Especiales

Absolución final: Ícono de la contemporaneidad

Portafolios: Héctor Rondón, Premio Pulitzer 1993.
domingo, 02 julio 2023
Cortesía | El 4 de junio de 1962, dos periódicos tenían en su primera plana la imagen de un cura sosteniendo un soldado de rodillas

La carga histórica- ideológica que proyectamos sobre esta fotografía, nos impide comprender de un golpe lo que se esconde: una epifanía de la contemporaneidad.

Es lo santo, lo milagroso de la piedad cristiana representada en un sacerdote que desafió la muerte y la violencia para salvar a otro. Es una manifestación visual del amor al prójimo convertida en fotografía.

Las fotografías paradigmáticas capturan en tiempo y espacio, realidades que sintetizan de manera directa lo sublime, lo absurdo, lo dramático de momentos históricos colectivos e individuales.., por este rasgo a veces se intenta ignorarlos, pero su fuerza estética lo impide.

Estas miradas gracias al poder de la imagen, no pueden ser falseadas, son verdades duras. Legado de la humanidad, de ahí su carácter conceptual, subversivo, pues muestran y hacen comprensible problemáticas fundamentales de forma autentica y transparente.

Estos rasgos son revelados de manera sorpresiva en un click del 2 junio de 1962 en Puerto Cabello. Evidencia en huella de luz, la monstruosa fuerza de las pesadillas de la razón, como lo hizo Héctor Rondón Lovera(1933-1984) con su cámara Leica, venía de ser fotógrafo en los organismos de seguridad del Estado, y trabaja como reportero en sucesos del Diario la República.

Por eso fue enviado a documentar el Porteñazo, sin dudar por Freddy Martínez Rey, quien era jefe de fotógrafos, al ser entrevistado por Juan Carlos Solórzano dice: “Mandé a Rondón porque era el fotógrafo de ‘Sucesos’ y yo sabía que él era perfecto para eso porque no le tenía miedo a ese tipo de cosas”.

Cuando tuvo conocimiento del un segundo alzamiento militar en el 62, en el que estaban involucrados de manera directa civiles del Partido Comunista Venezolano y del Movimiento de Izquierda Revolucionario.

Como resultado de la decisión tomada en Marzo de 1961 en III congreso del PCV: abandonar la toma del poder por las elecciones, y hacerlo por las armas con los UTC e infiltrar y seducir a las fuerza armadas como lo venían haciendo. Había nacido el germen de lo que serían los frente de la guerrilla rural y urbana, con sus voladura de oleoductos, secuestros selectivos…

No todos los miembros del partido estuvieron de acuerdo, pero se sometieron a la disciplina inspirada en el bolcheviquismo: una vanguardia esclarecida en sus objetivos para la toma exitosa del Estado. Es la verticalidad, de los partidos de inspiración marxista-leninista, donde se imponen líneas políticas.

Medida que venía determinada por el enfrentamiento entre la Unión Soviética (URSS) y Estados Unidos debido a la guerra fría y al ferviente entusiasmo que despertó la triunfante revolución Cubana, en la juventud de izquierda de todo el continente.

El Carupanazo había ocurrido 28 días antes del Porteñazo, rápidamente dominado por las fuerzas leales, estos intentos de golpes de Estado a través de la unión cívico-militar, en parte fue el resultado de la fracaso de la reunión de 1959, entre el recién electo presidente Rómulo Betancourt y el ex guerrillero Fidel Castro, quien se mantuvo en el poder desde 1959 hasta el 2011, deseaba tener el apoyo del Venezuela para hacer un eje latinoamericano contra el imperialismo del Norte.

¿Qué conversaron? No se supo, lo que sí conocemos es que la reacción fue rápida, el gobierno revolucionario cubano ante esta negativa promovió la estrategia insurreccional en Venezuela.

Y apoyo directamente la guerra de guerrilla, que sedujo a parte de nuestra juventud. Trágicamente se abría otra vez el camino hacia un nuevo tipo de caudillismo en la década de los sesenta. Tentación que ha sido una marca perenne en nuestra historia política.

