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Luis Zambrano: Me pesa la ley de la gravedad….

Aquí en esta silla donde estoy sentado a lo largo del día, sólo me muevo para girar como un compás. Aceptó mi situación, sé que estoy purgando el dolor que provoque a otros.
domingo, 13 noviembre 2022
Cortesía | En el universo no parece haber verdades absolutas

¡Maldita sea la ley de gravedad! Todos los días, a toda hora lucha contra mí, obligándome a seguir postrado. Quisiera desprenderme de esa ley descubierta por Newton, y no soy manzana.

Muchas veces me he preguntado como alguien tan solitario y huraño, pudo hacerse una pregunta que nunca nadie se había hecho: porque las manzanas, los cuerpos y todos los objetos caen en lugar de ascender y relacionarlo con la órbita lunar y además demostrarlo matemáticamente dos veces la primera la vez la comunidad científica le pareció el afirmar que lo había calculado un gesto de arrogancia por eso le devolvieron sus folios, y decidió en esa ocasión ocasión no publicarlo y en un gesto burlesco dijo: Logre hacerlo montado sobre los gigantes, haciendo directa referencia a la baja estatura y la joroba del presidente de la Royal Society, pero se volvió más huraño y los alumnos de la universidad se burlaban de sus cabellera desordenada y de que a sus clases nadie asistía, por eso cuando Halley tuvo casi que rogarle que rehiciera los cálculos que demostraban la existencia de la ley de gravedad tardo 3 años en hacerlo y demostrar de una vez por todas que el universo se mueve por leyes armónicamente, por acá a este desordenado taller vino un profesor de física con sus alumnos, hablo con pasión de su vida y de sus descubrimientos de la importancia de las matemáticas, fue alguien único, y pocos en su época podían comprender sus verdades y su solitaria intrepidez, que fue capaz de llegar el extremo de pincharse el ojo con un punzón para comprender la luz.

A diferencia de él, todo lo descubrí intentándolo, arriesgándome y muchos fracasos tuve, que de tanto insistir lograba convertir en máquinas para ayudar el arduo trabajo de los campesinos, pude conocer de arriba abajo los motores como aprendiz de mecánico entre tractores, sin ninguna preparación matemática, tanto es así que a veces mi intuición me hace dudar de la dichosa ley.., y lo que en realidad me pesa es el tiempo.

Pronto llegará el momento en que logre librarme de la llamada ley de gravedad, o del paso del tiempo. Mientras, sólo me resta cumplir los mandamientos más sagrados de mi existir: “pensar y hacer.”

Pero ahora sólo me queda “pensar y recordar” todo aquello que lleno mi vida; ese remembrar es un sosiego. Eso haré en estas líneas buscan perpetuar una existencia: la mía.

El agua y su fluir siempre fueron para mí el signo de la vida y el renacer. Nunca se detiene, sigue siempre su destino hasta llegar al ancho mar sin que allá piedra, montaña o desierto que la pueda parar.

Mi vida también ha sido una batalla desde niño, entre caídas de agua, molinos hechos de naranjas, paletas de madera entre corrientes de riachuelos esos fueron mis juguetes.

Soy un inventor, para algunos un tecnólogo que con maña aprendió, a pesar de no haber ido a la universidad, aunque la Universidad de los Andes me hizo doctor honorífico, lo cual me pareció un absurdo, quizás por eso muchos ingenieros se la pasan por Bailadores para ver mis inventos, y les cuesta creerle que alguien que no estudiará física o matemática pudiera crear energía eléctrica, o taladros movidos por el poder de chorrerones y molinos de agua.

A pesar de la dudosa fuerza de la gravedad, existo y seguiré existiendo un tantito más, a pesar de que cada paso que doy, está dominado por el dolor, pero no por eso voy a dejar de moverme. Sólo lo haré cuando llegue el momento de migrar y reencarnar.

“Los dónde y cuándo” nunca me han importado mucho: dónde se creo el universo y cuándo nunca han sido problema para mí.

Sí, me hubiese detenido en esto, no hubiera hecho nada excepto dudar y perder la fe. Pensé e hice porque sólo me importaron los “qué” y los “cómo.” He indagado esos dilemas desde niño, hasta llegar a ese bendito motor que durante casi treinta años fue mi obsesión y oración predilecta a Dios: El Turbo-Zam de no más de 90 piezas inspirado en el movimiento circular.

Redescubrí que Dios, es el primer motor es la causa de que el universo se mueve eternamente. El buscar con desesperación el motor perfecto me llevó a encontrar la esencia de la divinidad. Al imitar el movimiento de la tierra sobre sí, y alrededor del Sol.

Aquí en esta silla donde estoy sentado a lo largo del día, sólo me muevo para girar como un compás. Aceptó mi situación, sé que estoy purgando el dolor que provoque a otros.

Estos son los últimos amarres que me atan a la vida. Pronto me desataré de la ley del mal humorado Newton, y cuando lo haga espero no reencarnar otra vez, pues si lo hago vendré para seguir inventando y dando bienestar a los que me rodean.

