Mi despedida para José Apolinar Cantor

José fue todo un referente para muchos de nosotros. Un joven músico que se echó al hombro generaciones y generaciones de adolescentones problemáticos y otros no tanto, pero todos ávidos de progresar en los dominios de Euterpe.
Luego Maestro de dilatada trayectoria, Jose Cantor no fue solamente un excelente director de coros y orquestas. José Cantor tenía al máximo el don de gentes: amable, con capacidad de escucha, fuente de inspiración, generaba alegría por doquier a su paso. Paciente profesor que formó hombres y mujeres de bien en Monagas. Espléndido y generoso, brindaba confianza a quien se le acercara.
Inteligente y sensible, José Cantor permanece en nuestra memoria y en nuestros corazones, tan vivo como la Quinta de Beethoven o como aquellos “zapatitos de lluvia” del maestro Sojo.
Con el sonido lejano del corno que tanto amó, con el profundo vibrato de los violines y el delicado solo de un oboe, José ha entrado con honor en la Casa del Altísimo. El mismo honor que fue para nosotros poder contarnos entre sus discípulos.
(Humilde recuerdo de David De Lima, a quien tanto inspiró).
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