Placeres

Un viaje del tinto paternal a la Academia del Vino Venezolano

Para D'Addazio, el amor por el vino tinto no fue una elección, sino un legado. "Mi padre era el gran fanático de los tintos, tanto es que no le importaba las armonías que hiciera, comiera pescado o lo que comiera, él siempre estaba tomando vinos tintos", relata.
lunes, 24 noviembre 2025
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Cortesía | Leonardo D'Addazio Milano junto a su padre Ercole D'Addazio, guardianes de la cultura vinícola en Venezuela

En el marco de la celebración mundial del vino tinto, el reconocido restaurador, químico y presidente de la Academia de Sommeliers de Venezuela (ASV), Leonardo José D’Addazio Milano, ofreció una profunda reflexión sobre sus orígenes, la cultura vinícola en el país, el rol indiscutible del vino tinto como “el rey” del consumo global y el terroir o terruño como concepto que combina cuatro factores clave en la elaboración de vinos de calidad: el suelo, el clima, el tipo de uva y la intervención humana en su elaboración.

Heredero del icónico Ercole Club Privado (fundado en 1984) e hijo de padres italianos, Don Ercole D’Addazio y Delia Milano, el autor del libro “Vini, Vidi, Vici” en colaboración con Dayana Medina, reveló cómo la pasión, el conocimiento y el dinamismo económico fueron los cimientos de la alta gastronomía en Venezuela.

El reto del catador y la herencia italiana

Para D’Addazio, el amor por el vino tinto no fue una elección, sino un legado. “Mi padre era el gran fanático de los tintos, tanto es que no le importaba las armonías que hiciera, comiera pescado o lo que comiera, él siempre estaba tomando vinos tintos”, relata.

Su iniciación ocurrió siendo muy jovencito, con copas de vino “primero con mucha agua, poquito vino, después cada vez menos agua y más vino”.

El vínculo emocional fue clave. Su padre lo retaba: “Toma catador, ¿qué te parece?”. Esta cercanía y la admiración por el conocimiento de su padre en el mundo vinícola encendieron una chispa que, aunque dormida, se volvió científica durante sus estudios en Química en la Universidad Simón Bolívar. D’Addazio comenzó a suscribirse a revistas italianas y norteamericanas, fusionando su entendimiento químico con la fascinación por la enología.

El boom de Guayana y el nacimiento de una élite

El despegue de la cultura del vino en Venezuela, según D’Addazio, tuvo un epicentro inesperado: Ciudad Guayana. A mediados de los años 80, el auge de las empresas básicas atrajo a numerosos asesores extranjeros, italianos, franceses, alemanes y japoneses, entre otros.

“Esas personas, además, cuando los venezolanos iban a visitarlos a sus países, siempre tenían bodegas, siempre la comida iba acompañada de buenos vinos”, explica. Éstos, al llegar a Venezuela, replicaron esa costumbre, creando una demanda inusitada de alta calidad.

Este entorno propicio permitió a la familia D’Addazio fundar negocios de referencia. Su restaurante Divinum se convirtió en el primero de Venezuela (y posiblemente de Sudamérica) en figurar durante siete años consecutivos en la guía de las mejores listas de vinos del mundo de la revista Wine Spectator.

De la botella a la academia

La necesidad de un servicio a la altura de las bodegas que manejaban en restaurantes como Divinum y Grill House, y en la enoteca de Ercole, llevó a un siguiente paso fundamental: la formación. “Tenía que haber más que un conocimiento de los productos, sino un conocimiento de su servicio, de cómo se guardan, de cuales están listos”, afirma.

Por estas razones, la Academia de Sommeliers de Venezuela (ASV), de la cual es presidente, nace en Ciudad Guayana, buscando profesionalizar el servicio.

D’Addazio subraya que tres factores fueron esenciales para el éxito de su enoteca y restaurantes en una época donde Venezuela consumía principalmente scotch: “consumidores que eran importantísimos, gente detrás de esto que sabía recomendar, servir y además conservar las botellas, y la buena voluntad de hacerlo”.

Consejos para el novicio y la complejidad del tinto

Para aquellos que inician su viaje en el vino tinto, D’Addazio aconseja la progresión: “Tienes que ir de los vinos más fáciles de beber. Todos empezamos con vinos más suaves, más sencillos, menos complicados”. Explica que nadie disfruta inmediatamente de los vinos “demasiado astringentes” hasta que se entiende su potencial de guarda.

Los grandes vinos son complejos y caros porque la calidad, la evolución y la capacidad de añejamiento se pagan. “Un vino que la botella te dé para hablar durante media o más de una hora, es lo que vas pagando”, señala.

Respecto a las tendencias, aunque el mercado mundial apunta a vinos con menos alcohol y el rosado ha tenido un “boom” reciente, el tinto sigue dominando el consumo con una proporción de aproximadamente 70-30 frente a los blancos.

Finalmente, el químico y restaurador ofrece su visión poética: “Me encanta ver el vino como que la tierra donde se siembra es la melodía, esa partitura, y quien interpreta la partitura es la uva, la uva es como la orquesta que interpreta esa partitura”.

 

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