Opinión

La política del futuro deberá ser diferente

Las taras políticas son parte del problema y esto tiene un origen cultural, psicológico e individual.
pablo quintero
lunes, 18 agosto 2025

Ante una oposición desgastada, con enfrentamientos internos, fracasos y que no permite su renovación para darle paso a nuevas generaciones, se acerca un escenario de reemplazo para quienes llevan 25 años presentándose como fórmula de cambio. Los ciudadanos están psicológicamente agotados de observar y escuchar a las mismas personas prometiendo lo mismo y fallando. Es como estar dentro del cine, ver la misma película durante 25 años y que lo único diferente sea el color de las butacas. En Venezuela nadie renuncia o asume públicamente la responsabilidad de sus desaciertos ya que eso representa, según la lógica caudillista, un símbolo de debilidad.

Las taras políticas son parte del problema y esto tiene un origen cultural, psicológico e individual. La primera, es que muchos dirigentes se sienten ungidos por algún ser superior, un Dios. Algunos se sienten inspirados por un “llamado divino” que los impulsa a conquistar la presidencia y dedicarle su vida a este deseo. Bajo este mindset no se considera la percepción negativa que le genera a los ciudadanos ver cómo un político pasa toda su vida atendiendo los asuntos públicos sin un proyecto que logre incidir de forma positiva en la calidad de vida de la gente, o que simplemente alcance el poder.

Otros han justificado su incursión en los asuntos públicos argumentando que su linaje es colonial ya que descienden directamente de los genes de Simón Bolívar y otros próceres. También están los que manifiestan su vocación política desde la educación básica, el cuarto grado de primaria, y cómo delegados ejercieron grandes responsabilidades que los animaron a perseguir el sueño de llegar al poder.

Cuando revisamos a fondo lo que sucede, observamos que el origen de estos razonamientos arranca con una distorsión de lo que es la política. Muchos la conciben como un asunto lucrativo, individual, alejado del bien común. Algunos con un grado mayor de narcicismo, han llegado a decir que ellos “saben” como resolver todos los problemas del país, recordándonos a Milei, Trump y Bukele quienes exteriorizan una imagen de “superhombre” capaz de absolutamente todo, un ser humano indispensable en la vida de millones de personas. Kim Jong Un y el sistema norcoreano seguramente encajarían con esta visión de la política eterna, estática y unipersonal.

Otro de los asuntos que la ciudadanía se pregunta en sus conversaciones sobre la política es ¿De qué viven los políticos? ¿Cuáles son sus fuentes de ingreso? ¿Ejercen su profesión? ¿De qué vive un superhéroe entonces? En la mayoría de los casos no hay respuesta clara, todo resulta una voltereta cuando la pregunta es sencilla, lógica y válida en un país con altos niveles de incertidumbre y corrupción sobre la élite política. Sucedió con Juan Guaidó cuando Gustau Alegret, periodista de NTN24 le pregunta: ¿De qué vive usted? ¿Cómo se mantiene en Estados Unidos? A lo que Guaidó responde con risa y preocupación, yo soy ingeniero…Desvía el tema y sigue riendo. Esta entrevista fue eliminada de YouTube por el canal NTN24 a petición de Juan Guaidó.

La relación entre ciudadanos y políticos sería diferente si las preguntas sencillas fueran respondidas. ¿Quién conoce la nevera de un político? ¿sus aficiones? ¿su biblioteca? ¿su música favorita? Solo la militancia y si acaso. Se ha tenido la idea de que el político es un ser superior al resto, que no hace mercado, no surte su carro de gasolina y no compra en una panadería, pero esta distancia marcada por la creencia principal de que el político es un designio divino o una causa casi intocable que respira un oxígeno distinto al de la ciudadanía, es precisamente una consecuencia de esa creencia errada que anteriormente explicamos. Cosas como estas lo alejan de la gente. En el fondo, toda esta distorsión es contraria a la política que se requiere en estos tiempos sedienta de más proximidad, conversación horizontal y espontaneidad. La gente quiere ver a los políticos como son ya que la identidad parte de allí y sin esto la conexión solo es un asunto superficial, efímero y electoral. Como ha sucedido en los últimos años.

Hoy vemos a influencers de redes sociales ayudando a los políticos a humanizarse, cuando ellos cedieron esos espacios por su rigidez, inseguridades y rechazo a la naturalidad, principal atractivo de cualquier relación.

Regresando al punto inicial cabe preguntarse ¿Si el hartazgo de la gente sobre la política está asociado a las mismas personalidades que durante años no han logrado cumplir sus promesas, no sería momento de apostar por una renovación?  A la oposición le valdría la pena experimentar un camino distinto, una nueva oportunidad junto con la ciudadanía que sin tener “burdel político” y olfato de pastor alemán pudiera movilizarse en una política más resolutiva en el tablero social.

 La incorporación de nuevas prácticas políticas, otros lenguajes y enfoques pudieran mejorar las conversaciones intersectoriales necesarias para un diálogo y una negociación política. No se trata de apartar a los políticos tradicionales o de imponer un grupo social sobre otro, es darle espacio a una imagen renovada de la política, con mayor confianza y posibilidades de incidencia.

Se quiere pensar que no porque lo contrario obliga a desafiar lo establecido pero el oficialismo puede mantener su dinámica de poder con la misma oposición durante muchos años más y atento a esto, al gobierno le conviene la misma oposición porque conoce milimétricamente su enfoque, su psicología colectiva, sus ambiciones, errores, lenguaje predecible y su talón de Aquiles.

Cualquier cambio dentro de las estructuras del sistema es inconveniente ya que rompería con la simbiosis y la política quid pro quo generadora de eternos y repetitivos bucles dentro la política en el tiempo. Las personas sienten que todo se repite porque nada ha cambiado en el fondo, solo las formas y el contexto. Es un trago amargo analizar la parte de abajo del iceberg porque obliga a enfrentar la realidad y a redescubrirla, pero es un paso necesario para la evolución y la persecución de nuevas oportunidades.

 “Para llegar a alguna parte, debemos dejar algo atrás” Tercera ley de Newton

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