Opinión

Carta a mi tío Francisco

Finalmente, tío, llegó Atila, y con él, el desmadre! Arribaron los "Revolucionarios", aupados por Fidel. A estos se arrimaron muchos individuos indeseables que infligieron graves daños al país.
jueves, 11 marzo 2021

Querido tío Francisco:

Me preguntabas: ¿Cómo pudo Venezuela, llegar a estos niveles de devastación y abandono, después de tanta gloria? Nuestra historia, la del siglo XX, es simple y fácil de narrar; tú la habrías vivido en su totalidad, de no ser porque partiste prontamente (1969).

Como bien sabes, a comienzos de siglo, éramos un país rural que vivía del cacao, del café, del cuero de ganado, de la sarrapia, del balatá y alguno que otro rubro de poco impacto económico. Éramos agricultores.

El 31 de julio de 1914, como bien sabes, “reventó” el primer pozo petrolero, (Zumaque 1), en el estado Zulia, Venezuela, y unos años después, se descubrió grandes reservas de mineral de hierro en el estado Bolívar.

Por entonces, los venezolanos éramos muy pocos, como pocos también, eran los centros poblados; quizás, iniciamos el siglo XX con menos de 2.391.000 habitantes (Vandello, Min. de Fomento).

En esos tiempos, habían muy pocas escuelas y una sola universidad, con un número muy limitado de carreras.

Con la explotación de yacimientos petroleros y su acelerado desarrollo, los recursos fiscales de Venezuela, se multiplicaron, al punto de que nuestra nación paso, de ser “país muy pobre”, a “país muy rico”, en unos pocos años.

Este fenómeno ocurrió solo en muy escasos países del mundo: Arabia Saudita, Emiratos Árabes Unidos y Dubai, entre otros, por cierto, hoy, inmensamente ricos, mientras nosotros debemos pasar por la vergüenza de exhibir nuestra vasta e inocultable miseria.

Corrían los años 1930 y 40 y así de repente, nos llovió recursos para modernizar el Estado y engrandecer al país.

Se comenzó la construcción de muchas obras públicas: la autopista Caracas- La Guaira, el Centro Simón Bolívar, “El Pulpo”, la Autopista Regional del Centro; el puerto de La Guaira, asentamientos agrícolas como el de Turén; embalses para riego como el de Calabozo, estado Guárico y el de las Majaguas, en el estado Portuguesa.

Los gobiernos de turno, también ordenaron la construcción de represas para convertir la fuerza hidráulica, en electricidad, y parques eólicos en el estado Falcón, para domesticar la potencia del viento y trocarla en energía.

Se invirtió importantes cantidades de recursos en la construcción de dos grandes plantas petroquímicas, una en el Tablazo, estado Zulia y la otra en El Palito, estado Carabobo.

No hubo pueblo donde no se construyeran viviendas, escuelas, dispensario, red eléctrica, acueducto y calles asfaltadas; tampoco hubo ciudad donde no se edificara liceos, hospitales y hasta universidades, en muchas de ellas; el país fue surcado de carreteras asfaltadas todas, de norte a sur y de este a oeste.

Llegamos a tener dos importantes canales de navegación: el del lago de Maracaibo y el del río Orinoco, el cual por cierto tuviste un desempeñó un temprano y muy importante rol (1948), en su construcción.

Sobre las riberas de este, también se construyó grandes empresas, a las cuales, dieron por denominar, “Empresas Básicas”. Fueron concebidas para la producción de energía eléctrica, hierro, acero, aluminio y madera.

En un momento de nuestra historia, incluso, decidimos utilizar recursos provenientes del petróleo, para nacionalizar algunas industrias, como la de los hidrocarburos, el hierro y el aluminio. Casi todo era, o lo construía el Estado. Fue un proceso natural de implantación del socialismo, sin hacer esfuerzo alguno en ideologizar el país.

Por su parte, el sector privado se ocupó de producir alimentos, y muchos otros bienes, así como también, ciertos servicios. Los criadores de ganado vacuno (para carne y leche) porcino y avícola, se convirtieron en un sólido polo de desarrollo económico.

La agricultura, también, en manos del sector privado, creció substancialmente, como de igual forma, lo hizo el sector metalmecánico, con grandes plantas y talleres de fabricación, y otras de ensamblaje.

Todo esto iba tomando cuerpo simultáneamente, en todo el país, de la mano de Bancos públicos y privados y de instituciones de crédito del propio Estado.

