Oswaldo Vigas: Apuntes a la historia cultural de Venezuela
Adentrase en la vida y obra de Oswaldo Vigas es profundizar en la historia del arte. Tenía un gusto estético desprejuiciado y amplio, que incluía las diversos civilizaciones de y periodos históricos.
Incluso conocía y admiraba las expresiones estéticas de las sociedades indígenas y en especial del arte popular.
Cultivó amistades como la de Feliciano Carvallo, Esteban Castillo; Antonio José Fernández, el Hombre del Anillo, Bárbaro Rivas, y tuvo una estrecha relación con Juan Félix Sánchez, pues entre el arte de ambos se establecían puentes de contacto, como el expresionismo escultórico sacro del iluminado del Tisure.
Mérida fue un terreno muy conocido por el artista, estudió allí parte de su carrera de medicina, y desarrolló en ese periodo varias de sus etapas pictóricas de las que forman parte el cuadro como “Muchacha de los Andes” (1946-1947).
El hecho de estudiar y graduarse de médico, carrera que nunca ejerció, es importante para comprender su lenguaje visual, pues conocía a la perfección la anatomía humana.
Sin embargo, su obra figurativa se aleja del realismo, y crea una figuración que usa la deformación como parte de su sintaxis plástica.
Así muchas de las manos de sus cuadros tienen tres dedos, como se representan en los míticos personajes de los petroglifos de Vigirima.
Artista orgulloso de ser autodidacta que empezó a pintar desde niño, su obra desde ese entonces circuló en Valencia.
En su periodo parisino (1952-1964) conoció los pilares del arte moderno latinoamericano y Europeo, relaciones que fueron definitorias en su visión estética, como lo fue su intimidad con artistas como Wifredo Lam, al igual que tuvo una estrecha amistad con Francisco Toledo, Fernando de Szyzlo, José Luis Cuevas, entre otros.
Y fue uno de los pocos artistas latinoamericanos que conoció a Picasso que lo recibió en su casa . Durante su periodo parisino formo parte del círculo de artistas venezolanos entre los cuales Humberto Jaimes Sánchez, Ángel Hurtado, Pascual Navarro, Jesús Soto, Alejandro Otero, Alirio Oramas, Perán Erminy, Mario Abreu…
Al llegar de su larga estancia en París (1965) organiza una exposición itinerante en varios museos del país, mostrando su etapa informal y gestual.
En Mérida, el Rector de la Universidad de los Andes, Pedro Rincón Gutiérrez, le ofrece asumir la Dirección de Cultura que dirigió durante cinco años. En este cargo Vigas emprendió una intensa actividad que convirtió a la capital merideña en la ciudad cultural de Venezuela.
Se presentaron eventos como el Festival Internacional de Música, y representaciones de grupos folclóricos como los Guajiros, junto a La Primera Muestra de Cine Documental Latinoamericano, este último seleccionado por Carlos Rebolledo.
Pese a esa intensa actividad de promoción cultural, continúa desarrollando su obra plástica, desarrollando una nueva figuración que gira en torno a lo femenino arquetipal como la obra Grupo Familiar (1965), probablemente eco del nacimiento de su hijo Lorenzo el 13 de febrero del 1967.
Es merecedor del Premio Nacional de Arte Plásticas en 1952 con un cuadro que escindió el mundo cultural de la Venezuela de esa época como fue la Gran Bruja, icono de la historia del arte venezolano, obra inspirada en la Venus de Tacarigua, de la cultura wayuu, y la expresiones culturales de las sociedades selváticas como los Yekuana.
Figuración que está muy vinculada también a sus recorridos de juventud entre los petroglifos de Vigirima.
Indagué en la obra de Oswaldo Vigas gracias a que Sofía Ímbert, directora del Museo de Arte Contemporáneo de Caracas, me asignó estudiar y realizar la curaduría de lo que sería en ese entonces una retrospectiva de su obra titulada: “Vigas 1942-1990”.
Así pude estudiar los organizados archivos hemerográficos y de revistas, que atesoran décadas del acontecer tanto de la vida y obra de Vigas, como de la historia cultural del país.
Son decenas de carpetas organizadas minuciosamente por Janine, documentación esencial para comprender nuestra historia artística y conocer a fondo movimientos como los Disidentes, el Taller Libre de Arte de Caracas; o las exposiciones que marcaron un hito en esa Venezuela.
Al acercarse a su visión estética y sus diversas etapas a lo largo de la década de los noventa y del dos mil, sorprende como su lenguaje visual siguió desarrollándose a través de cambios cromáticos, de la figuración, la línea, la pincelada, el desarrollo de su lenguaje escultórica, y su retorno al muralismo al crear el monumental mural realizado para Ciudad Banesco en su sede principal en Caracas…
Entrar a su taller siempre es una experiencia sorprendente. El visitante en la entrada se enfrenta a un alto mándala tibetano sobre seda, deidades protectores de ese espacio de creación, obra de arte que tuvo que adquirir con gran esfuerzo cuando vivía en París.
Era amante de obras eclécticas, pues tenía una mente abierta y desprejuiciada ante cualquier tipo de expresión artística, ya fuera una pieza de marfil tallado, máscaras y esculturas africanas, o precolombinas.
Una de las últimas tardes que compartimos en el 2012, emocionados hojeábamos los catálogos de las exposiciones que había visitado en Europa.
En esa lluviosa tarde, conversamos de la exposición de Gaston Chaissac que lo había fuertemente impactado. Ese ingenioso pintor, de cuya vida y obra podía hablar durante horas, había sido cartero y expresaba una figuración muy personal.
Una de las mayores aventuras estéticas e intelectuales que he tenido están vinculadas a las vivencias que he tenido con la generosa amistad de Oswaldo Vigas.
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