Especiales

La fotografía como narrativa

Aún hoy en día conversamos por whatsapp de sus lecturas, pues es grato acercarse a su universo espiritual.
domingo, 06 noviembre 2022
Cortesía | Esta afición por la lectura posiblemente la heredamos de mi madre

La fotografía crean narrativas al igual que los recuerdos que son potenciados por las imágenes tanto analógicas como digitales, estas líneas se traman entre las fotografías que más me han impactado en estos años que se traman con los recuerdos significativos que llamó flash back, entre ellas están varias de mi infancia en México D.F., en una de apenas se ve y a duras penas ha podido mantener su gracioso contenido a lo largo de 64 años, fue tomada en la Colonia Roma, cerca de un mercado en la calle Yucatán donde vivía con mi madre, en ocasiones tenía la presencia de mi padre, pues estudiaba medicina y fue a estudiar su especialidad en la Universidad de Guadalajara, en ella hay varios planos significativos, y el fondo dos damas de espalda entrando al mercado, solo se ve su cabelleras y parte de su espalda con los bolsos para hacer la compra.

El centro Visual soy yo de niño a los cuatro o cinco años sonriente, con sweater y blue jeans remangados, zapatos blancos y chasqueando los dedos como un gesto de picardía, al lado de una bella niña de mi misma edad, con vestido sonriente al igual que Lalo como era llamado cariñosamente, lo que siempre me llamó la atención de esta imagen es el vestido de la niña que le llega a la rodilla y se le está cayendo el pañal de tela que se usaban en los cincuenta.

Detrás de nosotros domina la rueda, el volante y el faro de una motocicleta policial, seguramente quise fotografiarme ahí por el fotógrafo de calle que la tomó, lo que hizo que siempre la tuviera conmigo es que al mostrarla me decían: Lalo eras todo un galán, esa niña se le caían los pañales del deseo pareciera que se meaba de la emoción, y realmente era guapo cómo se podrá ver en la foto.

Esta imagen no es casual que sea única en mis recuerdos, pues siempre la he asociado a otra foto digital que le tomaron a mi hijo menor Eduardo, enterrado en la arena, y gozando de sus texturas coralina, fue tomada por su madre en una de las playas de la isla de Margarita y el rostro tiene una risa contagiante.

De ahí que en otra fotografía digital salga Edu con el mismo gesto que el padre Lalo riéndose y chasqueando los dedos haciéndonos un de sus jugarretas, se habían puesto una cobija de Juan Félix Sánchez monocroma y su rostro energía por la abertura de la cobija, con un sombrero que era su abuelo y estaba siguiendo el ritmo musical (carpeta nueva) que le había puesto el abuelo para que bailara y payaseara como acostumbrará hacerlo, en la familia nunca pudimos olvidar esta imagen de alegría.

Yo al comparar las fotos me percato que chasquea los dedos como lo hacía yo de niño, no puedo dejar de pensar en la hipótesis genética de algunos investigadores al afirmar que los gestos se heredan, o también podrían ser imitados de generación en generación

La otra imagen que siempre tengo conmigo es mi bella madre, Reina llamada en familia la venadita por su flacura y su lindo rostro, con el pecho al aire amamantando con algo de timidez al lado del querido abuelo paterno el abogado Antonio Planchart Hernández que había viajado a México a conocer a visitar a su hijo, y tuvo la sorpresa de conocer a su primer nieto.

Cuando comentaba esta foto con mamá, me decía: Tu abuelo le dio un buena regañada a tu papá, por no haberle dicho que tenía un nieto y no se había casado, osea que aún no era un Planchart, que parecía que solo pensaba en sus reuniones con sus amigos comunistas, y que ya le había comentado en Caracas de que hasta me había fotografiado con los exilados cubanos, y para colmó fue de las manos del que sería conocido en el futuro cómo el che, sorprendido papá le preguntó cómo lo sabía, y le dijo: eres un iluso de la seguridad Nacional Vallenilla Lanz tu primo y mi amigo Pedro Estrada me tienen al tanto de lo que haces en México.

Y hasta cuando vas a seguir con esas reuniones con comunistas al igual que en Venezuela, mientras te mantengo acá.

Es el colmo, y ahora que tengo un nieto te vas casar, sé que ni ha eso te haz atrevido, y eso lo sé porque no le has dicho a tu mamá en la carta que le envías nada de esto, así que vamos al menos a que se casen por lo civil, porque se que eres ateo hasta la médula.

