorantes bajo esa premisa, la ignorancia más lesiva se demuestra en la reticencia de adquirir los conocimientos que reconocemos no poseer, mucho más cuando ellos son necesarios para impartir Justicia.

La baja calidad en el diseño argumentativo de los fallos, el uso indiscriminado de modelos, plantillas y el nefasto digital del copia y pega, han herido de muerte a la Sentencia, entendida ésta como la manifestación más importante e indeleble representación de la Majestad Judicial.

Una decisión judicial debe vestir las galas de una encíclica y para ello es necesario el saber pero también el hacer. Una sentencia no puede ser justa sino se entiende o si su presentación es ininteligible, farragosa o precaria de contenido jurídico.

Una Sentencia es el capítulo final de un gran libro llamado Juicio, por ello debe gozar de una incuestionable pulcritud y de una presentación tan prolija como la propia Justicia que se imparte a través de ella. De manera que, para elevar la Majestad del Poder Judicial, tanto el hábito, como lo que sabe el monje son elementos de suprema importancia que elevan su Majestad.

Celeridad 
Por último pero no menos importante es el respeto al tiempo propio de los Juicios, de las resoluciones, los actos, las audiencias, las decisiones, la sentencias, en fin, la ejecución de la dinámica correcta de los procesos judiciales establecida en todas las normas de procedimiento contenidas en nuestro ordenamiento jurídico.

El tiempo judicial ha de ser estricto, recto, puntual, perfecto, su antítesis, el retardo judicial, es contrario a la Justicia misma, nadie que demande Justicia desea la eternidad para su designio. El letargo no debe ser nunca ingrediente en la receta de lo Justo, supeditar una decisión al paso inclemente del tiempo es negar el derecho a una Justicia sin dilaciones indebidas como propugna nuestra Carta Fundamental, para ello es necesario la abolición de la burocracia, la aplicación exhaustiva de la ley de simplificación de los trámites administrativos y así lograr la funcionalidad de todo el sistema judicial en el tiempo exacto.

Bien lo dijo el sabio Emperador Marco Aurelio en los anales de la historia del Derecho, con una lapidaria frase que goza de total vigencia en los tiempos actuales: “Justicia dilatada es Justicia mutilada, el diferir el conocimiento de la verdad es una forma de negar esa verdad, sólo se puede ser justo con el hombre cuando se es justo a tiempo”.

Finalmente considero que los anteriores son solamente los deseos de alguien que ha peregrinado por los senderos de la Justicia y la injusticia, y que desea ver florecer al Sistema de Justicia al que una vez perteneció y del que se siente aun parte, como Abogado, Ciudadano y usuario. Mi más ferviente deseo es que estas sencillas y honestas líneas lleguen a sus destinatarios y sirvan para dimensionar sus voluntades en cuanto a la Justicia que ofrecemos y la Justicia que merecemos.

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