La otra noche volvió mi madre, Natividad del Carmen Molina, entre las tenues sombras de la noche para recordarme que estaba pronto a desencarnar.

De la antigua sabiduría egipcia aprendí a creer en lo que se es, pero siempre a pesar de nuestras creencias ocurre lo inverosímil. Porque a pesar de la ciencia lo sobrenatural existe. Siempre he dicho que hacer un motor no es difícil, lo difícil es hacer una lechosa.

Algunos dirán: “Este don Luís está loco.” Ahora viene con eso de la reencarnación. Pues si creo en ella. Pero, también existe la ley de la compensación, a pesar de la incredulidad de muchos. No sólo en la mecánica toda causa tiene un efecto, en la vida ocurre lo mismo.

Todo el bien y el mal que hagamos en esta vida lo pagamos con nuestra dicha y con nuestro dolor aquí, no en el purgatorio o el infierno. Nuestro destino, lo escribimos con nuestros pensamientos y nuestros actos.

Las armonía y las leyes del universo son una metáfora, que nos hablan de los ocultos sentidos del existir, al encontrarlos, quizás nos guíen sino a la felicidad al menos al sosiego. Eso lo comprendió Isaac Newton, de ahí su febril afán por encontrar las leyes que rigen los movimientos de los cielos, que lo llevaron a la alquimia, la cábala y a releer los secretos de las sagradas escrituras que lograron apaciguar su inquietud…

Recuerdo lo ocurrido a un viejo amigo cuando trabaje en el Páramo, cerca de Mucuchíes, a pesar de los años nunca he podido olvidar ese relato, que finalmente me convenció de la reencarnación.

Ángel Ramírez tuvo una hija, hasta los cinco años vivieron en Mérida entre mucha felicidad creció Angelina. De manera inesperada murió, en unas de esas pestes que llegaron a Mérida a mediados del siglo pasado.

El padre no se conformó con abandonar la casa, sino que la hizo arder en llamas. En Mérida, entre frío y aburrimiento, fue el tema predilecto de las conversaciones en las plazas, y calles por meses.

Hasta en las fiestas santas fue la comidilla de todos, pues una cuadra completa estuvo a punto de ser devorada por las llamas nacidas de su dolor. Ángel con su esposa para borrar sus penas se fueron a vivir a las afueras de Mérida, donde tuvieron otra hija.

Y sin pensarlo mucho, decidieron bautizar con el nombre de la difunta, el mismo día que murió su hermana. Al cumplir los cinco años una fuerte fiebre la devoraba, entre sueños y pesadillas le relató a su padre, con detalles que describían la casa que fue devorada por las llamas, reviviendo entre gritos y sollozos la muerte de su hermana.

La niña muerta había reencarnado, no tiene para mí otra explicación. Por ello, repito, con insistencia a todos las sabias palabras de Hermes Trimegistro: “por no creer, tenemos derecho a no dudar.”

Con las verdades pasa lo que dijo Albert Einstein son relativas, depende del momento y el lugar en que la expresemos. Por eso decía sobre su teoría de la relatividad: “la única justificación de nuestros conceptos, reside en el hecho de que son útiles para describir nuestras experiencias; pero fuera de esto no tienen otra verdad.”

En el universo no parece haber verdades absolutas, todo es cambio y transformación, como diría los gnósticos de Heráclito. Incluso el bien y el mal parecen relativos, no pueden existir el uno sin el otro.

El bien absoluto solo puede existir en Dios. Pero el bien terrenal no puede existir sin la mancha del mal, pues el Ángel rebelde tiene derecho al dominio de lo terrenal, no en vano en el libro de Job se tutean y Dios aceptó el reto de Satán, para poner a prueba la entereza de Job y hacerlo sufrir sin compasión, y en un curioso diálogo Yahvé termina recriminandole su no aceptación del dolor como lo hiciera Abrham, demostrando en la ira divina lo inescrutable que es Dios y la eternidad.

El mundo creo se ha convertido en un purgatorio, porque consideramos como un bien, a cada uno de los males. Esa es la causa del dolor: confundir el bien con el mal, pero existen mezclados como el atardecer y el amanecer.

Hasta la electricidad y la estabilidad de la materia se deben a la atracción de lo positivo y lo negativo. Lo sabré yo, que estoy postrado aquí a la entrada de lo que fuera un famoso taller, donde todo se movía por la tensión de las fuerzas que atraen y repelen a todos los cuerpos sobre la Tierra.

Muchos trabajos he realizado a lo largo de la vida, el último ha sido recordar, recordar, pero recordar para qué. Los desvelos que tuve ¿Serán útiles a alguien? Muchos creen conocerme, pero nadie me conoce como yo.

Durante años he tratado de indagar las oscuridades del alma y dominarlas, pero en ocasiones la inquietud me domina y arrebata el sosiego que busco. Creo que he podido pasar la mayor cantidad de días de la existencia sin dejar que “la noche se cierre al mediodía,” y, ¿Creo una cosa? Si lo logré, será una de mis grandes victorias.

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