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El chamanismo o lo ancestral en el arte contemporáneo (1)

Lo que con el arte contemporáneo se califica como pinturas corporales, poseen un fin meramente estético.
domingo, 21 mayo 2023
chamanismo
Cortesía | Posee sus peculiaridades en cada contexto socio-cultural.

Entre nuestras sociedades originarias las manifestaciones estéticas fundamentalmente, brotan de un personaje que es el eje de estas sociedades, es el señor de la palabra: el Chamán, y de cuya inspiración brotan los mitos y en ellos las formas que se materializan en su arte, y a la vez la existencia de las manifestaciones tecnológicas de estas sociedades.

Él es la memoria viviente de estas cultura, y en su rol se confunde al filosofo, el poeta, al artista de la sociedad contemporánea. De ahí el carácter ritual y sacro de artistas paradigmáticos de la modernidad como es el arte abstracto y el constructivismo ruso, Constantien Brancusi.

Y artistas puntuales de la contemporaneidad de la talla Jackson Pollock, Antoni tapies, Joseph Beuys, Willmen Keefer, Francisco Toledo, Fernando de Szyszlo, Juan Félix Sanchez, Marta Cabrujas, Jose Vivenes Luis Alberto Hernández, Miguel von Dangel, etc, pues se vinculan a este arquetipo.

De ahí que el arte contemporánea no se haya logrado desprender de lo ancestral, y el contrario es una de sus fuentes de inspiración.

En Venezuela obras esenciales de nuestra historia nacen de esta enriquecedor acercamiento, tal como ocurre con la obra de Oswaldo Vigas, La Brujita, 1954 de manera directa asume las expresiones ancestrales de Venezuela, como son las Venus, los bancos chamanicos, la visión esencialista y en Mario Abreu asocia parte de su obra al sincretismo religioso afrocaribeño.

El Chamán a través de sus roles crear una relación de estas sociedades con el cosmos vinculantes, pues se perciben como parte del cosmos. Así las estrellas de la bóveda celeste serán las fogatas de los antepasados, y la fauna selvática ancestros que se transformaron en animales.

Acercarse al chamanismo, es una de las raíces del arte entendido como totalidad. El Chamán de nuestras culturas tradicionales es vínculo viviente entre lo sagrado y lo profano, conocedor de los orígenes, creador y recreador de estas visiones del mundo, dador del cómo y el porqué de la realidad sideral, natural y cultural a través de meditaciones, sueños e inspirados cantos, y de experiencias extáticas inducidas por las abstenciones -sexuales, alimentarias, conductuales-, la danzas y el consumo de alucinógenos.

Posee sus peculiaridades en cada contexto socio-cultural. Y sus rasgos varían de una a otra cultura, a pesar de mantener un substrato que permite cierto grado de generalización, así, entre la etnia Warao.

Existen en varios tipos de chamanes, cada uno con nombres y funciones diferentes: los que tienen la capacidad para curar, y proteger a la comunidad de fuerzas espirituales, el ser conocedor y narrador de la mitología. Y en cada uno de estos roles tienen su propia parafernalia ritual, sus rasgos estéticos, su proceso de formación y de iniciación de acuerdo a las capacidades que deben desarrollar.

Por tanto su personalidad, desde que son niños, posee rasgos que lo distinguen de los demás miembros de la comunidad, cómo son la facilidad para entrar en estados de trance, poseer gusto por la soledad, la meditación, la ensoñación y ante todo, el don de la buena memoria.

De generación en generación es responsable de guardar, enriquecer y transmitir los saberes acumulados por milenios. Tanto cosmogónicos como tecnológica: al atesorar el saber cuándo cultivar la yuca, cómo cortar un tronco de un árbol específico para hacer un improvisado cobijo de caza, identificar el tronco de un árbol del cual debe brotar el fuego, las palmas de cuyas fibras hacen sus múltiples tejedurias; conocer de qué árbol extraer la corteza para luchar contra las altas fiebres.

Entre sus expresiones estéticas como es la danza buscan transformarse en animales selváticos o espíritus, para poder liberar las almas robadas que generan las enfermedades, o adentrarse en los diversos planos de su cosmovisión para rescatarlas de los espíritus malignos.

A través de la identificación mística por la metamorfosis o mimesis busca aprender la conducta de los animales que habitan de en su entorno, y su sabiduría, pues muchos de ellos eran antepasados míticos que por un accidente, azar o acción transgresora a la ética de la etnia sufrieron esta transformación.

