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De Venezuela a Chile en tres años y cuatro oficios

No me siento extranjero en Chile, nunca he sufrido un acto de xenofobia y en mi corazón siento un profundo respeto y agradecimiento por este país y la oportunidad de hacer vida en él, junto a mi familia.
viernes, 05 julio 2019
Chile
Cortesía Rubén Varrasso Bonalde | “Me hice más tolerante y resiliente”

Siempre supe que algún día viviría fuera de Venezuela. No sabía dónde ni cuándo.

En noviembre de 2015, decidí radicarme en Chile, país que ya había visitado y del cual entrañaba afectos por diversos motivos.

Cinco meses más tarde partí, un poco asustado, pero con mucha curiosidad de lo que significaría ser extranjero por primera vez.

Ha sido un camino de altibajos, pero maravilloso.

El 22 de marzo de 2016 llegué a la ciudad de Concepción, seis horas al sur de Santiago, con un título legalizado, un currículo de una hoja y sin foto -fiel a las recomendaciones de un familiar- y una oferta laboral para trabajar en el departamento de prensa del Deportes Concepción, club perteneciente a la Primera División del fútbol de este país.

20 días después de mi llegada, la liga desafilió al equipo por problemas administrativos, se canceló la oferta laboral y de mis ahorros -que siempre fueron pocos- solo quedaba lo suficiente para un pasaje en bus a Santiago y tres días de comida. Vaya que las cosas no iban bien.

Sobre todo, porque en Venezuela mi esposa y mi hijo de 11 meses de nacido, aguardaban mi llamado para venirse.

Luego de un par de días, estaba en la capital, trabajando en una relojería y durmiendo en una habitación prestada por un buen samaritano.

 

Salir de la zona de confort

Dicen que al salir de nuestra zona de confort, nos abrimos a nuevos aprendizajes.

Esto era, en 32 años de vida, lo más lejos que había estado de mi zona de confort. Y de mis afectos.

Pero ¿saben qué? Es verdad. Durante los últimos tres años aprendí sobre cocina chilena, panadería internacional, pastelería, marketing y ventas industriales.

Al final diría que salir de la zona de confort, si estás dispuesto, deriva en enriquecer tu vida.

En este periodo me hice más tolerante y resiliente.

No me siento extranjero en Chile, nunca he sufrido un acto de xenofobia y en mi corazón siento un profundo respeto y agradecimiento por este país y la oportunidad de hacer vida en él, junto a mi familia.

Hoy mi hijo tiene cuatro años y su manera de hablar es una perfecta mezcla de acento venezolano y modismos chilenos.

A veces dice que es venezolano y otras tantas es, sí, chileno.

Aun cuando eventualmente regrese a mi país, mi vida siempre estará ligada a Chile.

Actualmente tengo un empleo que me permite viajar y tener mi versión del mundo en primera persona.

Un detalle importante: no he vuelto a ejercer el periodismo y en este momento me di cuenta de cuánto lo extraño.

 

Sueños de retorno

Durante un buen tiempo hice completamente a un lado la posibilidad de regresar a Venezuela.

No extrañaba el Salto Ángel, ni Margarita. Tampoco a Ciudad Guayana. Por lo menos no el espacio físico, ni los famosos paisajes.

Extrañaba lo que un día fue mi vida y quienes la rodearon.

Hoy estoy libre de nostalgias y sin dudas con respecto a que más temprano que tarde pisaré Venezuela, muy posiblemente para quedarme.

Creo que muchos venezolanos lo haremos.

Tantas vivencias, experiencias laborales y culturales nos servirán, a todos, para generar una visión de país cada vez más tolerante, libre de fanatismos y ojalá, apegada a principios científicos en lo político y económico, para hacer de Venezuela, una verdadera potencia en todo sentido.

Yo, me comprometo a enseñarle a mi descendencia que para tener el país que queremos, debemos respetar lo ajeno, ayudar al prójimo, forjar lo propio, cuidar a la familia y querer a quien nos quiere.

 

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