Opinión

Orar sin desmayar

"La fe, al igual que la oración, tiene muchas interpretaciones".
jueves, 17 octubre 2019

¿Cómo mantener una conversación con otro, si no es capaz de hablarme del mismo modo que yo le hablo a él? Un “diálogo”, así llevado, sencillamente dura poco. La persona termina por abandonarlo, porque no se da. Es pesado hablar con alguien que no reaccione. Algo similar suele ocurrir con la oración, donde la dejamos con relativa rapidez precisamente porque no nos sentimos escuchados en nuestra petición o acción de agradecimiento.

La oración es una realidad netamente humana, consistente en crear unas condiciones concretas que me permitan escuchar la voz de Dios, su voluntad para mi vida y lo que espera de esta historia, de la Humanidad.

Entre una y otra afirmación anterior está, a mi juicio, una de las claves para superar la crisis típica que nos lleva a dejar la oración. De las muchas cosas que se puedan afirmar sobre qué es orar, asomé una que considero fundamental, o sea, la oración es oír a nuestro Dios. Por supuesto, que la oración me reserva un espacio para que me exprese, pero ella es básicamente un espacio donde ahondo en el mensaje divino. En el ejercicio de esta actividad humana, Jesús nos invita a no desfallecer, a no cerrarnos a la trascendencia que nos humaniza.

La viuda y el juez

La viuda representa en la Biblia la persona desamparada por excelencia, dada su condición de mujer, en una sociedad machista “sin un hombre que la represente” es más vulnerable, es objeto fácil del atropello y aprovechamiento de parte de los demás. Es pobre, socioeconómicamente hablando, y no tiene quien asuma su causa… ¡Salvo Dios!

Llama la atención que Jesús se valga de este personaje para simbolizarnos y animarnos a ser fieles a la oración. Quizá tenga que ver con el hecho de que una mujer de su categoría tiene todas las de perder, y no obstante saberlo, ella no se desanimó hasta alcanzar —por hastío del juez—, que éste le hiciera justicia.

El Señor nos llama pues a asemejarnos a esta buena viuda en su constancia, su fidelidad a una causa, su tozudez espiritual; son herramientas por demás necesarias hoy día, donde nuestra paciencia es puesta a prueba.

Fe en la tierra

Pero en la lectura del Evangelio hay otro tema, que parece añadido, pero que en realidad representa el núcleo del mensaje de Jesús. Terminada la parábola de la viuda y el juez, Jesucristo pregunta —retóricamente— si cuando Él vuelva, hallará fe en esta tierra.

La fe, al igual que la oración, tiene muchas interpretaciones. En el contexto que nos ocupa, parece significar “mi insistencia a prueba de todo, me otorgará el premio de que mi solicitud sea atendida”. Creo entonces en la constancia, en continuar en pie, en levantar la voz, en tocar la puerta, en oír al otro, en no desmayar, en propagar esperanza, en creer que no todo está dicho ni acabado.

Cuando Jesús vuelva, ¿encontrará fe? Cuando el Señor regrese, encontrará fe y país que crea en Él. Habrá todo esto, precisamente porque hoy hay gente que desea su permanencia. Para ello continuamos nuestro trabajo. No desfallecer nunca.

 

 

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