Especiales

Pacientes crónicos sobreviven con fe

El apoyo familiar y de amigos representa un factor importante para sus batallas y cumplir con los tratamientos.
viernes, 16 agosto 2019
Archivo PRIMICIA | La crisis ha impactado en el servicio de salud en el país

Ser un paciente con una enfermedad crónica en medio de la situación de crisis que se vive en el país es una condición agotadora. Aferrarse a la vida y procurar cumplir las indicaciones médicas se convierte en la prioridad.

Aunque la realidad de algunos pacientes es lamentable, muchos recurren a la fuerza de voluntad para superar su situación, reemplazan medicinas, algunos se donan medicamentos entre sí y otros simplemente dejan que “sea lo que Dios quiera”.

Pena de reconocer y el dolor de aceptarlo

“El Parkinson es una enfermedad progresiva del sistema nervioso que afecta el movimiento. Los síntomas comienzan gradualmente. A veces, inicia un temblor apenas perceptible en una sola mano, luego son habituales, aunque la enfermedad también suele causar rigidez o la disminución de la movilidad”, le indica una amiga a la señora Patricia Taple, que no tenía idea del porqué su mano izquierda y uno de sus pies se agitaban con frecuencia.

“Todavía me cuesta hablar de eso. Hace apenas tres meses que un neurólogo me dijo que tengo esa enfermedad. Me da mucho miedo y a veces siento vergüenza y tristeza de decir que es lo que tengo y lo que me pasa. Poco a poco estoy aceptándolo”, expuso.

De origen chileno, confiesa ser de naturaleza nerviosa y penosa. “Soy hipertensa, entonces me ha tocado obligarme a mí misma a tranquilizarme, a andar con pausa y relajarme. Tengo 70 años de los cuales 40 ha sido aquí en Guayana, me siento bien acá; sin embargo, no estoy lejos de también padecer la crisis, pues eso mismo es lo que me lleva a alterarme más”.

“Todos los días le pido a Dios que me ayude, mi esposo también está enfermo, sufre de neuropatía diabética, me toca cuidarlo también. Entre los dos nos apoyamos. Pero solo espero que todo sea poco a poco”.

Sus hijos emigraron, le ayudan desde donde están, pero la señora Patricia procura día a día por sus propios medios buscar lo que necesita para ir lidiando con su diagnóstico. Dice que trata en lo posible de no centrarse en el tema de la escasez, para no angustiarse y centrar “sus buenas energías y su fe” en conseguir lo que necesita para “sobrevivir”.

“Una enfermedad me reveló otra”
Claudia Martínez lidia con su condición de hipertensión y ser diabética a sus 47 años. Fue víctima de H1N1 y con ello descubrir sus padecimientos. “A raíz de una neumonía, por el virus, se me disparó la tensión y con eso el azúcar, gracias a Dios acudí rápido al médico, porque quizás estaría peor; una enfermedad me reveló otra”.

Tiene cinco hijos y le tocó aislarse, situación que le hizo sufrir mucho mientras estuvo enferma. “Esto fue hace 12 años y aún se me hace duro no sentirme mal por todo lo que me ha tocado vivir con eso y ahorita más, por como está la situación en el país”, expresa la señora Claudia.

“He recurrido a medicamentos alternativos; tengo casi cinco años que no voy a especialistas como tal por los costos de las consultas, los exámenes cuando puedo me los hago para saber algunos de mis valores, pero no llevo un control como debe ser, no es algo que diga con buena actitud porque no debe ser, pero no puedo pagar esas cosas, no me alcanza el dinero”, indicó.

Agradece a Dios que su familia la ha apoyado y que la empresa para la cual trabajaba ha colaborado mucho con donaciones para mejorar su salud, pues también ha padecido de otros males, como su problema con la columna vertebral. Cree que a su edad ya quizás la incapaciten, porque aunque desea volver a trabajar no está en condiciones para hacerlo.

“El ser humano sí tiene fortaleza, lamentablemente debe vivir situaciones difíciles para darse cuenta que sí puede lograr superar las pruebas y con ello creer más en Dios, confiar en él. Nos olvidamos de vivir una vida tranquila centrándonos en las cosas que de verdad importan y nos descuidamos en todo”, señala la señora Claudia.

“Sí, estamos viviendo situaciones de crisis en diversas áreas de la vida pero sí podemos superarlo. He contado con la ayuda de mi familia, de amistades; todavía hay gente buena, no necesitamos estar enfermos todos para saberlo y vivir la solidaridad y el buen corazón que todos podemos tener”, revela.