Otro aspecto de capital importancia, es que este gran plantel de producción y servicios, fue capitaneado, fundamentalmente, por venezolanos; muchachos que venían del barrio; hijos de hogares humildes, pero que gracias a la democracia, pudieron convertirse en ingenieros, médicos, militares, abogados, contadores, etc..; fueron también jóvenes, los que por méritos, pudieron estudiar en las mejores universidades del mundo, gracias a planes de beca como el del “Gran Mariscal de Ayacucho” y otros, por lo cual, muchos de ellos, fueron enormemente exitosos.

Venezuela ha sido uno de esos pocos países de gran permeabilidad social. La alta tasa de desarrollo que en la nación tuvo lugar, se debió a la intrepidez de estos nuevos cuadros de dirección política y gerencial, los cuales abrieron un cúmulo de oportunidades y afirmaron las bases de una sólida clase media, que cada día era más próspera y numerosa, y que prometía consolidar una gran nación.

Esta nueva clase de profesionales fueron los gerentes de una industria y de un país pujante, que pronto habría de rebasar los límites del subdesarrollo, para convertirlo en un país del primer mundo.

Ahora, tío, te voy a dar mi opinión sobre cuáles fueron algunos de los factores que ocasionaron el punto de inflexión o quiebre, en esta línea ascendente y porque su lamentable regresión.

Invasiones, ranchos y barrios: Verdad era que, por ejemplo, el Estado construía mil viviendas de interés social, y también, el sector privado edificada cuatrocientas quintas o apartamentos; pero no menos cierto era que, flanqueando nuestros pueblos y ciudades, paralelamente se levantaban cinco mil ranchos, porque el número de familias que se iban formando (crecimiento demográfico) era muy superior a la cantidad de soluciones habitacionales que se construían.

La falta de una adecuada y efectiva planificación urbana, de presupuesto, de leyes y normativas relacionadas, la común aceptación de la “invasiones”, y la muy conocida impunidad, hizo que este grave perjuicio a la población y al país, no solo tomara cuerpo, sino que creciera exponencialmente; y fue así como nacieron y crecieron esos infames gettos y cordones de miseria, inauditos en un país con tanta riqueza.

De esta manera se formaron cientos de barrios, como los de la Charneca y Petare, en Caracas y en toda Venezuela.

Con el desarrollo del rancho y del barrio, creció la marginalidad, el analfabetismo y el delito; el matriarcado, la deserción escolar y el resentimiento, y en resumen, la miseria como cáncer social que tantos perjuicios acarrea.

Carencia de escuelas: En los inicios de la era democrática, no había suficientes escuelas (edificaciones) y tampoco, maestros para nuestros niños; esto dio origen a la creación de dos (2) turnos y grupos de clases, no solo para primaria, sino de igual manera, para secundaria.

Igualmente, se debió preparar, mediante programas especiales de fines de semana, al personal académico respectivo (maestros y profesores). Como transición, este pudo y debió ser un gran plan, pero tanto el Estado, como la Sociedad de Padres y Representantes, así como los Sindicatos y demás gremios, debieron restituir el sistema de educación a su formato de dos turnos o tiempo completo.

Por el contrario, los partidos políticos y sus federaciones de maestros, contraviniendo los intereses de un sistema educativo y social, avalaron y convirtieron este “horario del subdesarrollo” y adefesio de la educación, en un mal llamado beneficio contractual.

Universidades: El sistema político del momento y las universidades del Estado, montados ambos en la “ola de la abundancia y gratuidad”, ofrecían educación y transporte “gratuito” y comida a precio irrisorio; el ingreso de alumnos a la Universidad, se realizaba sin examen de admisión.

La sociedad en general, esperaba que el Estado cubriera, no solo los gastos operativos de la universidad, sino también sus grandes ineficiencias. Fueron pocos los esfuerzos que hizo esta institución para exaltar las dotes de excelencia o para generar recursos que contribuyeran con el pago de los gastos operativos de la misma.

El sistema universitario siempre debió regirse por el principio de que los estudiantes sobresalientes fueran premiados con una beca; el estudiante aprovechado, se le asignara un crédito, que eventualmente, debería pagar y el estudiante deficiente, pudo ser inducido a ingresar en alguna institución de menores exigencias académicas. La falta de una política de esta naturaleza acarreó gigantescas pérdidas y muchas frustraciones.

Aparato productivo: Aun cuando el sector productivo del país se inició con mucho dinamismo y vigor, invirtiendo en crecimiento, modernización y hasta en investigación y desarrollo (no suficiente, por cierto), esta vitalidad, frecuentemente, fue disminuida, entorpecida y hasta frenada, debido a la implantación de los socialistas, inefectivos y desestabilizadores “controles de precios”; ellos ralentizaban la inversión y el desarrollo.

Por esta razón jamás tuvimos una industria suficientemente próspera y moderna, en ninguno de los rubros, como para convertirnos en exportadores.

Salud: En materia de salud, el Estado fue un gran inversionista y proveedor. Dedicó cuantiosas sumas de dinero para ambulatorios y hospitales, en todos sus tipos; lo hizo como Ministerio de Sanidad y como Seguro Social Obligatorio.

De igual forma, asignaba cuantiosas sumas de dinero a equipamiento, nóminas y suministros (medicamentos); cierto es que hacía cuantiosas adjudicaciones de recursos, pero nunca se ocupó de hacerlo eficientemente.

El populismo político, el miedo a perder el poder y la pereza, nunca permitieron plantearse, compartir gastos con aquellos pacientes que tenían y podían asumirlos. Esta conducta devino en la prestación de un mal servicio por falta de recursos y la sensación de “abandono” para con el pueblo.

Vialidad: La vialidad en Venezuela, aunque poco planificada en un principio, pareció, con el tiempo, haber sido adecuadamente atendida; con los años, comenzó la desaceleración de su desarrollo y modernización, hasta su casi total paralización. Como siempre, se aducía insuficiencias presupuestarias.

Cierto es que Venezuela es muy extensa y con un bajo promedio de densidad poblacional. Pero la solución no era ralentizar su desarrollo o suspenderlo, sino compartir gastos con los usuarios, haciéndolos contribuir con una cuota parte de los costos.

Hubo una época en que el Estado creó peajes para el cobro por paso vehicular. Este sin embargo, se vio atacado por una inflación incontrolada, por los partidos políticos y por sectores, algunos muy poderosos, que aún creen o creían en “platos de comida gratis”. El eventual mal estado de la vialidad, despertaría resentimiento popular.

Cada sector (económico, político y social) tuvo una historia de fracaso, con lo cual se iba sembrando el resquemor y el rechazo; pero en esencia, el común denominador de cada fiasco, identificaba a ese Estado paternalista, con uno, cuya intención ulterior, era mantener el poder a través de un “electorado satisfecho”.

Finalmente, tío, llegó Atila, y con él, el desmadre! Arribaron los “Revolucionarios”, aupados por Fidel. A estos se arrimaron muchos individuos indeseables que infligieron graves daños al país.

Con una batuta autoritaria, este régimen confiscó propiedades, desbancó el aparato productivo, enterró a Pdvsa y a la empresas básicas.

Atacó a la propiedad privada; destruyó las instituciones, derrochó el erario público, permitió la transgresión de las leyes y la corrupción; creó una hiperinflación galopante; desfiguró la economía y volvió polvo el signo monetario; desvirtuó la educación y la salud.

Quienes conformaron los cuadros directivos de estas hordas, nunca parecieron tener una filosofía de gestión, ni norte político alguno, al punto que un famoso periodista, Mingo, le dio por hablar de “sancocho ideológico”.

Claro, José Domingo Blanco estaba equivocado. Nunca esta administración pereció abrazar ideología alguna; más se parecía a una trama con un popurrí de acciones desestabilizadoras del país que fue tomando forma al son de una unísona y potente voz, jocosa, pero autoritaria, a veces afable, pero con entonación militar, comandando al expectante país.

Ellos, falsamente ungidos, pretendieron erigirse en los portadores de causas nobles, pero atrajeron la decepción. La gente de buena fe, atestó sus marchas y colmó sus recintos partidistas. Todos esperando “el cambio”, ese que traería más igualdad, libertad y justicia.

En vez de ello, experimentamos la escasez de alimentos, de empleos y de servicios como el de la gasolina. ¡Qué vergüenza! Fuimos reducidos a niveles de miseria, inseguridad y desprecio. Jamás se había visto tanta represión. Nunca antes habíamos tenido tan cerca la pobreza, la ruina y la soledad.

En la vida, un pueblo tan noble tuvo que emigrar a tierras extrañas por no poder soportar el hambre y la miseria. Nunca habíamos observamos un surgimiento tan repentino de “una clase” que con tanta celeridad, se enriqueció a expensas de un Estado moralmente demolido, que avalaba la corrupción y el robo de valiosas materias primas, que sirvieron para la adquisición de gigantes mansiones, lujosas camionetas e infladas cuentas bancarias.

El eunuquismo creó grupos de ancianos y los convirtió en milicias para esconder más represión; y también conformaron los “colectivos”, compuestos por represores igualmente, concebidos para formar “grupos de choque”.

Estos, en esencia, son los que arrasaron y destruyeron el país y todavía están “raspando la olla”.

Estos, tío, han sido quienes truncaron nuestro destino y destruyeron nuestra gloria.

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