Opinión

Vivir en cristiano

La fe que piensa.
jueves, 09 enero 2020

I.
Sirva este medio para desear a todos un 2020 que nos ayude a hacer realidad todos los proyectos que llevamos entre manos, gestados en nuestros corazones, y que su concreción nutra la esperanza de un futuro mejor, cada vez que oteamos el horizonte nacional.

Si a ver vamos, el año ha empezado mal. Es una difícil prueba para nosotros ver como el naufragio político, en lugar de abrir vías de solución a lo económico, no hace sino agravar las penurias que padecemos. En un país donde la vida se nos va en colas de todos los sabores y colores, donde la incertidumbre aterrizó en el cono monetario, donde el salario formal no garantiza el cotidiano, pues, aunque haya anaqueles que exhiban productos de consumo, no hay solvencia económica para costear los exorbitantes precios de éstos últimos. Por si esto fuera poco, damos comienzo a un nuevo año con “dos” Asambleas Legislativas, y sin visos de solución en las inmediatas.

El Domingo, la Iglesia Católica celebra el bautismo del Señor. Es una recurrencia litúrgica densa que, precisamente por su significado, podría ofrecernos algunas consideraciones que nos permitan mantener encendida la luz en nuestros ojos, ojos que añoran contemplar escenarios justos, cónsonos con nuestro ser personas.

II.
Para el momento en que Jesucristo decide hacerse bautizar por Juan el Bautista, Israel vive una situación dramática, desoladora. Es tal el yugo que el pueblo padece, que todos reconocen públicamente que Dios los ha abandonado a su suerte. No hay opciones que alimenten nuevas dinámicas y derroteros. El juego se cerró, y a Israel le tocó perder.

En este contexto de tierra arrasada hace acto de presencia Juan el Bautista, trayendo consigo una noticia, no solo buena, sino grande: el Mesías está llegando, y él —Juan— es su mensajero. El Mesías trae consigo al Espíritu y su bautismo será, no ya de agua, sino de fuego. El Mesías es el portador de la última palabra del juicio divino a esta historia, palabra salvífica y palabra condenatoria.

III.
Juan estaba en lo cierto. El Mesías llegó, y se llama el Niño Jesús: trae consigo la capacidad de acuerpar alrededor suyo a todos aquellos que anhelan un nuevo día, radicalmente diferente a la situación actual. Para ello, es menester reconocer la propia responsabilidad y contribución con este caos, conscientes de que unos son más responsables y culpables que otros. Es igualmente necesario comprometerse a ser distinto a lo que impone este ambiente; este compromiso supone pronunciar las palabras indicadas, pero implica esencialmente actuar en favor del bien, y rechazar de plano el mal.

Vivir en cristiano es llevar a sus últimas consecuencias nuestro ser bautizados. Es decir, hay que proclamar con más ahínco y a todo pulmón que acabamos de vivir un gran acontecimiento, y que este evento nos determina, nos fortalece para continuar nuestro tortuoso camino, y animando a otros pues nuestra esperanza no merma. Que se nos abra el cielo, igual como sucedió con Jesús en su bautismo.

 

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