Esto crea una íntima conexión espiritual y ética entre el hombre y su entorno natural ajena a la civilización occidental.

La parafernalia chamánica, los diseños y adornos corporales poseen un carácter estético y simbólico. Esto se puede observar tanto entre los Yekuana, los Yanomami, los Warao, los Panare, los Piaroa y en los Wayúu en donde se encuentra de manera presente los adornos plumarios, por su vinculación al vuelo místico, y a la ascensión simbólica a los diversos planos de su cosmovisión.

Así, el Chamán Yekuana se sienta dignamente, como lo hiciera Wanadi en un banco a pensar y crear,- este simbolismo se encuentran en los asientos yekuana en forma de animales-, mientras se inviste de distintos adornos plumarios, como se evidencia en sus brazos y elementos que colgará en su espalda, como es el diseño del murciélago en madera, del que cuelgan cuerpos de tucanes, ave cercana por sus hábitos y la forma de su pico al pájaro carpintero, paradigma mítico del creador en esta cultura.

Los mitos creador por el arrobamiento chamánico permite adentrarnos en lo que se podría considerar la visión del mundo o filosofía de estas sociedades. Así, acciones que parecieran de poca trascendencia sacra para un extraño, como es el proceso de elaboración del casabe y el mañoco entre sociedades selváticas como los Yekuana, del cual depende su diaria subsistencia, son regidas sus pautas por saberes chamánicos, aunque su proceder, con el tiempo, tome distancia de esta dimensión. Así, las raíces simbólicas de estos haceres se encuentran en los mitos de origen de la yuca, tal como lo evidencia la recopilación hecha por Marc de Civreux en su compendio de mitología Yekuana: (4)

Este mito establece como pudo llegar la yuca a la humanidad, pero también se trama alrededor de este complejo el origen del fuego y por tanto de la cultura de lo cocido:

“Antiguamente los hombres no conocían el fuego. Comían su carne cruda. Una mujer era dueña del fuego…Kawao conocía el secreto: cocinaba sabroso como ahora nuestras mujeres. Tostaba yuca, mañoco, casabe…. “(5)

De las manifestaciones estéticas de los Yekuana y Yanomami se encuentra la acción de embellecer y proteger mágicamente los cuerpos con diseños simbólicos.

Pinturas corporales hechos con pintaderas, selváticos pinceles como los dedos, hacen la masa del onoto o las piedras de caolín, que los niños llevan lúdicamente y ritualmente entre sus manos.

Lo que con el arte contemporáneo se califica como pinturas corporales, poseen un fin meramente estético, pues han perdido la dimensión iniciática; que se traduce en un empobrecimiento de esa manifestación que se hace banal.

Se han podido recopilar dos preciosos mitos que contextualizan este hacer, uno Yekuana, que explica este arquetipal proceder del ciclo con su origen y su funcionalidad mágica;

“La doncella se acercó al chinchorro de Kumachi; traía una totuma con aceite, pintura de onoto, pincel de pelo, para pintar.

– Vamos a cazar lapas – le dijo- Ahora voy a pintarte. Empezó a pintar su cara, su pecho, sus brazos, sus piernas, con dibujos buenos para lapas.

-Píntame bonito – dijo Kumachi, se quedó quieto para que lo pintara…” (6)

Un mito Yanomami revela, como a lo sacro de estos diseños se fusiona con su fuerza estética y seductora, para provocar pasiones y deseos, tal como ocurrió con los diseños de Yamonariwe, el Yanomami que establece el arquetipo estético de la belleza masculina:

“Yamonariwe volvía. Su cuerpo llevaba sinuosidades en ocre que, saliendo de las espaldas, bajaban hasta las piernas. Su piel era clara, alta era su estatura. Llegó a su fuego y se extendió en su hermosa hamaca deslizando el codo bajo la cabeza. Ya las mujeres sentían una preferencia por él… ¡Yamonariwe era verdaderamente bello! Llevaba en las orejas pendientes tallados en la piel de cotinga azul (heimi).”(7 )

Cuando Mircea Eliade, a fines de los años cuarenta, publica la primera edición del clásico libro El Chamanismo y las técnicas arcaicas del éxtasis, tenía conciencia de que quienes sacarían mejor provecho de la concepción de lo que es y hace el chamán serían los artistas, tal como lo evidencian sus reflexiones sobre este tema en su Diario:

