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Comparar con otros niños ¿motiva o hace daño?

Se deben reforzar valores para que los niños no crezcan con el hábito de comparar y lo apliquen a otros entornos.
sábado, 14 septiembre 2019
Cortesía | Comparar suele ser un acto frecuente y normal, muchas veces hasta inconsciente

Los niños desde su corta edad a menudo escuchan frases como: “Mira qué bien come Katy”, “Mira cómo este niño está sentado tranquilamente en su carrito”, “Mira qué niña tan obediente, y tú estás llorando tanto”.

Tal vez estas frases no parezcan dañinas a primera vista, pero ¿conocen ustedes a algún niño que haga caso y de repente tome ejemplo de otro niño de su misma edad?

Las observaciones muestran que la mayoría de este tipo de situaciones termina con una frustración aún mayor del niño que no es entendido y además se sentirá peor que otros niños.

Esta es una señal clara para que evitemos esas frases porque, en primer lugar, no funcionan y en segundo lugar, pueden dañar a una persona pequeña.

Hogar y escuela, principales entornos comparativos

Ser “la hermana menor de tu hermano” son las insignias que ponen en casa. Los hermanos mayores a menudo se ponen como ejemplo, una especie de punto de referencia para los hermanos o hermanas menores.

Algo similar ocurre con hermanos más talentosos o más inteligentes en algún campo. A veces, las comparaciones “motivadoras” también aparecen en casa cuando los hijos ya son adultos: “¿Tu hermana ya tiene su propia vida y tú?”

El esquema de comparación de hermanos se ve reforzado con mayor frecuencia por el entorno escolar si los niños van a la misma escuela. “Ah, eres el hermano de nuestra mejor alumna de 3º c”.

Sucede que se espera que los niños más pequeños tengan resultados de aprendizaje similares a los de los hermanos mayores. Todo esto hace que el niño no es mirado por separado, sino todo el tiempo a través de la lente de otra persona. ¡De otra persona!

Los efectos de la comparación

Hay palabras de la infancia que hacen su trabajo en nosotros toda la vida. La comparación con los hermanos a veces puede ser motivadora, pero a veces toma la forma de competencia. Es el camino más corto para romper las buenas relaciones familiares.

Comparar a los niños y sus logros puede ser una razón para construir sus complejos y sacudir su autoestima, cuando aún es dependiente de otras personas.

Además, si se compara a los niños, se les enseña que hagan lo mismo. Siempre habrá alguien en la escuela que tenga una calificación mejor o peor que ellos, que esté vestido más a la moda y que tenga excelentes fotos en Facebook.

Los niños crecen con este hábito y lo aplican a otros entornos: a la universidad, al trabajo, a sus amigos. En todas partes habrá alguien “mejor” o “peor”.

La individualidad es nuestro valor

Leamos la declaración de Agnieszka, madre de siete hijos y autora del blog Family fun by mum:

“Cada uno de mis siete hijos es diferente: una persona diferente, una personalidad diferente. Es un shock para nosotros: la madre es la misma, el padre es el mismo, la misma casa y los niños son diferentes. […] No damos a luz “productos” iguales, de modo que, al poner el mismo esfuerzo en ellos, no se convertirán en seres idénticos.

Son personas y hay grandes diferencias entre ellas.

Cada niño tiene sus propias características personales, carácter, habilidades y sueños. El papel de los padres es detectarlos y tratar de ver a cada uno de sus hijos como una obra por separado.

Porque es en esta otredad donde reside su valor, no en la copia de los esquemas existentes. Reconocer la individualidad del niño y construir su autoestima sin comparar con lo que tiene otro, esa es la tarea.

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