Cómo hacer salsa blanca para pasta

La pasta es uno de esos platos que suelen gustar a todo el mundo y es, además, un producto muy agradecido, ya que siempre está sabroso, independientemente de las técnicas que se empleen para su cocinado. Salsa pesto, salsa boloñesa, salsa carbonara… la lista de opciones para acompañar este plato son infinitas.
Hoy te queremos hablar de la salsa blanca, una propuesta deliciosa y fácil de elaborar para aquellos amantes de la gastronomía que no tengan mucha experiencia detrás de los fogones. Aunque muchos la confundan con la salsa Alfredo, queremos destacar que se trata de dos recetas completamente distintas.
Esta es súper más fácil y sencilla.
Ingredientes:
Dos cucharadas soperas de mantequilla
Tres cucharadas soperas de harina de trigo
Una taza mediana de leche
Sal
Pimienta
Nuez moscada (opcional)
Preparación:
Dependiendo la cantidad que vayas a preparar, debes elegir una olla acorde a la medida.
Lo primero que debes hacer es poner dos cucharadas de mantequilla en una olla al fuego para que se derrita. Es esencial no utilizar temperaturas muy elevadas, ya que el objetivo es que se deshaga poco a poco, no que se queme.
Mientras la mantequilla se está derritiendo, puedes tomar una “ollita” pequeña y añadir la leche que has preparado previamente en una taza mediana. Recuerda que debes poner la cacerola a fuego lento, ya que tendrás que retirarla justo antes de que la leche empiece a hervir.
Cuando la mantequilla se haya derretido, incorpora a la cazuela la harina de trigo. Es mejor que la vayas añadiendo poco a poco para que se ligue bien con la mantequilla y no queden grumos. No te olvides de remover constantemente la mezcla, así quedará una pasta completamente homogénea y con una textura cremosa. Una vez hayas añadido toda la harina, remueve durante un minuto para que la mezcla sea perfecta.
Una vez tengas esta pasta cremosa, vierte la leche. Igual que con la harina, es fundamental que vayas añadiendo la leche poco a poco a la mezcla.
La clave está en hacer nuevamente una textura cremosa, fina, suave y sin grumos. Remueve la mezcla con una cuchara durante todo el proceso, hasta que todo quede bien ligado y esta empiece a hervir y a espesar. El fuego debe seguir a baja temperatura ya que, de lo contrario, los ingredientes no quedarían bien mezclados, aparecerían grumos, e incluso se podría llegar a quemar.
Tras verter la leche, verás que la mezcla empieza a hervir. Sigue removiendo bien hasta que espese y, cuando lo haga, calcula unos dos minutos para sacarla, pero siempre vigilando para que no espese demasiado.
Una vez la salsa haya espesado, es el momento de retirar la cazuela del fuego y añadir la sal y la pimienta. La cantidad dependerá de tu gusto personal y del punto de sabor que quieras darle a la receta. Si te gusta la nuez moscada, ahora es el momento de poner la cantidad deseada.
A esta salsa puedes añadir otros ingredientes como: maíz, guisantes, champiñones, tocineta, trozos de pollo ya cocinados.
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