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Rosario Castellanos, el rescate de los mitos eternos

En el primer volumen, el más conocido, narra la trágica rebelión de Chiapas, en el año de 1869.
domingo, 25 junio 2023
Cortesía | La acción se desarrolla en el ambiente mágico del choque de dos culturas

Recibo prácticamente al mismo tiempo, su último libro de ensayos y la trágica noticia de su muerte. Como embajador de México en Israel, ella misma administraba un curso en la Universidad Hebraica de Jerusalem: “Problemas de identidad del ser mexicano”.

Además de los alumnos de los alumnos regulares, la oían muchos profesores, diplomáticos, periodistas, escritores. Lúcida e irónica, inquieta e inquietante, contentaba a Samuel Ramos, Octavio Paz, Xavier Villaurrutia, José Gorostiza. ¿Quién de los que participaron del derroche de espíritu, pudo olvidar aquellas tardes, a las cinco en punto, en la Universidad de Jerusalem?

Con Rosario Castellano comienza la literatura de mujer mexicana, al hacer de la condición de mujer y de mexicana la línea central de su obra. Nacida en la ciudad de México, en 1925, pasó la infancia en Chiapas, en una propiedad paterna, donde creció totalmente alejada del mundo exterior y donde su conciencia se abrió al mundo, desgarrada entre dos conceptos mágicos: el de la religión católica y el de los mitos degradados de los indios, el vínculo con la tierra y sus dioses. “Para conjurar los fantasmas que me rodeaban”, dirá más tarde “sólo tuve a mi alcance el lenguaje”.

Susurrar al origen -ahí el sentido de las palabras. “El rescate de las cosas del naufragio que es el tiempo, el olvido y la muerte, para dotarla de una especie de eternidad”.

En ese lenguaje sin embargo, más allá de ella, está el mito. Con ese instrumento lógico, Rosario formaliza un modo de pensamiento, que genera su propio mundo significativo. Con un estilo de crítica a la sociedad occidental, ese sistema de signos que es el mito corresponde a un contexto social determinado. Lo real, puede entonces, convertirse en objeto de percepción intelectual y tornase visible.

Cuando su único hermano perdió la vida en un accidente, el padre repartió las tierras a los indios, según establecía la reforma agraria mexicana, y la familia emigró para la capital.

Allí, Rosario estudió filosofía y literatura en la Universidad Nacional Autónoma de México, donde posteriormente fue profesora. Perteneció a la generación de Jaime Sabines, Jaime García Terrés, Rubén Bonifaz Nuñez y Carlos Fuentes.

Por un lado escribía, sobre los problemas más trágicos y dolorosos de la literatura mexicana y, por otro, se presentaba bajo un aspecto amable y risueño, de humor inagotable y lúcido, una presencia mágica con la palabra cálida, no obstante firme, no tenía una modestia fácil pero tenía un modo autentico de ser.

En la tesis de graduación, defendió la existencia de una cultura femenina. Su libro La Mujer que sabe latín.. refleja la actividad en pro de la igualdad de los derechos de la mujer. La mostraba a través de los siglos, en una historia de sumisión, musa sin personalidad. Pero el libro también es un estudio sobre la presencia de notables escritoras en la literatura occidental, de Sor Juana Inés de la Cruz, y Clarice Lispector, pasando por Simone Weil y Silvina Ocampo.

Como un Espejo:

Hablando específicamente sobre la escritora en América Latina decía Rosario:

Cuando una mujer latinoamericana toma entre sus manos la literatura, lo hace con gesto e intención semejantes a aquellos que hace al tomar un espejo para contemplar la propia imagen. Ellas parecen haber descubierto antes de Roberto Grillet, que el universo es superficie. Y se es, para que perdamos la voluntad de buscar lo que esta más allá, por detrás del paño de fondo.

Lo maravilloso y lo terrible no se refugian en lo extraordinario, pero permanecen ocultos, guardando una mirada atenta que descubra, una palabra exacta que lo revele.

– La llegada de los conquistadores españoles redujo la diversidad de los dialectos precolombinos a la unidad del idioma castellano. Pasado el primer impacto, las cosas se fueron ubicando en la debida jerarquía: los indios en sumisión, los mestizos, en la tierra de ningún conflicto, el criollo en el ocio, el peninsular en el poder. Lo importante era ostentar los signos de distinción que evidenciase en el lugar en la sociedad. Hablar era exhibir los tesoros que poseía. A los monólogos enfáticos le correspondía la costumbre de callar. Las palabras se gastaron, cada una de ellas adquiere muchas voces. Es preciso someterlas a una baño de pureza para que recuperen su virginidad, hoy, los más jóvenes estan intentando convertir el lenguaje cotidiano en un lenguaje literario. Como eso, corren el riesgo de quedar en lo meramente coloquial, siendo comprendido apenas por un grupo pequeño. Pero los que tienen talento, irán superando esa limitación.

Ordenación del mundo:

Para Rosario Castellanos, “escribir es dar forma al caos, una interpretación de los oscuro. Escribir es transformar lo temido en legítimo, lo gratuito en necesario, Escribir es nacer de nuevo, en un mundo inocente, impregnado de belleza, donde el amor no es tristeza”.

A través del esfuerzo y perseverancia, afirma, el artista transforma el caos en Cosmos. La poesía, entendida como profesión es el intento de aclarar las cosas, ordenarlas y entenderlas “hacer poesía es como vivir religiosamente, es volver a entrar en contacto con aquello de que nos separamos”.

