Especiales

El Mago de la Niebla: El chamán de Misteque

Tras desahogarse, amainó su furia. Al acercársele Asunción, Juan se abalanzó otra vez intentando atraparlo entre sus brazos. Justamente cuando pensaba que había logrado atraparlo, cayó de sus bolsillos el frasco en el que guardaba el díctamo real.
domingo, 19 septiembre 2021
Cortesía | Ese condenado Epifanio, en vez de hacerme un bien ¡me envainó! Sin prestarle atención a lo dicho

Antes de volver a su casa, Juan pasó por la piedra de Misteque, cerca de donde vivía Asunción Maraco, un viejo indio mucuchíes. Pocas personas entendían lo que hablaba. Vivía en un rancho de bahareque y tapia detrás de la gigantesca roca, había ido con Vicenta a su rancho cuando necesitaba de alguna yerba medicinal. El viejo chamán vivía con su hermano Víctor, que tenía la costumbre de ponerse siempre sobre su cabeza un pañuelo rojo.

Nadie sabía a ciencia cierta si Asunción hablaba español porque, cuando alguien charlaba con él, respondía en lengua antigua, se decía que era la de los primeros habitantes de los páramos y mezclaba la antigua lengua de los indios Mucuchíes con una que otra palabra criolla.

El viejo chamán fue recordado por mucho tiempo en San Rafael de Mucuchíes porque aplacaba los fuertes aguaceros, hablaba con las piedras sagradas, con los dueños de las montañas de los páramo y las diosas de las lagunas; su casa se apoyaba en la roca de Misteque y sobre ella, la gente del pueblo intentó construir una capilla varias veces, pero siempre, por una u otra causa, se caía.

La última vez que lo intentaron lograron terminarla pero, justo cuando iba a bendecirla el cura del pueblo, fuertes ventiscas y granizadas la destruyeron, hasta que decidieron buscar a Maraco para pedirle que hablara con los espíritus de la piedra para hacerlos huir.

Ese día Asunción, con su cobija oscura y descalzo, se acercó a la roca, comenzó a danzar burlonamente en torno a ella riendo y provocando la hilaridad de todos con sus extraños movimientos.

Su cuerpo parecía transfigurarse en serpiente, parecía un antiguo moján… Era de baja estatura y muy escurridizo, por eso en el pueblo le habían puesto el mote de duende de la niebla.

Esa tarde, mientras danzaba como reptil y reía, su sombra creció hasta perderse en la lejanía. Repentinamente tembló y se oyeron quejumbrosos gemidos alejándose. Sólo en ese momento paro de reír y comenzó a cantar y a repetir frases que aún hoy se dicen de boca en boca en el pueblo:

—Anda ke mi changangili mitibuy xaxi

Había exorcizado a los espíritus que vivían en la piedra y se pudo construir la capilla. Esas palabras las aprendieron muchos en el pueblo, pues las repetía con sus danzas serpentinas para aplacar las lluvias, ventiscas y granizadas.

Decidió esa mañana Juan ir a saludar a Asunción Maraco. Tomó una trocha para llegar a su casa cubierta por el monte, se sintió desorientado hasta ver la gigantesca piedra coronada por una capilla, de repente algo o alguien saltó cerca de él; el susto lo paralizó y lo hizo gritar, y pronto comprendió que era una de las bromas de Asunción.

Estaba tirado en el suelo moviéndose como una serpiente por los ataques de risa del susto que había dado al joven Sánchez; sin pensarlo, Juan se lanzó furiosamente sobre el viejo para golpearlo con una vara de quitasol que llevaba entre sus manos, pero fue inútil. A pesar de la edad Maraco era ágil y pudo escurrirse como alimaña de los silbidos de la rama al herir el aire.

Los gestos del viejo y las incompresibles palabras lo hicieron enfurecer más. Víctor, al ver la cólera del recién asustado, salió corriendo para decirle:

—¡Cálmate!, es sólo un viejo divirtiéndose. Ahora le ha dado por asustar a la gente del pueblo que se acerca por el camino y reírse de ellos; dice que así logra ver el alma de las personas por el brillo que emanan al salirse del cuerpo cuando se asustan y tenía tiempo deseando ver el color de la tuya, ¿verdad? Qué brillo podría ver ese viejo cuando creo que no ve casi, terminó sentenciando Víctor.

