¡Yo soy!
Sabes que muchas personas, en mayor o menor grado, tienen “rota” su autoestima, sabes que ese sentimiento de inferioridad, de no merecer mayores cosas, esa aceptación de no poder, no nació con ellas, sino que le fue enseñada a lo largo de la vida. Sabes que en la mayoría de los casos, las personas con baja autoestima, son en realidad víctimas de sus seres más cercanos, incluso de quienes más le quieren.
Como un instrumento de auto-análisis, compartiré a continuación historias de personas, en las cuales, como dicen las películas, he cambiado los escenarios y los nombres, pero que igual sirven como testimonio de seres humanos, que lograron reconstruir su autoestima y cambiar su postura ante la vida, rompiendo para siempre, las cadenas que los ataban a sus saboteadores internos.
Cirilo fue el menor de tres hijos, su hermano mayor, Juan, de quien su madre decía que había aprendido a hablar a los 6 meses, que era idéntico a su padre, igualito a su abuelo, que era inteligente y guapo.
El segundo, Pedro, desde muy jovencito sus padres decías que ya era todo un hombre y que iba a ser lo que quisiera en la vida. Por último, Cirilo, el tercero, a quien siempre le pidieron ser como sus hermanos mayores, no puedes fallar, ojalá fueras como tus hermanos.
Cirilo aprendió de sus amados padres, que sus iguales eran superiores, que no merecía ser reconocido, que no podía triunfar en la vida haciendo lo que le gustaba y que el único camino era copiar a otras personas.
Antonietta, hija única, su madre siempre la comparó con sus primas y con las hijas de sus amistades, pero no lo hacía por hacerle daño, sino para ayudarla a “ser mejor”.
Ciertamente, Antonietta siempre fue excelente estudiante, muy educada, maravillosa hija, con principios y valores, hasta allí, podríamos pensar que su madre logró que Antonietta “fuera mejor”.
Salvo porque la falta de reconocimiento de su madre, la convirtió en una persona insegura, incapaz de tomar las decisiones que necesitaba su vida y mucho menos de alcanzar objetivos importantes, por el miedo de fallar ante los ojos de los demás.
Consuelo, una joven con cinco hermanas, de niña era muy alegre y le gustaba cantar y bailar, pero siempre sus hermanas se tapaban los oídos y le decían que cantaba chillón y que bailaba como una mona, además, le convencieron de que no era bonita.
Con los años, Consuelo calló su canto para siempre y dejo de bailar, aquella joven extrovertida se convirtió en una adulta tímida, con muchos saboteadores internos, estaba convencida de que no sabía hacer las cosas bien, su alegría del pasado, se redujo a solo sonreír y aplaudir a los demás.
Aquiles, desde muy niño escuchó a su papá y a sus tíos, bromear en familia, diciendo que Aquiles había sido un mal cálculo, un accidente. La madre de Aquiles era costurera y el padre comerciante, en el colegio, Aquiles era motivo de burla, por su forma de vestir, pues toda la ropa se la hacía su mamá, a su gusto, ni siquiera le preguntaba a Aquiles si le gustaba.
Aquiles no recuerda que su padre lo llevara nunca con él a ningún lugar o lo hiciera parte de algo importante, pero sí recuerda que en una oportunidad, le dio una opinión y el padre lo descalificó en público.
Así, Aquiles llegó a adulto, convencido de que no merecía ser querido por una mujer, que siempre debía conformarse con lo que le diesen y no aspirar a más, por no merecerlo.
Así es como, en muchos casos, el adulto de hoy, es la huella del niño que fue.
Te invito a buscar en estas historias, quizás algo encuentres que pueda ayudarte, te invito a ser libre de cualquier prejuicio inducido, acepta que puedes ser y hacer, que eres y mereces recibir de la vida, todo lo que te haga feliz.
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