Especiales

Vivencias al extremo en Vietnam

Hanoi es una ciudad con 9 millones de habitantes, y quizás 7 millones o más de ellos manejan motos. Así que el primer choque cultural que tuve fue el tráfico. Es una locura.
miércoles, 03 julio 2019
Vietnam
Cortesía Jenmar Lárez | “A Venezuela la llevo conmigo siempre”

Llegué a Hanoi, Vietnam el 28 de enero de 2018. Esa fue la primera vez que realicé un vuelo Internacional, y la verdad es que fue todo un reto extravagante, no solo por el país de destino, sino por los seis aviones que tuve que embarcar, además de las 14 horas de escala entre cada vuelo.

La travesía duró alrededor de 40 horas. Ya cuándo llegué a mi destino ¡Me sentí una campeona!

En Vietnam me recibió mi esposo. Aún era invierno, recuerdo que eran unos 9 grados aquel domingo en Vietnam, sábado en la madrugada en Venezuela.

El cambió de temperatura me afectó. De los 30 grados que siempre hacen en Venezuela, sentí el clima vietnamita un poco drástico, pero ni modo, intenté saborearlo hasta que lo disfruté.

Hanoi es una ciudad con 9 millones de habitantes, y quizás 7 millones o más de ellos manejan motos.

Así que el primer choque cultural que tuve fue el tráfico. Es una locura.

Aquí el rojo del semáforo significa sigue, el verde sigue y el amarillo, sigue. Aquí no hay izquierdas, ni derechas.

Hay pasos peatonales que en realidad muy pocas veces los he podido caminar, hay aceras convertidas en estacionamientos de motos, aquí debemos tener cuatro ojos.

Dos en la cara, y dos en la parte de atrás de la cabeza. Durante tres meses no vi el cielo azul, ni el sol.

Hanoi significa: ciudad entre lagos. Y por eso mismo la humedad es tan intensa.

Los vietnamitas que he conocido han sido amables, generosos y atentos. Siempre me sonríen, así yo no les entienda nada y ellos tampoco a mí.

Muy pocos hablan inglés y yo solo sé cuatro palabras en vietnamita.

Lo más enriquecedor para mí ha sido encontrar iglesias cristianas. Yo soy cristiana evangélica y este país es budista, así que me preguntaba sí de alguna manera iba a poder seguir creciendo en mi fe, y gracias a Dios, he podido.

Me ha sorprendido ver y conocer a personas de tantos países: Alemania, Brasil, Bangladesh, Estados Unidos, Nueva Zelanda, Filipinas, Corea del Sur, Angola, Zimbabwe, etc, que practican mi fe, y que hablan de Dios con tanto amor y cuentan testimonios tan impactantes.

Es cierto, la Gloria de Dios cubre la tierra. Dios reúne al mundo en Hanoi para adorarle.

En Hanoi he trabajado como maestra de inglés para niños.

Este reto me generó mucho temor en un principio, porque sentía y aún siento mi nivel de inglés no tan avanzado como debería ser. Y bueno, esta es la primera vez que estaba fuera de mi país hablando el inglés que autoaprendí viendo MTV y haciendo cursos.

Cuando vi la oportunidad, obtuve mi certificación Tesol (como profesora de inglés como segunda lengua para extranjeros). He disfrutado mucho esta experiencia.

 

Mi querencia

Lo que más extraño de mi país es a mi familia y el no poder estar en tantos momentos especiales o en el día a día y más con toda la situación que esta atravesando el país.

No sabría cómo expresar lo angustiante que llega a ser para quienes emigramos, ver cómo el país está tan afectado.

Ese dolor es como un luto, pero sin dejar de tener esperanza.

A Venezuela la llevo conmigo siempre. Y no puedo expresar cuánto extraño comer arepa con queso blanco y mantequilla. O una empanada de carne mechada, con salsa de ajo y una malta. Yo no cambio la comida de mi país.

En todo este tiempo bailé en tarima en el Global Volunteer’s Day representando a mi país con la canción “Venezuela”.

También formé parte del coro de la iglesia cristiana internacional Hanoi International Fellowship.

Fui modelo de manos del spa a donde voy. Me pidieron que fuera la imagen de un colegio para un reportaje que transmitieron en televisión nacional y estuve en la portada de la revista anual del grupo internacional de mujeres Hanoi International Women’s Club. Lo que nunca hice en mi país, aquí se me Dio y de forma natural.

No sé hasta cuándo permaneceré en Vietnam, pero cada día le agarro un poco más de cariño a esta cultura tan diferente a la mía.

Puedo decir que Dios ha sido fiel, y que he visto su bondad en toda esta travesía.

Definitivamente Él nos puede llevar más allá de lo que pudiéramos soñar.

 

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