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Claves para dejar de ser tan perfeccionista

Combate la exigencia valorizante y la hiperexigencia descalificante.
miércoles, 14 agosto 2019
Cortesía | Reduce el perfeccionismo que exiges a los demás

Si eres una persona perfeccionista sabes bien lo duro que resulta necesitar tener todo perfecto. Puede que incluso te hayas dado cuenta de lo inútil que resulta el perfeccionismo en muchas áreas. Tal vez haya cosas que tengan que ser o estar perfectas, pero eso no es necesario que esta premisa se cumpla en todo lo que te rodea.

Uno de los problemas de ser perfeccionista es que necesitas emplear mucho tiempo para pulir pequeños detalles, la mayoría de las veces sin importancia. Es posible que en estas ocasiones te des cuenta de que todo ese tiempo no ha merecido la pena, incluso que te sientas culpable por ello.

En algunos momentos, ser excesivamente perfeccionista les resta naturalidad y espontaneidad a las cosas. Así, si no puedes dominar todos los detalles, cualquier cosa que se salga de tu esquema te hará sufrir, impidiendo que disfrutes de lo que has preparado.

Perfeccionismo y excelencia
La excelencia es algo a lo que deberíamos aspirar todos para conseguir ser mejores, hacer cosas mejores y diferenciarnos. Entonces, ¿Podríamos pensar que, para ser excelentes, debemos ser perfeccionistas? No necesariamente: la excelencia como fuerza impulsora funciona muy bien, como obsesión es extraordinariamente limitante.

En el perfeccionismo no es la lucha por la excelencia lo que se convierte en un problema, sino que es la angustia del fracaso percibido lo que socava nuestra capacidad para dar algo por finalizado. De hecho, el perfeccionismo nos hace menos eficaces.

El problema es que los perfeccionistas tienden a posponer las tareas, porque se sienten abrumados y presionados ante la idea de que no han hecho las cosas como les gustaría y temen enfrentarse de nuevo a esa presión.

Cómo ser menos perfeccionista
El perfeccionismo afecta directamente a la autoestima de las personas. Un perfeccionista nunca está satisfecho con lo que hace y exige a los demás en una medida que, por lo general, no entienden. Los perfeccionistas son infelices porque se sienten atrapados en su propia trampa.
Salir de esa jaula simbólica y empezar a vivir de manera más flexible te hará ver que no siempre es necesario pulir cada detalle, que lo que está por hacer es mucho más interesante que seguir dándole vueltas a lo ya has hecho.

Reduce el número de asuntos en los que quieres ser perfecto
Uno no puede dejar de ser perfeccionista de la noche a la mañana. Es un proceso que lleva tiempo. El perfeccionismo suele estar tan arraigado que arrancarlo de cuajo no solo es doloroso, sino que es casi imposible. Siempre queda una raíz que atormenta.

En lugar de querer cambiar radicalmente, reduce el número de asuntos en los que buscas el perfeccionismo. Poco a poco, elige en qué áreas o en qué aspectos de tu vida puedes ser más flexible y puedes aceptar ser menos perfeccionista.

Reduce el perfeccionismo que exiges a los demás
Los perfeccionistas consigo mismos suelen ser muy exigentes con los demás y controlarlos en exceso. Pero las personas son como son y no como a ti te gustaría que fuesen, y no puedes exigirles que tengan la personalidad que a ti te gustaría.

Disfruta de los matices de la vida

Un perfeccionista lo ve todo blanco o negro, perfecto o imperfecto. Pero, así la capacidad de sentir satisfacción por lo realizado se ve muy limitada. Hay tonos, colores y matices y aprender a discriminarlos te va a conceder la posibilidad -maravillosa y sencilla- de disfrutar del producto de tu trabajo y del de los demás.
Ten presente la subjetividad con la que hacemos juicios. No olvides que cuanto más amplia sea tu perspectiva más podrás disfrutar de la cosas. Aprende a reconocer cuándo algo es suficientemente bueno y sigue adelante.

Alimenta tu sentido del humor

El humor es flexible, permite ver más allá, apreciar matices nuevos, divertirse con las imperfecciones. Pero los perfeccionistas no suelen ser personas divertidas, no en lo que hace referencia a aquello en lo que buscan la perfección. Sin embargo, reírse de los defectos, aunque sea de los propios, te ayudará a relajarte, a disfrutar de lo que has hecho.

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