A gobernadores y alcaldes: ¡Expropiénles los escritorios!
A los diputados, gobernadores, alcaldes y concejales, debemos expropiarles los escritorios. No deberían volver a sentarse ante ellos, en oficina alguna, en ninguna parte del país.
El escritorio contraviene la idea de democracia, pues él es símbolo de poder, encarna a la burocracia, denota superioridad y personifica a la autoridad. Es un mueble que distrae tiempo con juguetes caros y a veces, inútiles, en la mayoría de los casos, son computadoras que nunca serán usadas; en torno a dichos escritorios, se mantienen largas y ociosas reuniones, o “visitas” vanas e improductivas; en la mayoría de los casos, se charla sobre intrascendentes y/o superfluos eventos.
Por supuesto, también se “cuadran negocios”, y se realizan tramas políticas, las cuales pertenecen a las sedes de los partidos y no a una dependencia oficial. Igualmente, se tejen kilométricas charlas personales sobre irrelevancias, o sucesos sin importancia, que presupone una gran pérdida de tiempo y recursos.
Esos escritorios, sí pudieran ser testigos parlantes, certificarían que en el 95 por ciento de los casos, alrededor de ellos, se tratan eventos no relacionados con la función del cargo.
Esas oficinas oficiales, tal como están concebidas y utilizadas hoy en día, son una inútil inversión que solo se utilizan para cualquier función, menos para resolver los verdaderos problemas de la comunidad que representan.
Tampoco estos funcionarios electos o nombrados, deberían visitar dependencias oficiales, vecindario, urbanización, barrio o municipio alguno, con y desde esas poderosas camionetas que detentan. Ellos, deben desplazarse en autobús o a pie, como lo hace el común de la gente.
Tampoco deben regresar al palacio legislativo o municipal después de una “gira”, para cavilar sobre las observaciones realizadas y/o redactar “informes” estériles, inaprovechables, cuyos destinos finales serán, “dormir el sueño eterno” en el fondo de una oscura gaveta.
Los encuentros, reuniones y espacios para el diálogo, deben realizarse en torno a una mesa de trabajo, en la casa del primer vecino amigable que esté dispuesto a compartir su morada con estos representantes de la comunidad, o en el aula de clase de una escuela, o en una iglesia, etc., y allí, deberán dialogar; en ese lugar, podrán hacerlo en presencia y con la inclusión de los vecinos organizados, para involucrarlos en tema de la agenda.
El diálogo debe institucionalizarse en la forma de asociación, colegio, bloque, grupo, club, sociedad, cantón, sindicato, federación, confederación, etc., siempre establecidos legalmente, es decir, con personalidad jurídica, aunque ello no precluye a individualidad alguna para la misma.
Quienes participen en este tipo de encuentro, deben entender que la condición, será hacerlo en términos de igualdad y con absoluta libertad, a objeto de poder argumentar sin impedimento alguno, sin importar la experiencia y/o tipo de conocimientos sobre el tópico a tratar.
También debe entenderse que la solución será aquella a la cuál todos los participantes lleguen por consenso.
Esta debería convertirse en una inviolable, dinámica, genuina y permanente forma de diálogo y participación, en eventos que deberán realizarse tantas veces como sean necesarios, con idéntica agenda y con grupos coincidentes en intereses.
Quiere decir que si se fuere a tratar un tema, por ejemplo, de educación, ese punto de agenda en cuestión, deberá ser objeto de diálogo argumentativo por parte de toda la comunidad educativa, es decir, estudiantes, padres y representantes, maestros, profesores, personal administrativo, representantes de las iglesias, del sindicato y de la comunidad en general, en todo el municipio, el estado y hasta en todo el país, si se tratara de un tema que así lo requiriese.
En estos eventos o reuniones, aflorarán ideas y argumentos de todo tipo: novedosos algunos y contradictorios otros; también los habrá absurdos y algunos, brillantes. Todos deben ser objeto de análisis y discusión, con dedicación y respeto, hasta decantar toda opinión y encontrar una solución, que repetimos, debe ser consensuada.
En base a ella, los legisladores o participantes, podrán entonces, redactar los acuerdos, ordenanzas o leyes respectivas, según sea el caso. Esta ética del discurso y la forma de comportamiento que entraña, coordinado o liderado por el diputado, gobernador, alcalde, concejal o coordinador político respectivo, hará comprender mejor los problemas y necesidades de la gente.
Por otro lado, las soluciones que se tomen, serán, con seguridad, de universal aceptación. No solo, no habrá impedimentos para seguir las normas (resistencia al cambio), sino que las comunidades, serán las primeras defensoras de dichos acuerdos.
Estos diálogos garantizarán un alto grado de armonía colectiva con sus pares y con el gobierno.
Un comportamiento político de esta índole, por parte de los líderes, garantizará igualmente, la reelección de los mismos. Debe entenderse que las masas requieren ser tomadas en cuenta.
La gente necesita ser escuchada, y ello sólo puede ocurrir cuando exista una comunidad ideal de diálogo, con una cultura donde las instituciones y/o individuos puedan emitir sus opiniones, en igualdad y con libertad, para evaluar los intereses de todos sus participantes y con la seguridad de que éstas, serán tomadas en cuenta.
Esa es también, la manera adecuada de formar valores éticos y reafirmar principios morales.
La verdadera democracia participativa, es la que en política, excecrará los escritorios de diputados, gobernadores, alcaldes y concejales, para sustituirlos por mesas redondas de trabajo.
Recuerden apreciados lectores, lo escrito por la señora Carines Moncada:
“Pueden seguir inventando géneros, pero recuerden que solo existe dos (2) exámenes: Citología y Próstata”.
Manuel García Tamayo
CE.mgarciat84@gmail.
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