Economía

Crisis cambia los hábitos de bebida en los venezolanos

El consumo de guarapita y aguardiente ha aumentado por su bajo precio.
Por: AFP
viernes, 27 diciembre 2019
AFP | El cocuy es lo que más se consume

En las montañas semiáridas de Bobare crece el agave, la planta del cocuy, licor ancestral al que vuelven la mirada venezolanos a quienes no les alcanza el dinero para ron, cerveza o, peor aun, whisky, otrora símbolo del derroche petrolero.

Pariente de la planta del mezcal mexicano, el ‘agave cocui trelease’ está en la cultura venezolana desde tiempos precolombinos y sus usos perduran gracias a artesanos como Dolores Giménez, de 84 años, patriarca de Bobare, estado Lara, este.

Giménez forjó su maestría cocuyera desde los siete años, cuando se producían unas pocas “garrafitas bien escondidas”.

“Si la Guardia lo agarraba a uno con cocuy lo ponía preso o le volvían pedazos la culebra (tubo de destilado)”, rememora en su modesto alambique.

Desde entonces este hombre dicharachero, con 25 hijos y 103 nietos, depuró el proceso y alegra los ratos de ocio de paisanos como Nelson Vargas, a quien su bebida favorita, la cerveza, se le fue a los cielos.

“Hace tres años que no me tomo una cerveza”, cuenta con amargura.

De 66 años, su pensión apenas equivale a tres dólares mensuales, que le alcanzarían para dos birras.

“Pocos la toman. Nosotros, los pobres, no”, afirma Vargas mientras empuja un sorbo de cocuy durante una procesión de la Virgen de Guadalupe. Copas van y vienen a ritmo de rancheras y golpes tocuyanos.

Consumo baja

El consumo de licor en Venezuela caerá 34 % este año, estima la firma de análisis de mercado de bebidas alcohólicas IWSR, basada en Londres, tras desplomarse 37 % en 2018.

Los consumidores “están migrando de bebidas tradicionales como cerveza o rones, a bebidas espirituosas más baratas como licores de ron (derivados) o aguardiente”, explica Carlos Salazar, presidente de la Cámara de Licores de Caracas, donde las ventas bajaron 50 % este año.

Pero la búsqueda de alternativas económicas tiene consecuencias letales. Un monitoreo de medios, ante la falta de cifras oficiales, contabiliza una treintena de muertos en 2019 por ingerir licor adulterado.

Atrás quedaron las épocas de vacas gordas en las que el whisky era omnipresente, relegando a los rones nacionales, considerados entre los mejores del mundo.

Aguardiente peligroso

En un apartamento caraqueño, Mayerlin y Karen mezclan aguardiente de caña con jugo de guanábana y abundante azúcar para hacer guarapa, tradicionalmente comercializada en barriadas.

Dan un toque estético a las botellas para llegar a gente joven.

Un litro de estos cócteles afrutados cuesta tres dólares.

“La dificultad mayor ha sido la competencia, lo están haciendo muchos, y la desconfianza” por la adulteración, señala Karen Rivas, de 30 años.

Dolores ve en la adulteración la sombra de la codicia. Aunque ya no está metido de lleno en la producción, es el catador principal y solo quiere “que la fama no se acabe”.

“No me interesa volverme rico con el cocuy. Sacar cocuy bueno sí me gusta, que usted se eche un trago conmigo y yo me eche un trago con usted”.

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