La difícil tarea de evitar los abrazos y besos en Venezuela
José Antonio recorre un mercado en Caracas repartiendo tapabocas en plena cuarentena por el nuevo coronavirus.
Evita tocar a la gente, lo que no es tan fácil para los venezolanos, acostumbrados a efusivos saludos a toda voz con besos, abrazos y sonoras palmadas.
“Nos ha costado un poquito”, reconoce José Antonio Freay, con una risotada, entre los puestos de alimentos del Mercado de Guaicaipuro, en el centro de Caracas.
“¡Epa, mi amor!”, le grita a una joven mujer que atiende un kiosko de dulces antes de entregarle una de las coloridas mascarillas de tela que lleva en una bolsa.
Las fabrica un familiar y las vende, dice, a “precio de costo” para combatir la violenta alza de precios por una demanda disparada.
Cobra 30.000 bolívares por unidad, menos de medio dólar, cuando en la calle las mascarillas quirúrgicas pueden costar diez veces más.
El consenso científico en el mundo hasta el momento es que el coronavirus se transmite esencialmente por vía respiratoria (por las gotas de saliva expulsadas por el contagiado cuando tose o estornuda) y contacto físico.
Por eso las autoridades sanitarias recomiendan mantener una distancia interpersonal de al menos un metro.
José Antonio intenta obedecer: “Hay que tener prevención” y “dejar de saludarnos con la manito”, comenta a la AFP.
Sin embargo no es sencillo cambiar el ‘chip’ y tiene un lapsus al encontrarse con un conocido.
En un acto reflejo, ambos se estrecharon las manos pero las soltaron rápidamente al advertir el desliz.
Una costumbre
“Hay una comunicación no verbal que tiene que ver con la postura (al hablar), con el tocar, con la proximidad que podemos tolerar unos con otros (…). Los venezolanos somos de poca distancia”, dice a la AFP la psicóloga clínico y social Yorelis Acosta.
Tal vez por ello a María de Abreu el distanciamiento social le trajo hasta pequeños pleitos.
“Es para el bien de todos, pero sí cuesta, porque somos personas cálidas, (…) amorosas, cariñosas”, expresa María al salir de una panadería, relatando que a unas amigas no les gustó mucho que un día las parara en seco.
“Toda la vida hemos sido así: ‘Ay, no, ¿cómo estas?, un abrazo'”, agrega entre risas usando una mascarilla casera.
A Daniel Cabral no le va mal. “Yo ya estoy puro codo-codo”, dice este hombre de 43 años, padre de dos niños, que vende pollo en otro mercado caraqueño.
Mantiene a raya a los clientes: “Oiga, jefe, hasta allí”.
Pedido de autoridades
El presidente Nicolás Maduro se ha sumado a la campaña contra la “besuqueadera”.
“Eso de estar dando besitos (…), besuqueadera y abrazo vamos a dejarlo para después”, dijo en televisión.
Su gobierno recomienda saludos alternativos: “el militar”, con la mano en la sien; “el apache”, con la mano extendida mostrando la palma; o “el rocker”, con índice y meñique extendidos y los dedos medio y anular cerrados junto al pulgar.
El ministro de cultura, Ernesto Villegas, es tajante: “¡No se dejen besar por nadie!”.
María espera que, “algún día”, termine la pandemia, con ganas de volver a repartir besos y abrazos entre familia y amistades. “Eso no se puede perder”.
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