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La esperanza de volver y aportar a Guayana

De vez en cuando me gustaba ir a La Llovizna, sentarme frente a esa magistral caída de agua, me llenaba de energía, te reseteaba y ponía en órbita.
domingo, 07 julio 2019
Guayana
Cortesía Jorge Osorio Birott | La Llovizna “me llenaba de energía”

El 6 de marzo cumplí mi primer año en tierras incas. ¿Me vine para acá con la intención de quedarme? Para nada, simplemente era un plan por tres meses –la idea era irme para Chile o Argentina- y las cosas “se fueron dando” para estar en Perú.

Sí, quizá es la historia del 90 % de los venezolanos que estamos en estas latitudes, es la realidad.

No empezaré diciendo que en este país te reciben con bombos y platillos, pero sí me corresponde ser agradecido porque en líneas generales me ha ido bien.

¿Por qué me quedé? Para empezar, nunca me ha faltado trabajo, desde que llegué, mi primera oportunidad laboral fue en una revista como “Director editorial”, una gran responsabilidad, que no se concretó, porque no había dinero suficiente.

Actualmente trabajo en una agencia de publicidad como Community Mánager.

 

Una llovizna eterna

Lima es denominada como “Lima Gris” y es así. Durante seis meses (otoño-Invierno) el cielo es de ese color, hace frío y hay una llovizna eterna…

Una de las cosas que extraño de Puerto Ordaz es su cielo azul y esos “palos de agua torrenciales” que caen.

En esta capital sureña la vida es bastante agitada.

Según el censo más reciente, conviven casi 10 millones de personas, nada que ver con Ciudad Guayana, que si bien tiene menos habitantes, en otros tiempos fue muy cosmopolita y receptiva con los emigrantes.

Perú es un país sobreviviente al terrorismo, quizá por ello su gente es poco receptiva con los inmigrantes.

Otro factor que se le atribuye a este comportamiento, es que hace años vinieron los colombianos a robar y vender drogas (no todos), pero quedó sentado el precedente y algunos venezolanos hemos pagado por ello.

De vez en cuando me gustaba ir a La Llovizna, sentarme frente a esa magistral caída de agua, me llenaba de energía, te reseteaba y ponía en órbita.

Los días que hace mucho frío, es cuando uno extraña el sol y el calor guayanés, aunque sea un poco y por ciertas horas, porque el calor en exceso tampoco es que me guste mucho.

 

Gastronomía

En cuanto a la gastronomía bastante amplia. Hay para todos los gustos.

Como persona que le gusta comer, he disfrutado es de muchos platillos deliciosos: ceviche, lomo saltado, chicharrón de pollo, papa a la huancaina entre muchos otros.

Gracias a Dios acá se consigue harina muy fácil, porque extrañar la arepa haría la carga más pesada.

Igual siempre el pasado se hace presente a través de los recuerdos.

Más de un domingo me han dado ganas de tomar sopa del mercado de la UD 145, mi papá siempre nos llevaba los fines de semana y pedía lo mismo “sopa de mondongo con papelón con limón”, eso también lo extraño mucho de Ciudad Guayana, ni hablar de las parrillas frente a La Casa de la Mujer.

 

Añoranzas

Son muchas cosas las que se añoran: las reuniones familiares, ver a los amigos ir al Orinokia y encontrase con compañeros de la infancia, colegio, universidad. Sentarse a comer tequeños mientras se rememoran los buenos recuerdos.

En fin, aunque Lima es una ciudad que nos ha brindado abrigo y dado oportunidades para crecer profesionalmente, no se olvida Guayana, esa ciudad en la que viví casi toda mi vida y a la que espero volver más temprano que tarde para aportar mi granito de arena y que vuelva a ser la gran ciudad que un día fue.

 

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