Tras desahogarse, amainó su furia. Al acercársele Asunción, Juan se abalanzó otra vez intentando atraparlo entre sus brazos. Justamente cuando pensaba que había logrado atraparlo, cayó de sus bolsillos el frasco en el que guardaba el díctamo real. Víctor y Asunción se paralizaron al ver lo que había caído sobre el musgo, que evitó que se rompiera. La angustia domino el rostro del viejo; para su sorpresa lo oyó hablar, algo que nunca antes se hubiera imaginado:

—¡Tienes la yerba del páramo! No te imaginas lo que pudo haber pasado si hubieras liberado su poder. La mirada desencajada de Asunción Maraco le infundió temor y con las manos realizó varios círculos dirigidos al cielo mientras recitaba inteligibles frases; al terminar se arrodilló para tocar con la frente la tierra. Víctor también parecía haber enloquecido, se había quitado su pañuelo rojo de la cabeza y con voz temblorosa decía:

—¡Chía y la Santísima nos protejan!

Sentía Juan que el mundo estaba cercano a su fin; sin perder tiempo, tomó el frasco en sus manos y lo escondió dentro de una bolsa con los frascos de almagre y añil que guardaba en uno de sus bolsillos. Esto tranquilizó a Maraco y a Víctor. Ahora, quien estaba algo alterado era el joven Sánchez, no entendía qué les había pasado a aquellos dos y por qué el sol se había nublado justo en el momento en que el frasco cayó sobre la musgosa tierra. ¿Habría cometido un error al aceptar el regalo de don Epifanio?, ¿lo habría engañado ese tacaño pulpero para librarse de una maldición?

Víctor interrumpió las dudas que se agolpaban en su imaginación:

—Debes tener más cuidado con el díctamo, si lo hubieras destruido estarías maldito por siempre al igual que nosotros y la tierra sobre la que cayó, su espíritu protector se vengaría por haberlo liberado con el sol mañanero, pues sería su muerte y no podría volver a ser un poderoso espíritu del páramo, solo puede renacer y liberarse con la Luna Llena.

—Ese condenado Epifanio, en vez de hacerme un bien ¡me envainó! Sin prestarle atención a lo dicho, continuó Víctor:

—Sólo hay una forma de liberarte de esa maldición y convertirla en una bendición. Sí, a veces hasta los venenos más potentes pueden convertirse en pócimas milagrosas, como los indios de la selva que exprimen el veneno de la yuca amarga; primero la rallan y luego meten la harina en los sebucanes para trenzarlos y extraer el veneno, pero no lo botan sino que lo hierven para convertirlo en un sabroso condimento. Eso pasa con el díctamo. Para ahuyentar su maldición debes liberarlo del frasco el mismo mes y luna del año en que fue arrancado del páramo. Así, la luna aplacarán su espíritu y podrás hacer uso de sus poderes, al espíritu del díctamo retornar al páramo. Sólo en ese momento puedes comerlo y tomar ese miche que lo protegía sin temor. Al principio su sabor será amargo, como las amarguras de la vida, pero luego irá cambiando su sabor y nunca volverás a saborear algo tan dulce. Él es como la sabiduría ganada con el vivir, nos hace más llevadera la vida. Su espíritu será desde ese momento tu protector, te dará fuerza y longevidad, pero nunca llegarás a conocer todos sus poderes totalmente, cada espíritu protector del páramo es diferente de otro. Si no sigues estos consejos, te aseguro que la pasarás mal.

Al terminar de hablar Víctor se ajusto bien el pañuelo rojo que le cubría la cabeza, Juan esbozó una sonrisa de incredulidad en su rostro, pero no sabía qué pensar…

Ten la información al instante en tu celular. Únete al grupo de Diario Primicia en WhatsApp a través del siguiente link:https://chat.whatsapp.com/JAVT2QhoJnADuHBKsruJpd

También estamos en Telegram como @DiarioPrimicia, únete aquí:https://t.me/diarioprimicia

Lea También:
Publicidad
Publicidad
Publicidad
error: