Opinión

Camino correcto

La fe que piensa.
jueves, 22 agosto 2019

Nos hallamos de vacaciones en presencia del Buen Dios, quien nos acompaña con su paz, dándonos pautas que posibiliten la recuperación de fuerzas, para continuar con nuestras obligaciones, que llevamos adelante con la esperanza puesta en un mejor porvenir para todos.

En un ambiente donde se promovió la separación en bandos de todo tipo, el Señor nos sale al encuentro con una invitación universal, es decir, que todos nos sintamos llamados a la reunión que Él está promoviendo y que incluye a aquellos que se fueron. A estos últimos la lectura llama “hermanos”.

Alrededor de Dios se dará entonces la reunión de los hermanos venidos de todas las ciudades. De parte nuestra, nos corresponde extender la invitación y favorecer las condiciones para que se dé el encuentro. A mi juicio, este es el núcleo de las lecturas del Domingo XXI del Tiempo Ordinario católico. ¿Se trata de una tarea sencilla lo que las lecturas describen? En lo absoluto.

VASIJAS PURAS

Constreñido a abandonar su patria en varias ocasiones, y por circunstancias unas peores que otras, Israel no pierde la esperanza de volver a casa. Esta esperanza está bien fundada en la promesa de Dios: Él mismo se ha comprometido a que el regreso se haga realidad. Ahora bien, este retorno es distinto de como lo imaginan algunos sectores del pueblo de Israel, pues la promesa incluye ahora a todos los pueblos de la tierra.

Este modo de ser del Señor posiblemente no agrade a quienes se empecinan biliarmente en separar, a cualquier costo, pues la razón de ser de sus vidas es dividir siempre. Estando así las cosas, todo mejoramiento que conlleva el acercamiento en calidad de hermanos es saboteado. Las distancias no pueden acortarse y la banalidad no puede rendirse ante la hondura de las existencias vividas según el camino correcto.

De ser así, es decir, de no contentarse con vivir en la epidermis y proponer alternativas superadoras, hay que estar claros que vendrán insultos y dinámicas separatistas. Nadie quiere vivir con gente que se comporta como el gobierno de turno —por mucho que se lo critique— o con homosexuales, por poner solo un par de ejemplos. La peor empresa a la que uno puede apuntarse hoy día es restarle espacio a las sombras, a la trivialidad y a las divisiones. Quien abre esa puerta, sepa que le esperan maledicencias y mofas que se despachan por discusión de altura, y que generalmente se hacen desde el anonimato.

Lo de Dios es otra cosa. Porque no todos estamos en la sintonía de la convivencia fraterna, es menester hacer el camino para alcanzarla. Es necesario ponerse a andar, para aprender a ser hermanos en el trayecto. La imagen bíblica es la de las “vasijas puras”: después del largo y penoso recorrido que supone llegar hasta el Señor, aceptando su invitación, nos presentamos ante Él como si fuéramos vasijas puras que se usan para las ofrendas litúrgicas.
Es mucho más sencillo responder a la vulgaridad con más vulgaridad; pero eso no ayuda a crecer como persona. Independientemente de lo que pueda sucedernos en el camino, es urgente mantenernos en él, porque nos conducirá a la patria prometida, que es Dios.

VIDA HONRADA
A la espera de nuestro abrazo definitivo con Dios, comulgamos con un proyecto de vida honrada. Es decir, por nuestras inteligencias y corazones no pasa otra cosa que no sea el Bien, de manera que estas convicciones arropan toda la historia que tejemos con otros, aunque en ocasiones tales convicciones se vean comprometidas.

La Carta de san Pablo a los Hebreos se vale de un símil hogareño para mostrarnos una faceta de la relación que Dios establece con nosotros: el padre que ama a su hijo, lo reprende. La llamada de atención, la reprimenda, tiene un valor pedagógico en la vida de los seres humanos. Toda punición que no se inscriba en el horizonte del amor, sencillamente hace daño, deja heridas y malcría a la persona. Si un padre no limita a su hijo, le trasmite gestualmente que el niño puede hacer lo que le parezca, que él no actuará… ¡Porque no lo ama! Le da igual que haga o deshaga.

La limitación bien inscrita en nuestro mapa genético hace de nosotros personas maduras, pues sabemos decir “no toca”. La autolimitación y las normas sociales van de la mano, dando como resultado “ciudadanos”. Ahora bien, en un contexto como el nuestro, donde el país es concebido como un botín, y nosotros como aquellos que debemos raspar lo que queda de la olla antes que otro se nos adelante, lo apenas dicho suena a “vetusto” e incluso tonto.

La vida honrada se hace a partir de unos principios. Y estos principios nos hacen crecer, ser un poco mejores siempre. Estos principios colocan a los demás en su justo lugar, y se les trata con la dignidad que se merecen por el solo hecho de existir. Una vida honrada se hace a punta de trabajo, donde cada pedazo de pan que nos llevamos a la boca es fruto del sudor de nuestro esfuerzo honesto. No denigramos a nadie, valiéndonos de la oscuridad, no nos aprovechamos de nadie y lo timamos, no dañamos a nadie, sino que educamos a nuestros amados hijos, también limitándolos cuando se deba.

PUERTA ESTRECHA

La interpretación de las lecturas tal como la propongo puede sonar “tonta”, por decirlo de manera educada. Si se la acepta, nos damos cuenta de lo exigente que resulta ponerla en práctica. Jesucristo, consciente de ello se vale de la imagen de la puerta estrecha para decirnos lo cuesta arriba que supone vivir la fraternidad y la vida honrada.

Es mucho más cómodo vivir nuestra vida sin cuestionamientos, asimilando clichés e imágenes cinematográficas; quien ose poner en tela de juicio ese estándar de vida lo ridiculizamos, y lo forramos de improperios por haberse atrevido a mostrarnos otro camino, “correcto” según las Escrituras, y cuya puerta de ingreso no se asemeja a la de los centros comerciales, sino que es estrecha.

 

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