“Buenos Aires huele a garrapiñada y Venezuela a dompling frito”

En agosto de 2018, tenía un mes de casada, el trabajo de mis sueños, mi familia, mis perros, mis amigos, mi vida entera, en Ciudad Guayana; pero un año antes, la decisión ya estaba tomada, el siguiente rumbo sería Buenos Aires, Argentina.

Me despedí de Puerto Ordaz, la ciudad que me recibió por tantos años, luego le di el adiós a El Callao, mi pueblo, que en 2017 recibió el certificado de la Unesco como Patrimonio Inmaterial de la Humanidad, y que hoy en día es conocido por las miserias que ha arrastrado este Gobierno, cené mi plato favorito, Dompling con mantequilla y queso, con una mega taza de café con leche. Fui feliz.

Allí comenzó la odisea hasta la imponente Ciudad de la Furia, llegué una tarde de invierno, fría, fría, con sus colores neutros y mis dos maletas llenas de sabores que sabía extrañaría y no me equivoqué –café, Harina Pan, diablitos, ron, Nestea-.

Toca adaptarse

La primera decepción de Buenos Aires: su café, para una adicta del café como yo no podía haber algo peor, luego le agarré el toque y ya sé que café tomar.

Acá se desayuna con lo que llaman “facturas” y “medialunas”, todo dulce, nosotros que estamos acostumbrados a las arepas, empanadas, dompling, pastelitos; sufrí, pero tocó adaptarse.

Pero esas mismas facturas son la merienda ideal, ahora acompaño el “mate” con galletitas, disfruto del olor de la garrapiñada en cada esquina de Buenos Aires, y es que si me preguntas a qué huele esta ciudad, te diría a garrapiñada de maní calentita, huele a un asado los fines de semana y a una buena cerveza artesanal.

Sueño a mi Guayana

Los primeros meses de migración tuve la oportunidad de salir y explorar, perderme, conocer, disfrutar y ver la riqueza que te ofrece esta ciudad multicultural, porque a nosotros los emigrantes nos toca sonreír, ver a tu alrededor y agradecer lo que tienes, aunque tengas ese nudo en la garganta cada vez que lees una noticia de tu país, cada vez que hablas con tu familia y amigos y te cuenten el horror que viven, y es que nunca, nunca pensamos que llegaríamos a estos extremos. ¡Toca sonreír! Porque a miles de kilómetros de tu corazón, está tu cuerpo con nuevos proyectos.

Esos nuevos proyectos que vienen rodeados de una estructura europea, mezclando la modernidad junto a la riqueza cultural y turística.

Desde el Centro de Recoleta, hasta el Ateneo Grand Splendid, hacen que te enamores de esta movida, una que puede llevarse hasta Venezuela, hasta Guayana, porque acá muchas actividades son gratuitas, hay movimientos de todo, eso ayuda que se integren sin celos a un proyecto cultural nuevo.

Hoy sueño con ver a mi Guayana llena de actividades los fines de semanas, sin distinción política, que los chamos puedan ir a un parque y puedan pintar, jugar, sean felices, que un sábado los principales cafés de la ciudad se pongan de acuerdo y en la Plaza Monumento hagan una Feria del Café, sueño con un Centro Cívico lleno de música y libros, porque aquí a miles de kilómetros de mi zona de confort aprendí que sin tanto parapeto se vive mejor.

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