Carlota Corday camino a la Guillotina…..
Charlotte o Carlota Corday se veía como un ángel salvador que debía liberar a la humanidad de un de sus monstruos y vengadora la crueldad de la Revolución francesa, del amigo del pueblo al asesinar de una certera puñalada a Marat en 1783, tras subir a su baño con engañosa sociabilidad tras un largo viaje, conversa con el revolucionario cuando escribía una lista de traidores para morir decapitados bajo el filo de la guillotina, destino que sabía la joven que sería también su destino.
Su cadáver inerte con un paño en la cabeza y unos de los brazos distendidos con la pluma de escribir aún en su mano y la otra con la hoja de sentencias, fue eternizado por Jacques Louis David en su cuadro: la muerte de Marat, 1793.
El ignominioso invento creado en Francia para igualar la muerte de los aristócratas que antes de ser decapitados por un hacha eran cruelmente torturados para que delataran a otros y conocer donde escondía sus riquezas y luego eran humillados, a diferencia del populacho que no sufría de estos tratos ni de humillación.
Desde su aprobación se igualarían por esta filosa cuchilla que propuso el médico Joseph Ignace Guillotin como diputado de la asamblea para crear igualdad a todos los seres humanos, esa era su visión de justicia, Voltaire ya había tratado de eliminar la pena de muerte en sus escritos, pero gano este mecanismo que llevo el nombre de guillotina por creerse erroneamente que fue su inventor Guillotin.
A muchos les parecería absurdo que el país del humanismo siguiera utilizando este método de ejecución hasta 1977.
El cuadro de Arturo Michelana de Carlota Corday camino al Cadalso, busca captar el momento anterior a ser ejecutada la joven.
Por los ojos lacrimosos de Carlota Corday son el gesto de un alma, atribulada pero en el fondo también plena de orgullo de haber asesinado a Marat de una certera y premeditada cuchillada.
Dolor reprimido, de un rostro cabizbajo, no por el pesar de su acción sino por la plenitud de una vida a punto de desvanecerse, que expresa la lucha de Eros y Tanatos. De ahí el sentido existencial de la luz y la atmósfera en este cuadro de Arturo Michelena (1863-1898).
Contrastes de luces de diversas gamas cromáticas dominan las sombras, como expresión de las fuerzas de la vida, en un ambiente completamente ajeno a la atmósfera de una prisión.
Las profundidades y tensiones visuales crean diversos climas, transforman la prisión en un lugar de transición a otra realidad.
Las fuentes de luz que penetran por la puerta, el resplandor desmaterializante que entra por la ventana, guían el camino que llevarán a Carlota Corday a su muerte.
La luz que emana por la ventana ubicada a la espalda del pintor es tenue, plena de opacidades, zona del cuadro donde Arturo Michelena materializa las pinceladas más densas, dominando un clima tanático evidenciado por el predominio de las penumbras.
En esta zona nos enfrentamos a diversas calidades pictóricas, que develan la técnica del artista, planteándose un rechazo a la pincelada relamida y cargada. Finalmente esta luz indirecta cae sobre el saco y el descuidado pantalón del carcelero sentado desesperanzadamente, aislado del drama que se desarrolla a su alrededor.
El muro en esta área asume autonomía plástica, la roca pierde pesadez y dureza, debido al tratamiento cromático. Capas tenues, plenas de energía y expresividad, liberan al muro de la pesadez opresora.
Parece señalarnos que la vida nos rodea y nos invade aun en su extinción. Esos instantes son logrados a través de las tenues capas de óleo, que evitan la densidad matérica. Aun cuando plasma muros de roca y dolor, el artista transmite expresividad a las manchas que dominan la obra, que van de los ocres a los negros sin generar pesadez.
Las pocas zonas de oscuridad del cuadro que parten de la silenciosa imagen del pintor-alter ego, son dominadas por manchas apenas esbozadas, la transparencia lograda a través de lo inacabado no es un recurso casual, es un de los rasgos plástico de gran parte de la obra de Michelena.
La angustia que antecede a esta escena como preámbulo a la muerte, se percibe por el desorden de los objetos, materiales y utensilios del pintor, el pincel en el suelo junto al libro las vidas paralelas de Plutarco, tirado y abierto, señalando la presencia de un momento histórico.
Amalgamando diversos tiempos en el cuadro, el pasado deja su huella a través de estos elementos, pero domina el presente como continuidad, debido a la falta de movimiento de los cuerpos y la densificación de la atmósfera de algunas áreas que dominan la prisión.
