¿Sometido por el miedo?
Hoy día, el venezolano no es el mismo individuo apacible, amable y bonachón de hace algunos años. La dinámica de vida que viene dándose en el país, lo ha llevado a comportarse de forma diferente.
Los desvelos y revuelos del agitado y convulsionado presente, originados en el furibundo trajín de una política emprendida a empellones, lo enfermaron.
Su enfermedad no es orgánica. Pero sí afecta su hospitalidad y solidaridad pues los aires que se respiran en el país, son obscuros, desquiciantes y degenerativos fundamentalmente en lo moral, ético y cultural. Desde luego, en lo político, lo económico y en lo social.
El país cuenta hoy con habitantes enfermos de miedo de la política, de la inseguridad, de la violencia, tanto como del desamparo, de quien tiene a su lado en la calle, o de quien ronda su cuadra o su casa.
Uniformado o citadino, el miedo es igual. Todo esto constituye un grave cuadro de patología social en la convivencia de los venezolanos que, inevitablemente, ha conducido a un drástico cambio en sus costumbres y tradiciones.
En este sentido, es posible advertir en la conducta del venezolano manifestaciones de rabia, de tristeza, rechazo, desespero, desesperanza, y de temor por las cuales se han visto trastocado sentimientos. Pero particularmente, valores ciudadanos.
La vivienda se convirtió en prisión por causa del enrejado que ahora la caracteriza. Los estudiantes dejaron de utilizar los parques y plazas para repasar en fecha de exámenes. Sobre todo, cuando la universidad se ve asediada por el temor de ser intervenida por hordas de milicianos o colectivos armados con aires de sargentones o investidos de un insolente autoritarismo.
Tanto que la universidad se trasladó a la calle. Pero no por falta de aulas, sino por falta de libertad. Hasta la luna y las estrellas parecieran haberse contagiado de dicha enfermedad por cuanto poco se han vuelto a ver en el cielo rozando con el horizonte. El miedo hizo de la noche su más inmediato objetivo y cómplice para llevar adelante un traicionero acecho.
Por ratos, pareciera que todo conspirara contra la posibilidad de revertir la situación puesto que todo tiende a enquistarse por culpa de ese miedo que colapsa cualquier movimiento posible.
Es como si el país sufriera de una neurosis que la mantiene atrapada y paralizada por tan nefastos efectos que dan lugar a los más horribles crímenes y asesinatos jamás perpetrados.
Sin duda, esto se traduce en una convivencia complicada, apesadumbrada, urgente y fugaz que deforma todo propósito de vivir a Venezuela como se supone que mejor pudiera ser. O es acaso, que el país, y cada venezolano, se halla ¿sometido por el miedo?
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