“El reto más grande es no estar con la familia”
Si hace un par de años me hubiesen contado todo los detalles de la migración ni siquiera lo hubiese intentado, pues la verdad te enfrentas a tantos retos que por momentos te sientes en una carrera de supervivencia de la cual intentas salir ileso.
Así han pasado mis últimos 2 años.
Y de eso se trata, de sobrevivir en un lugar completamente nuevo, aunque en realidad lo que estás realmente redescubriendo es a ti mismo y tu capacidad de lograr todas tus metas.
No es fácil, pero al final del día es gratificante sentir que lo estás logrando.
Lo mejor de todo esto es el aprendizaje, el cómo te reinventas para tomar nuevos caminos que los que has venido transitando y avanzar hacia tus metas.
Temple. Creo que esa es la palabra que usaría para definir todo lo que necesitas como inmigrante. De verdad no sabes ni cómo ni en qué momento sacas las fuerzas necesarias, pero lo haces y continúas porque aunque te caigas, quedarse en el piso no es una opción.
A ratos recuerdas todo lo que dejaste atrás, pero en mi caso me ha funcionado mucho evitar caer en melancolías con respecto a lo que pudo ser y no fue.
¿Qué si extraño mi país? Claro que sí, pero más allá de eso, lo que me hace falta todos los días de mi vida son mis afectos, mi familia, mis verdaderos amigos, pues si algo te enseña la migración es precisamente eso, que no puedes ni debes confiar en cualquiera.
He conocido personas maravillosas desde mi llegada a este nuevo país; sin embargo, sobre todo al principio, en mi desesperación por hacer nuevas relaciones, di paso en mi vida a cualquiera que no conocía realmente y al final las cosas no siempre resultaban como esperaba.
Pero en fin, ha sido parte de este gran aprendizaje.
Demasiados cambios
Estoy en Estados Unidos desde hace casi dos años y, debo decir, que he encontrado cosas muy buenas aquí, comenzando por el hecho de aprender un nuevo idioma.
Ha sido un gran reto, pues para involucrarte en la cultura de la nación debes comenzar con poder comunicarte con sus nativos de la manera en que ellos lo hacen.
Con respecto al periodismo, lamentablemente no he tenido la oportunidad de ejercerlo acá, pues el manejo a la perfección del inglés es una de las barreras más grandes.
Sin embargo, estoy en Dallas, Texas, donde aproximadamente 40 % de la población es hispana o de descendencia latina, así que no pierdo las esperanzas de volver a los medios.
Por lo pronto no me enfoco en lamentarme por eso, he aprendido nuevos oficios y trabajos que me han regalado muchos momentos de satisfacción y hoy por hoy, después de todas mis experiencias y con mucho orgullo, puedo decir que no le temo a ninguna labor.
Estoy preparada para seguir aprendiendo. Estoy acá con mi esposo y mi hijo de 3 años.
Nos fortalecimos como familia, pues si algo tiene la migración con las parejas es que o las separa o las fortalece, afortunadamente en nuestro caso ha sido lo segundo.
El desafío más grande es no tener a ninguno de nuestros familiares cerca para abrazarlos en esos momentos de debilidad.
Por lo pronto nos conformamos con verlos a través de la pantalla de un celular y escuchar sus más sinceras palabras de apoyo que nos alientan a seguir adelante.
Se trata de intentarlo las veces que sea necesario y agarrarte de cada palabra de ánimo de tus seres queridos para avanzar.
Emigrar supone un acto muy grande de valentía, pero eso no lo sabes hasta que no lo vives realmente.
Es deslastrarte de todo lo viejo para dar paso a lo nuevo, a los aprendizajes, a un nuevo hogar, a saber desenvolverte como pez en el agua y nada de eso ocurre de la noche a la mañana.
Lo más importante es que jamás olvido ni de donde vengo ni hacia dónde voy y que si algún día Dios me permite volver a Venezuela, son muchas las cosas que podría aportar, empezando por trabajar de manera incansable para la reindustrialización de nuestro país, pues si algo he visto aquí es que nunca nada ni nadie se detiene.
Las razones que me llevaron a estar acá ya no importan, todos se las imaginan, así que prefiero mantener ese recuerdo bonito de un país donde nos reuníamos los domingos para comer cualquier cosa, pues lo importante era estar juntos, en el que ningún día era malo para festejar y en el que un fin de semana era ideal para ir a Margarita con tus panas y regresar muy cansado pero feliz y con la certeza de que lo volverías a hacer mil veces.
Agradezco haber nacido y crecido allá, pero también agradezco la oportunidad que hoy tengo de estar acá.
Lo más divertido ha sido conocer lo mejor de ambos mundos, así que no cambiaría ninguna de las dos experiencias, ya que han forjado la persona que soy hoy.
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