La pintura en este cuadro es un drama de temporalidades y densidades interiores. Los personajes están encerrados sobre sí, como lo evidencia el lenguaje gestual que los caracteriza: puños cerrados, manos tomando objetos o simplemente encerradas sobre sí mismas, sin forzamientos, como meditando sobre la fragilidad de la vida.
Las manos abiertas pero amarradas de Carlota, a pesar de estar aprisionadas, se alejan de la tensión interior de los personajes que la rodean. Entre estos gestos resalta el del pintor de Michelena, quien en una de sus manos sostiene un cordel, opuesto al amarre que aprisiona las manos de Carlota, anunciando el fin de una vida.
También destacan en la obra, otros elementos asociados al destino, como la tijera que sostiene el carcelero, símbolo del fin de una vida. En la mitología griega, Laquesis cortaba el hilo de la vida cuando llegaba el fin de la existencia.
Llaves, cuerdas y tijeras crean un continuo plástico, que nos llevan al fin de un destino y a la entrada de un personaje a la historia.
Las miradas son evasivas, abatidas, apáticas, como se evidencia en el rostro de todos los personajes excepto en el de Carlota Corday.
La comisura de los labios del que la pinta caen, como los de ella, en un diálogo de tristezas, que contrasta con las mejillas caídas de los otro personajes como posible signo de incomprensión ante la escena en que están involucrados, rasgos de la dimensión interior que se contraponen a la fuerza interior de Carlota, firme, retadora del destino, esto es expresado simbólicamente tanto en la llaves del carcelero como en las tijeras que cortan parte de su pelo.
Carlota se convierte en centro lunar del cuadro, como lo señala la palidez de su rostro, que se opone a la luz solar que la rodea. En términos plásticos y simbólicos estamos ante dos principios opuestos, la luz solar que desmaterializa algunas áreas con su resplandor, y la lunar que se evidencia en la palidez que caracteriza el rostro de Carlota Corday.
Morirá la musa lunar y resucitará, tal como lo está haciendo en este cuadro. Fuente de inspiración de Michelena, quien se proyecta en la obra a través del pintor como su álter ego.
La difusa luz solar que entra por la puerta en la que se adentra a su destino, genera una tensión que destruye visualmente toda pesadez, generando climas de trascendencia a través de diversos recursos pictóricos, como el predominio del azul, que engañosamente pareciera emanar del humo desenfadado de la pipa del carcelero, materializando lo impalpable, transformando ese instante espiritual en un estado de transición a otro nivel existencial a través de la embriaguez de vida, que transmite ese baño de luz azulada que contraste con el esplendor del blanco solar.
Elementos por los cuales el artista va desmaterializando áreas de este cuadro, como el sombrero que cubre el rostro de Carlota, en sus bordes se mutan en transparencia, transformándose en aura sacra, recurso que se repite en las manos del pintor.
¿Será esta la posición de Michelena ante la acción creadora? El pintor es capaz de develar lo ignorado por otros, de materializar y crear la otredad modificándola por sutiles vías, al generar una conciencia estética que incidirá sobre la conciencia histórica.
Pero más allá de este plano, se podría estar revelando también el sentido trascendente de la pintura. Estamos ante ante un artista que plasma el eterno presente de la pintura..
Los centros simbólicos del cuadro se plasman en diversas situaciones. El carcelero es uno de estos centros, emite una luz rojiza que hace contrapunto con los diversas zonas rojas del lienzo que emanan del fósforo y su luz, con el sombrero propio de la revolución y se continúan con el manto del carcelero que da la espalda a Carlota.
Esta rojez de sangre se opone a la blancura lunar de Carlota, y lucha contra el esplendor solar apolíneo que rodea a los personajes símbolos de la Revolución que la acompañan. La joven como principio lunar acepta un destino prefijado, que convierte la muerte en reconciliación con la vida, desde una perspectiva cíclica fundamentada en las diosas lunares.
¿De qué otra manera podría transmitirnos Michelena esa sensación de transición y ciclicidad entre la vida y a muerte, sino es a través de la transparencia y desmaterialización de los cuerpos, de las telas y piedras?
Incluso los muros y la puerta, umbral por los que sale Carlota a la muerte, apenas están boceteados, pinceladas ligeras quitan solidez a la materia, igual ocurre con la puerta recién abierta, elementos que son la entrada a la liberación como metáfora de la ciclicidad de una diosa lunar que será ejecutada por el principio solar.
Carlota Corday no pareciera dirigirse a la guillotina: está casi flotando como un enigma a descifrar a través de las pinceladas claras que dominan casi toda su figura, es sombra y realidad, pasado y futuro.
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