Ataque de pánico

Los ataques de pánico o crisis de ansiedad, son períodos en los que se padece de una manera súbita, temporal y aislada, un miedo, temor o malestar intensos, con una duración variable que suele oscilar entre 10 y 30 minutos. Más allá del miedo y la sensación de peligro inminente, las crisis de pánico no suponen, en sí mismas, un peligro real.

Al parecer, el ataque de pánico se desencadena tanto por factores externos, como el hecho de afrontar una situación que produzca intranquilidad al sujeto, como por los significados que da en su vida emocional la persona que experimenta esas circunstancias externas.

Los ataques de pánico se manifiestan como episodios que irrumpen abrupta e inesperadamente sin causa aparente, de un nivel elevado de ansiedad y excitación fisiológica, que se acompañan de uno o varios síntomas asociados al miedo, tales como palpitaciones, dificultad respiratoria (disnea), opresión o dolor en el pecho, parestesias (sensación de hormigueo en las manos o en los pies), debilidad, mareos e inestabilidad, temblores, escalofríos, sudoración o náuseas entre otros, síntomas todos ellos coherentes con el miedo que los provoca.

A menudo el individuo siente que está en peligro de muerte inminente y tiene una necesidad imperativa de escapar de un lugar o de una situación temida. El hecho de no poder escapar físicamente de la situación de miedo extremo en que se encuentra el afectado acentúa sobremanera los síntomas de pánico. Generalmente acompaña a la crisis una extrañeza del yo junto a una percepción de irrealidad y de no reconocimiento del entorno.

El trastorno de pánico es dos veces más común en las mujeres que en los hombres y los síntomas por lo general comienzan antes de los 25 años de edad. El diagnóstico se basa en las experiencias referidas por el paciente acerca de sus síntomas, orientado por preguntas específicas formuladas por el especialista, y del estudio de la evolución del trastorno desde su inicio.

Vivir un ataque de pánico es una experiencia terrible, incómoda e intensa que suele relacionarse con que la persona limite sus actividades, lo que puede conducir, en casos, a adoptar conductas para evitar lugares o situaciones que puedan incidir en la repetición de las crisis y desembocar en agorafobia.

La combinación de terapia y medicamento parece ser un tratamiento eficaz para los ataques y el trastorno de pánico. Además del plan de tratamiento, considerar cambios en el estilo de vida tales como: hacer ejercicio, descansar y dormir lo suficiente, abstenerse del alcohol, la cafeína, el tabaco y unirse de ser posible a un grupo de apoyo, puede ayudar a minimizar el estrés y reducir el riesgo de sufrir un ataque de pánico. qcfanny@hotmail.com

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