Sólo tres años después de aquella fallida reunión hubo dos levantamientos cívicos militares, entre otros sucesos violentos, como el magnicidio en Caracas el 24 de junio de 1960 contra la vida de Rómulo Betancourt, atentado que produjo quemaduras severas y deformación del rostro del presidente recién electo para el periodo 1959-1964.

La meta era derrocar el primer gobierno democrático elegido por elecciones libres, directas, universales y secretas. En este contexto, el 2 de junio de 1962 Héctor Rondón Lovera acompañado de Jesús Blasco de la Cadenas Capriles llegaron al Porteñazo.

En un primer momento no pudieron entrar a Puerto Cabello, pero lograron escurrirse detrás de unos tanques de guerra, que iban dejando a su paso soldados heridos por el fuego cruzado de francotiradores y ametralladoras.

El testimonio personal del reportero gráfico, publicado en el Diario la República es elocuente, de esa riesgosa entrada, para documentar uno de los episodios más cruentos de nuestra historia contemporánea:

“Al llegar haciéndole caso al mayor, nos retiramos a la pared. Luego de que habían pasado cerca de 10 tanques, empezaron a disparar de todos lados. Los muertos iban cayendo. No se veía a quienes disparaban ocultos en las casas. Los masacraron a todos. Cayeron diez en la esquina, los que iban conmigo…

Era como un cuarto para las siete. Junto a mí iba otro fotógrafo, Blasco. Cuando el último tanque, donde yo iba junto al otro fotógrafo, llegó a la esquina de La Alcantarilla, empezaron los disparos… Disparaban hasta granadas. Los tanques se fueron, finalmente, dejando a los muertos. Entonces fue cuando vimos que venía un cura por la acera derecha…-había un soldado herido- El cura trató de socorrerlo, lo levantó, trató de cargarlo. Yo tomé la foto. Era una escena horrorosa y a la vez tan humana. Blasco y yo le gritamos que saliera de ahí porque lo iban a matar”. (HRL, testimonio)

Había logrado tomar una fotografía determinante en la historia de Venezuela y de la historia de la contemporaneidad. El Capellán era de la Base naval Luis María Padilla, al ver la mortandad de esa emboscada, donde se amontonaban los cadáveres.

Tuvo un gesto de cristiano compasión, como es propio de un devoto sacerdote: “…, entre la primera estación de gasolina y la esquina de la Alcantarilla. A la distancia vi bultos que se movían en el suelo pensé que eran cuerpos humanos, invité a una ambulancia inmediata y fuimos hasta la estación de gasolina, donde estaba un hombre de uniforme tendido, me bajé, lo auxilié espiritualmente. La ambulancia quedó alzándolo y yo partí por el centro de la calle hacia donde estaba el grueso de los caídos que era justamente la esquina de la Alcantarilla. Allí yacían creo que nueve soldados tendidos, dos heridos mortalmente y los demás ya muertos, uno al tocarlo me dijo: “ayúdeme padrecito”. Procuraba echármelo al hombro de pronto llegó una ráfaga de ametralladora que hizo blanco en él, me paré y dándole la absolución expiró. Otro herido me dijo al tocarlo: “dígale a mi mamá cómo morí”… sobre todos di la absolución y me retiré en busca de ambulancias pero las ambulancias no se atrevían a avanzar porque el fuego se veía cerrado. Entonces advertí mis manos y sotana llenas de sangre…desde entonces me limité a ayudar a las ambulancias y a auxiliar muertos y moribundos…” (Extracto del testimonio del Monseñor Luis María Padilla al Consejo de Guerra)

Tras tomar la fotografía se pudo proteger en una sastrería para continuar tomando fotografías, para documentar aquel horror. Por varios días no comió, solo pudo beber agua y para sobrevivir debió esconderse entre los amontonados cadáveres de soldados y civiles.