El acto de escribir se sitúa para Rosario, al nivel del instinto. La importancia concedida a la intuición, para un conocimiento profundo, configura una conciencia mítica, en la medida que corresponde “al pleno ejercicio de la imaginación, el órgano de la conciencia creadora y el reconocimiento del dominio humana”.

La facultad intuitiva permite el conocimiento de los estratos, no sensible ni lógicamente explicables de la realidad, una intuición creadora en sus diversos niveles, de cuya existencia sólo puede dar fe su ejercicio.

La aprehensión del mundo de Rosario Castellano, aprehensión nunca pasiva, pero siempre medida por la espontaneidad formadora de la mente, se organiza así en base a ciertas intuiciones fundamentales, configurando un pensamiento genuino. Esa conciencia mítica eje de las significaciones culturales, fundamentales de su obra, a través de los símbolos y mitos que afirman la presencia de un plano inespacial e intemporal ante lo cual se proyecta la vida concreta a que sirve de referencia.

De esta manera la tradición mítica que sirvió de base las sucesivas reelaboraciones poéticas y filosóficas, recorre como un hilo de Ariadna la historia de occidente y se manifiesta a cada paso en el campo de la literatura.

Novela Indigenista:

El concepto de novela para Rosario Castellano, se basa en Thomas Mann, uno de sus autores predilectos: “aspiraciones al conocimiento lucido”.

Encontrar relaciones de causa y efecto en los fenómenos, el espacio es una de las categorías del pensamiento y muestra al mundo dominado por deidades caprichosas que pululan en nuestras mitologías. Como novelista se incorpora a la tradición indigenista novelista mexicana, originaria en Martin Luis Guzman y Mariano Azuela, que culmina en la obra de Juan Rulfo.

Dio nuevo sentido a esa tradición derivada, hasta entonces, de la noción europea del Buen Salvaje. Mostró inclusive, como la miseria atrofió las mejores cualidades de los indios. RC traza una visión que es fruto de la experiencia directa, mostrando el lado dramático del problema de indio. El indígena según nos decía, fue, para ella inicialmente parte del paisaje, después, se dio cuenta que era la base de su importancia, como clase social es la contrapartida del sentimiento de superioridad. Con la reforma agraria, arruino el mundo eterno que había habitado, hasta que vio en la toma de conciencia, un deseo de rescatar la culpa que sentía. Trabajo en Instituto Nacional Indigenista y escribio sus principales obras de ficción: Balún Canán (1957), Ciudad Real (1960) y el Oficio de Tinieblas (1962). Posteriormente, Álbum de familia (1971).

En el primer volumen, el más conocido, narra la trágica rebelión de Chiapas, en el año de 1869. Muestra el punto de vista del indio y del blanco, la incomunicación y el desencanto de ambos.

En el Oficio de Tinieblas, de ritmo lento, la temática es la misma y el protagonista es el propio conflicto. En una diversidad de planos, presenta una visión panorámica del problema. El punto alto es el capítulo XXXIII que describe el sincretismo de los ritos indígenas y cristianos.

La acción se desarrolla en el ambiente mágico del choque de dos culturas, la de los españoles y la del pueblo tzotzil del valle de Chamula. El tiempo circular, aparentemente estático, no constituye una duración irreversible. Esta “búsqueda del tiempo perdido” es la búsqueda de la verdad, del tiempo original, que engloba todos los demás.

Las palabras dejan de ser signos para participar de las propias cosas y hacer surgir una nueva realidad. El lenguaje es la novela. Cumple funciones primordiales en el contexto de la obra, como elemento interno de la estructura. Delante del conflicto yo/mundo y de los enunciados que callan, la palabra es la única posibilidad de ser. El indio sólo puede existir en la enunciación de su experiencia, al asumir un lugar en el discurso cultural, pero para eso tiene que rechazar rechazar su propia humanización, salir de su habitat. Por la negación del lenguaje entra en ella:

Porque nada significa lo que ha sucedido sí las palabras no le dan forma

La posesión de las palabras, llena un vacío ético provocado por el desenraizamiento y la busca de identidad.:

Y ahí una brizna de viento para colmar el vacío de universo.

En la tensión memoria/esperanza no más los tradiocionales dualismos temáticos campo/ciudad, blanco/indio. El índio Pedro:

Salvaguardó su alma del poder de los extranjeros, dejó al margen de este trato lo más profundo y verdadero de su ser.

La fe en el poder de las palabras, como afirmó Octavio Paz, es una reminiscencia de la antigua creencia de que las palabras son dobles del mundo y, por tanto, una parte animada de él.

En ese regreso a las raíces poéticas de la literatura, a través del lenguaje, Rosario Castellano crea una convención representativa de la realidad que pretende ser totalizante cuando inventa una segunda realidad, una realidad paralela, finalmente, un espacio para lo real”. Mediante procesos cognitivos, el hombre se vio reducido al conocimiento estrictamente empírico. Esta reducción del conocimiento que alieno al hombre, imposibilitando la interpretación de la realidad, a través de la fundación del mundo por la palabra poética, o sea mediante, o sea, la constitución de signos nuevos que autentifiquen la realidad americana. La antigua literatura naturalista que se creía documento, dio lugar a la novela plurisignificativa y ambigua, que cuestiona el nivel de la lectura, en una ansia de totalización.

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