Esto lo supe de voz del propio abuelo, mientras se mecía en el chinchorro de su cuarto, cuando con un peine con un peine le rascaba, su canosa cabeza que siempre me decía que le daba comezón, me imagino que por su costumbre de andar siempre ensombrerado y eso le crea un microclima que hacía proliferar hongos en su cabellera, mientras disfrutaba del alivio siempre empezaba a contar cuentos hasta que quedaba profundamente dormido, momentos que siempre aprovecha para curiosear en sus gavetas, y escaparate a veces me lleva sorpresas sobre todo cuando su pistola en la casa, cómo juez que era tenía en la casa, y una vez incluso la disparo en el patio al cielo para sacar la policía militar de la casa del Cristo a Isleños, cuando fueron a buscar a papá para encanarlo por ñangara, pues sospechaban que había participado en una salto en un banco, hecho en Chevrolet Impala recién comprado, afortunadamente pudo demostrar que se lo había robado del estacionamiento frente al cine Diana, en Santa Rosalía, con el tiempo en una de sus hechonerías de comunista sin haber leído una línea del Capital, me dijo: sabes me lo deje robar, mientras me llevaba al carro y para demostrármelo sacó las placas que habían quedado en esconder sus rebeldes amigos debajo del asiento junto a las llaves….

A diferencia de su hermano menor Gabriel, no era proclive a las payaserías, ni a a carcajearse, sino era dominado por su curiosidad como lo muestra la fotografía en papel blanco y negro manchada por tiempo fisgoneando sobre un libro que yo estaba leyendo, y con su carita veía con extrañeza las letras del libro que tenía entre manos, afición que lo acompañado toda su vida, y en su cuarto ya mayor tenía una biblioteca muy selectiva con libros esótericos, como el I Ching, junto a varios autores que señalaban como interpretarlo, con biografías de Cristos y santones.

Aún hoy en día conversamos por whatsapp de sus lecturas, pues es grato acercarse a su universo espiritual, y normalmente los encuentro en la red y los leo también como ocurrió con el titulado Las Huellas de los Dioses escrito por Grahan Hankoc, que ha escrito varios libros sobre este interesante tema.

Esta afición por la lectura posiblemente la heredamos de mi madre, su abuela, la cual entraba siempre a mi cuarto estudio a fisgonear entre las novelas de Ciencia y Ficción, que se me desaparecen misteriosamente hasta que descubrí que los escondía debajo de cama, y era tal su afición que pasaba tardes completas leyendo, uno de sus autores predilectos era Frank Herbert, el autor de Dune y se no solo se leyó todos sus libros, se fue creando una complicidad entre nosotros y cuando iba de comprar, me preguntaba: qué novela de ciencia y ficción quieres leer y siempre traía una que otra sorpresa, así se hizo aficionado de Las Fundaciones de Isaac Asimov, qué llegó a conocer mejor que yo.

Una de las fotografías de mamá que guardo con cariño, de la era aún de la fotografía analógica, pero a colores que nos tomaron cuando viajo a México D.F. a visitarme mientras hacía mi doctorado en la UNAM, en un viaje que hicimos a Oaxaca y fuimos a visitar una famosa iglesia que en su jardín tenía una cruz de piedra de casi dos meses tallados por los artesanos indígenas en la colonia donde se mezclaban glifos aztecas y zapotecas con los propios del cristianismo y al verla quiso que nos fotografiamos en su base, vestida con un florido short y un sonrisa que emanaba de su alma, pues regresaba a su tierra natal, la abrazo haciendo gestos de incredulidad medio payaseando con los una de las manos como si fuera a ser crucificado, pues en aquel entonces me intrigaba la resurrección de Cristo y su ulterior destino, de ahí que uno de mis libros predilectos sea El Gallo Escapado de H.D. Lawrence, vestía con mi monótona ropa por años blue jeans, franela blanca y una camisa de tela blue jeans, por mi pasión por el color azul, y zapatos deportivos blancos, siempre he tenido la tendencia a vestirme como uniformado. Así de niño en México era raro que aceptara salir sin un mono con capucha, por eso en la familia me apodaron el conejillo..

De mis fotos predilectas cliqueadas en México por MariCarmen Carrillo, con esa composición tan personal que tiene, guardó su serie sobre el pueblo fantasmal de Real de 14, en San Luis de Potosí, a donde fui varias veces, pues es un pueblo que solo vive en las fechas de las peregrinaciones religiosas a Panchito, nombre con los que los devotos de este misterioso pueblo fantasma llaman a San Francisco de Asís, en una de las fotos estas un estandarte pintado por un artista popular anónimo junto a una monja con una ramo de flores en una de sus manos y detrás de ella alguien rezando a la entrada de la iglesia donde se encuentra la colección más importante de retablos de milagros, que pintan desde principio de siglo los artesanos que visitan el pueblo en estas fechas, que fue un fastuoso lugar hasta que las vetas de la mina de plata se agotaron, y se despobló, pues hasta el agua hoy en día se debe llevar. Famoso también es por la presencia de los huicholes a la búsqueda del cactus alucinógeno llamado peyote, que pasan furtivamente entre los turistas, con sus coloridas vestimentas y recorren casi medio México hasta llegar a esas áridas colinas del desierto, por eso se dice que un pueblo donde se vive y existe a través de lo sagrado entre la devoción a Panchito y la caza del venado sagrado, el nombre sacro del peyote para los huicholes, entre ellos también se mueven mestizos disfrazados de indígenas que están a la casa de los turistas de todas partes del mundo que buscan tener una experiencia con el hongo, y la mayor parte de las veces son estafados en su búsqueda…

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