“He terminado el capítulo sobre el simbolismo de traje de los chamanes. Creo haber demostrado que ese traje constituye no sólo una hierofanía (manifestación de lo sagrado), sino también un microcosmos. Cuando el chamán se pone su parafernalia, abandona el mundo profano, y cuando empieza a golpear el tambor está ya muy lejos, corre o vuela hacia el Centro del Mundo…Me gustaría mucho que este libro, Le Chamanismen et les técniques arcaicas de l´extase, fuese leído por los poetas, los dramaturgos, ¡los críticos literarios!, los pintores ¿Quién sabe si no sacarían más provecho de su lectura que los orientalistas y los historiadores de las religiones?”. (12)

Especial interés reviste en el chamanismo los procesos iniciáticos, poco conocidos dado su carácter esotérico, pero que manifiestan una estética y por tanto encierran las categorías del gusto que dominan sus funciones. Dentro de nuestra concepción cultural esta figura estaría cercana a nuestra noción de poeta, danzante, pintor, escultor, místico, músico, profeta, erudito…, fundidos en un mismo ser. Por tanto, el chamán dentro de la evolución de la humanidad y en las sociedades tradicionales fue y es uno de los ejes del surgimiento de la cultura, creador de vínculos indisolubles entre el cosmos y la sociedad.

Citas:

(1) Paje, pa´je entre los kariñas, mojan en el área andina, piache entre los yekuanas, pulasu, autsu autshi, entre los wayúu, wisidatu para los warao, Meñeruwa es e nombre usad por los Piara… Ante esta cantidad de nombres en cada complejo cultural, la antropología y la historia de las religiones determinó calificar a este rol sacro como chamán. Palabra que hace referencia al caso siberiano y central asiático, en su sentido más estricto por considerarlo el más completo. El vocablo proviene del tungús o la lengua de Tungusic de la gente de Evenki en Siberia del este)

(2) LIZOT, Jacques. El hombre de la pantorrilla preñada, Fundación la Salle, Venezuela, 1975, versión 32 v 1, p.57

(3) LIZOT, Jacques. El Hombre de la pantorilla preñada, Fundación la Salle, Venezuela, 1975, versión 32 v 2, p 58.

(4) CIVRIEUX, Marc, Watunna, mitología Makiritare, Monte Ávila Editores, Venezuela, pp.: 105-11

(5) CIVRIEUX, Marc, Watunna, mitología Makiritare, Monte Ávila Editores, Venezuela, 1970, p.141

(6) CIVRIEUX, Marc, Watunna, mitología Makiritare, Monte Ávila Editores, Venezuela, 1970, p.133

(7) LIZOT, Jacques. El Hombre de la pantorrilla preñada, Fundación la Salle, Venezuela, 1975, versión 45 v 1, p. 81

(8) Luís Boglar, Cuentos y mitos de los Piaroa, Venezuela, UCAB, 1978, p. 8

( 9 ) LIZOT, Jacques. El Hombre de la pantorilla preñada, Fundación la Salle, Venezuela, 1975, p. 39

(10) “En la selva se escuchaban golpecitos dados rápidamente -¿Quien puede hacer estos ruidos se preguntaron?- Era Ribuhausiriwe(pájaro telegrafista) quien agarrado de una liana de curare, la picoteaba. Pero Mamokoriyoma, la dueña del curare, execraba a Ribuhushiriwe y éste cayó al suelo, fulminado por el veneno…. Aunque su cuerpo estaba ya inflado por la muerte; Ribuhusiriwe debía resucitar. Sus labios se unieron y vibraron; el llamado a los hekura se hizo oír. Acudieron y fueron enviados a raspar la liana: Se hubiera creído que los mismos humanos estaban raspando la corteza. Volvieron, R. rompió su envoltura y bajó. Se preguntaba:”-¿Que puede hacer ese veneno?”.Había sido el primero en descubrir el curare Entonces se puso a mezclar la raspadura de la corteza… “ (LIZOT, Jacques. El Hombre de la pantorrilla preñada, Fundación la Salle, Venezuela, 1975, versiones: 7 v 1, 7 v 2. p.21)

(11) Jacques, Lizot. Diccionario enciclopédico de la lengua Yanomami, Vicariato Apostólico de Puerto Ayacucho, Editorial Ex Libris, 2004, p. 199

(12) (Mircea Eliade, Fragmentos de un diario, España, Espasa-Calpe, 1979, pp. 66-67)

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