“Todo el día hubo tensión en el ambiente – recuerda Ray que le contaba su padre Héctor Rondón- el país atravesaba un momento difícil pero no esperaba encontrar un escenario de guerra como el que le tocó presenciar. Disparos de ametralladoras, explosiones y bombardeos incesantes enfrentaba a insurrectos de la Marina y civiles pertenecientes al Partido Comunista de Venezuela contra las Fuerzas Armadas”.

Al lograr sortear los obstáculos para salir de Puerto Cabello, logro llegar a Valencia y Caracas, en ese momento el editor fotográfico identifica una imagen en blanco y negro que lo deja asombrado, no dudo de que era una magnifica fotografía. Y la envía a la organización World Press Photo para su distribución.

El 4 de junio de 1962, dos periódicos tenían en su primera plana la imagen de un cura sosteniendo un soldado de rodillas. Últimas Noticas usó la de José Luis Blasco; y La República, la de Rondón, tomadas de ángulos diferentes. Reproducidas en muchos medios internacionales.

Fue galardonada como la mejor fotografía de prensa del año y al reportaje fotográfico del año, dado por la Word Press Photo. Un año después, en junio de 1963, Héctor Rondón Lovera se convirtió en el primer latinoamericano en obtener el premio Pulitzer, y su fotografía ser portada de la revista Life en español.

Esta imagen ha tenido varios títulos: Ayuda del padre, y Absolución final. Provoca una fuerte conmoción emocional al otro.

Ver a ese arrogado Capellán rescatar a un soldado herido al que pudo haber conocido y confesado en la base naval es algo rotundo. Lo toma entre sus brazos, como si fuera un Cristo crucificado que no resucitara, le susurra al sacerdote: Por ahí no, me duele mucho. Lo tomo en la zona del cuerpo herida. En su tenaz mirada ladeada a pesar de los anteojos, se percibe la tensión de aquel momento, entre el fuego cruzado y como veía venir la ráfaga que remato al soldado que trataba de salvar, cuyo cuerpo escudo de vida, lo salvo. Tras ese primer plano, en la esquina la Alcantarilla, de Puerto Cabello se ven dos santa marías cerradas, y dos anuncios que parecieran titular la fotografía: Carnicería. La Alcantarilla, imagen que se refleja en charcos de sangre, tormentosa lluvia de vida que brotó de los cuerpos de estos jóvenes venezolanos. Esto enfatiza el carácter emocional y lo absurdo de ese suceso político, reflexión que solo el tiempo nos puede dar.

En lugar de un halo de santidad, el cura se encuentra rodeado de un cerco de casquillos de fusiles FAL (fusil automático ligero). Muestra el horror de algo que no debió haber sucedido; otras fotografías del mismo portafolio de Héctor Rondón Lovera, tomadas ese día evidencian la tensión en los contenidos visuales y composiciones.

Como la tomada en una esquina donde el Capellán se acerca a un grupo de soldados caídos, trata de hablarles y los toca, pero eran cuerpos inertes. La sangre brota de los cadáveres, y el suelo está cubierto de casquillos.

Cuatrocientos muertos y más de setecientos heridos –según cifras oficiales- dejó este levantamiento cívico-militar, cuyos cuerpos fueron lanzados en fosas comunes.

Siguió a esta acción una larga insurrección armada, que pudo ser pacificada y desarticulada en el período presidencial de Rafael Caldera (1969-1974). Ya en las elecciones del 1974 varios ex guerrilleros fueron elegidos por voto popular al Congreso Nacional.

Venezuela nunca debió haber pasado por una intentona militar, pero la historia no parece ser buena consejera. La vía armada sigue siendo en el país un vía válida para llegar al poder.

Estas fotografías del portafolio de Héctor Rondón Lovera sobre el Porteñazo son iconos estéticos, por sincretizar y sintetizar un lapso de nuestra historia contemporánea aún vigente, y sobre el cual todavía hay encontradas posiciones políticas e ideológicas en la Venezuela del siglo XXI.

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