T-una
Hace unos meses atrás me comprometí con mi buen amigo el Ab. David De Ponte Lira, quien me dijo: leo tus crónicas, pero hay una persona a quien no has recordado aun, cierto, de inmediato cuando me dio las señas, le dije: ESO VA, comencé a tratar de localizar a sus familiares, tratando de que sus hijos me dieran los datos necesarios (lugar y fecha de nacimiento, como llegó y en que época llegó a Venezuela, a Puerto Ordaz, como fueron sus inicios, su esposa sus hijos, nietos etc, pero después de arduas llamadas no se hizo posible, pero… no importó, comienzo narrando: al final de los años 60, en la Avenida Las Américas, una de las vías más importante para el momento, ahí funcionó una estación de gasolina propiedad del señor Florencio Matos Romero, a mano derecha un edificio (frente al Edf. Tucán) donde estaba ubicado el Banco Ítalo Venezolano, el gerente era el señor Cristoforo Moratini, el Sub Gerente era J. García, el señor Mota era el contador, entre las damas recordamos a Ana Gil, Maritza Granados entre otras, este mismo local después de haber sido mudado el banco, lo ocupó el señor Franco Giubaso, tienda de deportes llamada Sporting, (también se dedicaba a la fotografía) pero en la parte trasera está aún el Hotel La Habana, a su lado, un pequeño y atractivo Bar atendido por Renzo y Susy y en todo el frente estaba el RESTAURANT T.UNA, que es cual vamos a recordar, era el propio restaurant criollo italiano, siendo un lugar de reunión en horas del almuerzo, frecuentado justamente por el Dr. David De Ponte Lira, Domenico Agnelli, Elio Menegola, el medico J. Herrera, mi persona con mi grupo familiar y muchísimos más, creo que no hay en Puerto Ordaz, un restaurant que supere la calidad de los auténticos platos italianos, las pastas, sus salsas, los pastichos, pizzas y un pollo inigualable, todo esto preparado de manera artesanal, el personaje se llamó ONORIO ANGELLINI, se hacía acompañar con su señora esposa, sus hijos e hijas, sus nueras; la pulcritud y atención era lo máximo, aquellas pequeñas mesas de madera, cubiertas con un hule (material plástico, tipo mantel) el ambiente se tornaba romántico, de manera tal que parecía preparado como un escenario para rodar un filme evocando a Al Pacino, recordando la época en el papel de mafioso o Marlon Brando en El Padrino, solo faltaba un grupo de damas entonando y bailando la tarantela, el Rest. T-UNA, con el tiempo desapareció sin darnos cuenta, la última ocasión que pude ver a Onofrio, estaba en edad avanzada, sus hijos lograron mantener un “rato” mas, pero no fue posible, solo el vago recuerdo; en esta semana que culmina, se ha logrado hacer unos cambios en mi estudio fotográfico y entre tantos recortes de prensa, recuerdos y muchas fotos, apareció la imagen de Oofrio, paz a sus restos, lo seguiremos recordando y evocando en este Puerto Ordaz que es una de las ciudades más jóvenes de Venezuela, pero con muchos recuerdos e historias.
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