“El estrés me complicó todo”

Arminda González padece de hipertiroidismo –la tiroides es hiperactiva y produce demasiada hormona tiroxina-. Fue en el año 2008 que conoció su diagnóstico y es en ese momento en el que empieza su lucha. “Yo coordinada la unidad de terapia intensiva en un centro de salud de la ciudad, siempre estaba ocupada y además tenía situaciones difíciles en casa; el estrés me lo complicó todo”, dijo.

La señora Arminda confesó tener temor de querer compartir su historia; sin embargo, a sus 50 años considera que se debe ser valiente. “Que se me brotara el bocio -un agrandamiento anormal de la glándula tiroides- ha sido una de las cosas más fuertes, además de otros efectos de la enfermedad que son visibles; aunado a eso, al principio debía tomar un medicamento que no podía porque como soy asmática me complicaba más la salud, fue muy duro”.

“Tengo tres años sin asistir a una consulta con un endocrino, pues entre el costo del especialista, los exámenes y los tratamientos, no me va a rendir el dinero. Trato de controlar mis emociones, llevar una vida tranquila, cuidar mi alimentación; recurro a remedios naturales que me han funcionado para estar bien. Me cuido mucho. Tengo quien me ayude y a veces me donan algunas tabletas que traen de afuera”.

Su esposo e hijo la han apoyado mucho, sus compañeros de trabajo también han colaborado con ella con parte de su tratamiento y respaldo para enfrentar su enfermedad.

Cuidarse para poder cuidar
“El 2016 fue un año durísimo para mí; mi hijo se iba del país y me confirman que tengo cáncer de mama”, comentó Maritza Moreno, quien recibió una imagen por teléfono que la llevó a realizarse un autoexamen y callar para no “interrumpir” el viaje de su hijo.

“Luego del estudio que me hicieron en Caracas, decido hacerme una mastectomía total y con ello ocho ciclos de quimioterapia”. Todo fue costeado por la señora Moreno y su familia; sin embargo, los tratamientos que debía recibir posteriormente, además de una infección de la cual fue víctima, la llevó a recurrir a amigos y algunos compañeros.

“Fue difícil para mí, tuve que armarme de mucho valor. Decirle a mi hijo que luego de haberse ido me diagnosticaron cáncer tipo III invasivo, fue un golpe. Bajé de peso, tuve que trabajar muchísimo mis emociones, gracias a Dios mi familia estuvo conmigo y mucha gente que me ayudó”, expone.

Fue justamente ver tanta gente ayudándola lo que le alimentó la voluntad de luchar día a día. “Yo tengo ganas de vivir, confío en el tiempo de Dios, por ello no hay día en el que no agradezca la oportunidad de continuar aquí y de poder cuidarme y estar sana”. Aún cumple con un tratamiento para cerrar esa etapa de su vida, cuesta conseguirlo, adquirirlo y le generan efectos secundarios que diariamente está sobrellevando. También comenta que a veces se aísla de la realidad para estar tranquila, compartiendo con sus seres queridos y centrando su atención en atender sus prioridades.

“Por mi hija lucho”

“En el 2008 me diagnostican artritis reumatoide; los dolores eran horribles, me indicaron un tratamiento y lo cumplí; sin embargo, surgieron otros síntomas que el especialista no consideró para determinar de una vez lo que de verdad tenía”, dijo Rosibel Campos, de 30 años de edad.

Luego de su primer embarazo una hinchazón que no bajaba la lleva a realizarse otros estudios y exámenes que arrojarían algo inesperado: Lupus.

“No ver a mi hija por 15 días fue muy doloroso y creo que eso mismo me llevó a sacar fuerzas de donde no sentía que tenía para salir adelante”. Comenta que le dijeron que si los médicos manejaban ese diagnóstico, su deseo de ser madre pudo haber sido truncado.
Parálisis facial, cambios en su presión arterial, problemas con su piel y cabello, complicaciones de salud, son algunos de los síntomas con los que ha tenido que lidiar.

“Hay días que sencillamente no me quiero levantar, es difícil porque hasta los cambios en el clima me afectan. Mi esposo, familia y amigos han apoyado mucho, sin embargo a veces no comprenden ese ‘lobo’ que llevo por dentro que me ataca y me tumba; pero por mi hija lucho”.
Campos recibió tratamiento en pleno diagnóstico, para frenar un avance “vertiginoso” de la enfermedad; aún se mantiene en control pues le dicen que puede llevar una vida plena, pero con cuidados.

Desea ampliar su familia; sin embargo, el riesgo es muy grande y el miedo es algo que les invade. La situación país también es una amenaza porque los costos de los medicamentos y de los cuidados no pueden costearse. En los centros públicos la situación es también limitada.

Rosibel expresa que “confía en Dios y día a día y se compromete a tener buena actitud para superar su enfermedad, que le costó asimilarla, aceptarla, pero que ahora ya tiene un lugar en su vida.

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