Opinión

Adán y Jesús

La fe que piensa.
jueves, 27 febrero 2020

La Cuaresma
La Cuaresma tuvo inicio con el Miércoles de Cenizas. Es tiempo de poner toda la atención en Dios.

En la Iglesia católica, centrarse en Dios ha supuesto vivir unas prácticas —de raíces bíblicas— que inciden en nuestra relación con el Señor y nos lanzan al mismo tiempo al encuentro con las demás personas. Me refiero a la oración, a la penitencia y a la limosna. La oración supone favorecer un espacio y un tiempo privilegiados para que yo pueda oírlo a Él. La mejor forma de escuchar a Dios es leyendo su palabra, siempre y de modo ordenado. La penitencia, por su parte, tiene la función de vivir la experiencia temporal de la total dependencia de Dios mediante la privación de alguna cosa que nos resulta agradable; también significa enseñorearnos del propio cuerpo, para no convertirnos en sus esclavos como promueve la cultura actual del fitness. La limosna, finalmente, es una forma concreta de “emparejar cuentas”, haciendo justicia a los más necesitados, pues devolvemos lo que se merecen porque les pertenece, pero que por diversas circunstancias les fue privado.

Tenemos cuarenta días para darle mayor relevancia a estas dinámicas que de suyo deberían acompañarnos todo el año. Pero, como dije, este es un momento especial en la vida de la Iglesia. El evangelio del próximo domingo abordará los cuarenta días de Jesús en el desierto, donde padeció y superó las tentaciones. Sin embargo, me referiré a la lectura del Génesis, dado que su contenido está vivo y actuante en nuestro imaginario religioso.

Dios, el hombre y la serpiente

Dios crea al hombre del polvo, e infunde su espíritu. A partir de ese momento, el hombre empezó a vivir. Acto seguido, el Señor hizo el Edén. Entre todas las cosas, Dios plantó en medio del Jardín el árbol del conocimiento del bien y del mal. Dispuso asimismo que el hombre se hiciera responsable de todo, disponiendo buenamente de cuanto había, salvo del árbol plantado en el centro. Hay una sola restricción. Del resto, el hombre puede decidir.

Aparece la serpiente a interrumpir la paz del hombre. El reptil simboliza la tentación y el pecado. La culebra aborda a la mujer para que ceda a la tentación y desobedezca la ley del Señor. La mujer es arropada con argumentos zalameros, y muerde la fruta con el deseo de ser Dios de sí misma. Con igual intención da de comer a su consorte e inmediatamente la desnudez se convirtió para ambos en motivo de vergüenza. Los cuerpos desnudos en señal de relaciones transparentes, ahora ameritan taparrabos pues el pecado impide mirar las realidades de frente.

El relato apenas expuesto contrastará definitivamente con el modo como Jesús encaró y superó las tentaciones. Allí donde Adán y Eva fracasaron, Jesús de Nazaret triunfó. Este es el mensaje: podemos pertenecerle a Dios. Podemos ayudar a que este desastre se convierta en un hermoso Jardín del que somos responsable, donde existen normas a respetar y donde nuestra vocación es vivir relaciones enriquecedoras. Amén.

 

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