Lourdes de Gago: “si no hay servicio no hay milagros”

Dicen que la vocación de servicio es una virtud que radica en el alma; aunque tengamos influencias desde pequeños que nos enseñan a amar el prójimo, servir con pasión y entrega es una decisión personal.

Ciudad Guayana -una de las ciudades más jóvenes del país- ha tenido la dicha de recibir personalidades que hicieron de ella su centro de operaciones para ayudar a los más necesitados.

Hoy, precisamente hablaremos de una mujer que con su labor ha dejado huellas indelebles durante su recorrido, hoy conoceremos más sobre Lourdes Teresa Itriago de Gago.

El reloj marca las 9:49 a.m., la puerta se abre y deja ver a una mujer de porte elegante y cálida sonrisa que con gran entusiasmo nos invita a adentrarnos en su hogar.

Cada rincón a la vista luce impecable, bien cuidado e iluminado tenuemente. Sobre el sofá principal reposan tres grandes agendas que más adelante ocuparemos.

“Escoge el lugar que más te guste para conversar”, dice la dama señalando el amplio espacio.

Rápidamente nos acomodamos en la mini sala con la luz entrando por la ventana e iluminando de frente a doña Lourdes. Su cabello cenizo cuidadosamente recogido deja al descubierto sus facciones resaltadas por un labial rojo carmín.

Su atuendo monocromático gris va a juego con los accesorios que escogió para esta ocasión en la que nos cuenta las anécdotas de sus 84 años y que intentaremos plasmar.

Desde el hogar de la señora Lourdes

Conversar con doña Lourdes se hace muy fácil, no hay necesidad de romper el hielo, ella habla con transparencia y rememora su vida con gran lucidez.

Nació el 25 de enero de 1939 en Caracas, fue la primera hija de Hilario Itriago Pérez y Lourdes Teresa Camejo.

Del matrimonio también nacieron; Teodoro, María, Hilario y Pedro Guillermo, todos educados estrictamente bajo las buenas costumbres, la religión católica y la importancia de la familia.

La devoción de su hogar era la advocación mariana Nuestra Señora del Perpetuo Socorro. “Era la reina de la casa”, comparte.

Estudios

Lourdes es amante del arte y desde muy pequeña mostró interés por la lectura, los grandes pensadores, poetas y la música clásica.

Sin dudas, este último se relaciona con la influencia musical de su abuela materna; Sara Pérez Gil, pianista, a quien se refiere como una mujer maravillosa y de gran belleza.

Conforme fue creciendo su formación académica transcurrió con normalidad en instituciones católicas, hasta el bachillerato. Entrar a la universidad fue más complicado, ya que su padre no simpatizaba con la idea.

Finalmente aceptó y a los 18 años de edad Lourdes fue inscrita para estudiar en la Facultad de Económica en la Universidad Central de Venezuela (UCV), pero no pudo culminar estudios.

No obstante, el deseo de aprender nunca se detuvo, así que además de dedicarse a la vida hogareña realizó cursos de Fonología y Audición del Lenguaje.

Llegada a Puerto Ordaz

A los 22 años de edad, Lourdes se casó con el ingeniero metalúrgico Oscar Gago (fallecido el 4 de agosto de 2014), graduado en los Estados Unidos, quien recibió una propuesta de trabajo en la Siderurgica del Orinoco (Sidor), lo cual los traería a instalarse en la pujante Puerto Ordaz.

“Aquí empezamos, iniciando todo este movimiento de Puerto Ordaz, fuimos testigos de cómo la ciudad fue creciendo. Ya existían las industrias, la Siderúrgica del Orinoco, la Orinoco Mining Company, ya era una ciudad encaminada”, comenta.

Sidor les asignó una casa -misma en la que hoy nos recibe- que se convertiría en el nuevo hogar junto a su esposo y sus venideros cinco hijos: María Enriqueta, Tomás Hilario, Oscar Guillermo (fallecido el 28 de diciembre de 2022), Carlos Abigail y Eduardo Federico.

Sus primeros años en la ciudad estuvieron dedicados a la familia, el cuidado de los hijos, la atención del esposo y desde luego, la educación católica prevalecía.

Servicio al prójimo

Conforme a los niños fueron creciendo, doña Lourdes y su esposo asistían a eventos sociales, casi siempre en el Club Caronoco, donde se reunía la clase trabajadora de las Empresas Básicas de la ciudad.

Allí conoció personas con las que poco a poco comenzó las nobles labores; reunir canastillas para quienes lo necesitaban, obras sociales en colegios desfavorecidos, incluso, formó parte del Comité Femenino de Sidor desde donde realizaban proyectos de beneficencia.

Pero para esta admirable dama, la primera enseñanza de caridad la obtuvo de su madre, una mujer que irradiaba humanidad.

Fundaserpe

La Fundación Amigos del Servicio Pediátrico “Menca de Leoni” (Fundaserpe) se creó en 1982, pero no prosperó, sino, hasta 1986 según el acta asentada en una de las agendas.

Fue iniciativa de los doctores Miguel Trejo, John Essa, Gilberto Pinto y Eduardo Báez, todos del Hospital Raúl Leoni de Guaiparo, quienes visualizaron la necesidad de contar con el apoyo de la sociedad para gestionar insumos requeridos por los pacientes pediátricos del Menca de Leoni.

Tiempo después se convirtió en su presidenta y trabajaron ininterrumpidamente hasta el 2020. Llegando a ser atendidos en el pediátrico 340 niños diariamente.

El equipo de Fundaserpe organizaba grandes conciertos en la ciudad para recaudar fondos con artistas de talla nacional e internacional como Oscar de León, Franco De Vita e Ilan Chester.

Organizaciones y empresas privadas como la Fundación Ronald McDonald y Westalca C.A se sumaban siempre que podían a la causa.

“Si no hay esa comunión de ideas y la vista puesta en lo que se puede realizar en la unión, no puedes hacer nada, una sola golondrina no hace verano”, expresa la señora Lourdes en agradecimiento a todos los que hicieron posible cada obra de la fundación.

Visión Fundaserpe

Actualmente, el futuro de Fundaserpe es incierto, desde el cese de sus actividades se ha debatido cuáles serán los próximos pasos a dar, pero el panorama económico en el país es desfavorable para lograr una reactivación total.

Y así, con un baúl de recuerdos interminable la señora Lourdes se despide, con la misma sonrisa que nos recibió y con la convicción de que todos esos años de servicio valieron cada segundo, cada lágrima, cada esfuerzo.

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