Placeres

Vogue rinde homenaje a Venezuela (+fotos)

La revista vuelve 40 años después con un relato que emociona.
sábado, 19 noviembre 2022
Cortesía Vogue México | Utilizaron diferentes locaciones del país

La revista Vogue México quiso rendir un h0menaje a través de una sesión de fotos desde diferentes locaciones del país, incluyendo Canaima en el estado Bolívar.

Vogue regresa a Venezuela cuarenta y seis años después aquellas primeras imágenes para rendir un homenaje a la riqueza natural y cultural de este país.

Su reportaje se cuenta en primera persona y aquí reproducimos una parte:

¿Qué es un país? ¿Un pedazo de tierra? ¿Una bandera? ¿Una idea? Yo creo que es una decisión, de pertenecer o no, aunque la partida de nacimiento te recuerde de por vida dónde naciste, al final, depende de uno si lo considera suyo o no. Yo no decidí nacer en Venezuela, pero les puedo asegurar que todos los días decido ser venezolana, aunque no vea al Ávila todos los días desde mi ventana. Y, ¿qué es ser venezolano hoy en día? Si son personas más visuales que de leer, estas imágenes les darán más de mil respuestas, pero si tienen tiempo y ganas, aquí les cuento un cuento, como dicen en mi país.

En la escuela nos enseñan que Cristóbal Colón llamó ‘Tierra de Gracia’ a Venezuela, inspirado por la belleza natural que encontró en las costas orientales del país. Es un orgullo para nosotros que el salto de agua más grande del mundo esté dentro de nuestras fronteras y que incluso haya inspirado una película de Disney (Up, por si se lo preguntaban).

Venimos de una tierra preciosa, llena de gracia, como dijo Colón, en la que entre tantas promesas rotas, tanto intento fallido, la única certeza, es esa belleza salvaje, rebelde, descarada de nuestra naturaleza, que no da explicaciones, como el relámpago del Catatumbo, un fenómeno que aparece todos los días en el mismo lugar, porque las condiciones climáticas se dan, pero también porque sí.

Grande belleza, grandes mentes

Nos rodea tanta belleza que desarrollamos esa maravillosa capacidad de verla incluso donde aparentemente no la hay y, lo más importante, aprendimos a recrearla, a pesar de todo.

Entonces, además de naturaleza salvaje, rebelde y descarada, Venezuela también es sinónimo de las letras de Rómulo Gallegos, la arquitectura moderna de Carlos Raúl Villanueva, del arte profundo y juguetón de Carlos Cruz Diez y Jesús Soto, y de la elegancia caraqueñamente global de Carolina Herrera.

Cuando el presente nos defrauda –y mira que, lamentablemente, es muy seguido– basta con voltear la mirada para conseguir consuelo en una maravilla como es el Ávila, esa montaña que rodea Caracas, que pase lo que pase, siempre va a estar ahí señalándonos el Norte; o reconfortarnos al pasar las páginas de cualquier obra de José Ignacio Cabrujas.

Por eso nos encanta mirar a otro lado o anclarnos en el pasado. Pero, quizás, ya es hora de comenzar a decidir ser venezolano teniendo el futuro en mente, porque ya el hoy no es solo la crisis que nos aqueja, sino las personas que han sabido encontrar la belleza gracias a ella y a pesar de ella.

Cuando el corazón llama, no hay nada que lo pare

Cuando te digo que soy venezolana, lo que te estoy diciendo también es que nací en el mismo país que Yenny Bastida, esa diseñadora terca que ‘no se va de Venezuela, vale’ y que si no se consiguen insumos, ella los busca en los lugares más obvios, esos que dejamos olvidados por la abundancia que nos dejó la bonanza petrolera, cuando gustaba más traer de afuera que buscar adentro.

Yenny fue a las tradiciones de nuestro país, literalmente a los pueblos aledaños a su casa en Yaracuy, para tomar los tejidos de los chinchorros de toda la vida y convertirlos en vestidos que ahora son best-sellers caribeños. La mejor manera de ver al pasado para apuntar al futuro, si me preguntan.

Su talento, sobre todo, es ese instinto que la guía y que hace un par de temporadas le dijo que la cosa iba por el croché, poco antes de que al resto del mundo también se le antojara, entonces ella ya estaba lista con diseños tejidos por manos venezolanas y con el potencial de triunfar aquí, allá y más allá.

Cuando te digo que soy venezolana es porque me emociona compartir gentilicio con gente como Alejandro Garcés que, con su marca Garzez, habla el lenguaje Gen Z como yo no puedo hacerlo, pero con referencias que entiendo perfectamente de dónde vienen y en diseños que, además de cumplir su función a cabalidad, aportan a la estética y a la nostalgia.

Soy caraqueña como Catalina Quintana de Puerta Negra y María Alicia Espinoza de M.A Espinoza, dos marcas que son regalos para los amantes del diseño y nombres que deben anotar, sean de Caracas, de la Ciudad de México o de Copenhague, porque la belleza con punto de vista no tiene nacionalidad.

Todavía no tengo nada de ellas en mi clóset, pero una vez me probé una camisa de Puerta Negra y sigo sin poder dejar de pensar en ella. Y, mis amigos que conocen en persona los diseños de M.A Espinoza, también buscan cualquier excusa para nombrarla pero, mejor aún, para vestirla.

Pero así como me emociona lo que promete la moda, también me gusta decirle a la gente que soy del país de Yulimar Rojas, Deyna Castellanos y Nicolás Manzano. Gente que rompe récords, mete goles y hace cine lindísimo. Puro futuro, muchachos.

Al final del día, la ratificación más grande del gentilicio es simplemente cualquier venezolano honesto y alegre que, a pesar de todo, sonríe y busca que otros sonrían. Una decisión. Eso somos.

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