“Lo más fácil fue la barriga, la aventura vino después”
Es complicado ser médico y madre a la vez, porque tienes conocimientos que no quisieras tener en los momentos de más angustia, o al menos así considera la doctora Adriana Arteaga.
A sus 41 años, tenía un hijo de 11 años (Adrián David) y un posible embarazo positivo, pero para no ilusionarse, le pidió a su esposo (no médico) que le hiciera el eco mientras ella le explicaba cómo hacerlo.
Aunque él le dijo que veía tres criaturas gestándose, ella no le quiso creer y fue a buscar una opinión profesional. Lo que creyó como un chiste, terminó siendo una realidad: son trillizos.
“Todo el mundo se enteró que eran tres, yo no lo podía creer, no me podía ni parar de la camilla”, revela.
A partir de allí empezó su investigación, debido a que había riesgos por su edad, hipertensión, le indicaron dietas y cuidados, de hecho, estuvo en reposo absoluto.
“Una semana más en la barriga era un logro”, sostiene. A las 36 semanas y 3 días nacieron Aleeza, Héctor y Briana. La doctora Adriana tenía una cesárea previa y la cicatriz se estaba abriendo, así que a los ocho meses sus trillizos vieron el mundo por primera vez.
¿Cómo es criar trillizos?
“Lo más fácil fue la barriga, la aventura fue después”, alega, quien tuvo el apoyo de su suegra por un año para poder atender a los tres bebés, además de Adrián, su hijo mayor, que estaba tan emocionado que quería atender a sus hermanitos.
Para brindar toda la atención necesaria a sus hijos, esta familia contaba con toda una logística. “Tenía una libreta con todo anotado, cómo los vestía, quién se había hecho, a quién ya había alimentado y luego en la guardería, a quién le preparé la lonchera y así”, confiesa.
La doctora Adriana Arteaga es muy sincera y admite que se sintió sobrecargada por tener a “tres personitas vulnerables que dependen de ti” y con cada uno tuvieron una experiencia diferente. La menor, Briana le dieron de alta unos días después y cada llamada del doctor, era una zozobra.
Agradecida
Dicen que el dolor más fuerte que puede sentir una mujer es cuando da a luz, pero la verdad, es que cada caída, enfermedad o pena que pasen sus hijos, también lo sufren en carne propia.
La doctora Adriana Arteaga es madre de cuatro y a la par de su profesión, también trabaja en una ONG, que atiende a víctimas de violencia de género y afectadas por abuso.
Cuando ella ve esa realidad, que la agota emocionalmente, se siente agradecida y recuerda que los hijos son una bendición.
Esa fe, fue la que la mantuvo en pie en las dificultades de salud de su hija menor, quien hizo una convulsión febril a los cinco meses y de allí empezó todo un historial de salud que la mantiene ahora con epilepsia.
A los seis añitos, Briana cayó de una moto de juguete y tuvo un traumatismo que la llevó a estar 16 días en terapia intensiva. “Quedó sin mover brazos y piernas”.
Adriana tenía que multiplicarse entre atender al resto de sus hijos y estar en el pasillo del hospital.
“A veces no es bueno ser médico en estos casos, mejor confiar en la ignorancia. Cuando Briana estaba en terapia intensiva, me dijeron que tenía un edema grande y yo sé lo que es eso me dijeron que tenía que esperar 72 horas a ver cómo evolucionaba. Yo solo traté de quitarme la bata de médico, no podía hacer más orar y que Dios obrara”, expresa conmovida al recordar ese episodio.
Actualmente, Adrián tiene 22 años, sus trillizos Aleeza, Héctor y Briana, tienen 11 años de edad y estudian cuarto grado de primaria. Aunque continúa siendo retador criar a los tres menores al mismo tiempo, Adriana no cambiaría nada de su familia.
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