“Yo no pido chocolate, ni ron, yo pido casabe”

Toqué suelo argentino una madrugada del 27 de agosto de 2016, de los 23 kilos que me permitía la aerolínea en una de mis maletas reservé cuatro para mis tortas de casabe, los compré en la “Redoma de Otilio” -San Félix- el día anterior, porque yo sabía por experiencia previa que aquí no vendía eso.

He sido “casabera” desde siempre, en mi casa podía faltar arroz, pasta, harina PAN, pero casabe no, así que fue una de las cosas que más me costó dejar atrás.

Cuando llegué a la casa de mi mamá en La Plata (Buenos Aires) –que es residente hace más de 10 años- lo primero que buscaron en esas maletas fueron las tortas que yo quería reservar para mí, pero que va… duraron escasamente una semana.

Desde ese momento he logrado que me envíen desde Venezuela dos tortas. Yo no pido chocolate, ni ron, yo pido casabe, porque es que no hay nada más triste que comerse un sancocho sin eso. ¿A qué le puedes poner queso crema o un atún?

Despecho casabero

Una parrillita argentina con un casabe tostadito en la rejilla sería “la tapa del frasco”, pero como dice el dicho: “Nada es perfecto”, así que tuve que cambiar acompañantes como la salsa de ajo, bollito y ensalada rallada por vegetales al carbón como pimentón, cebolla, batata o piña, en la vida me iba a imaginar que fuera tan delicioso.

Argentina es rica en gastronomía, sin duda son los reyes de la parrilla, pero aquí no hay cabida “cartón prensado” como le dice el esposo de mi mamá que es más argentino que el tango, así que yo sigo esperando por ese emprendedor venezolano bonarense que pueda hacer mi tan anhelado casabito.

Si usted es tan casabero como yo y piensa emigrar, prepárese le viene un despecho enorme.

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