La fe que piensa: Bien unidos
La comunidad de Corintos supuso para san Pablo un verdadero dolor de cabeza. Las razones giran alrededor de que los corintios no terminan de deslastrarse de dinámicas anteriores de su conversión al cristianismo; estas realidades presentes comunitariamente, marcan pautas que merman la propuesta que llegó con la predicación paulina, y que los corintios aceptaron libremente. Los cristianos se dejan permear por lo ambientalmente dado, de manera que éste hace acto de presencia enturbiando las relaciones entre los hermanos.
Pablo reencauza las aguas desbordadas por la división entre los hermanos. Para ello, apela a lo más genuino de su predicación, a la persona de Jesucristo. El compromiso no es con una facción o un líder, sino con el Señor Jesús muerto en cruz por nosotros, para que nuestras existencias cobraran otro sentido, inscribiendo la esperanza en nuestro horizonte para siempre.
Quebrar el yugo opresor
La principal división que Jesús ataca es la del opresor-oprimido. Los hombres suelen colocar yugos pesados sobre sus semejantes, se valen de varas para golpear injusta e inescrupulosamente a sus hermanos, utilizan cadenas para limitar el movimiento de sus pares, los someten dándoles una mala alimentación, atentando contra su salud, comprometiendo sus vidas. Estando así las cosas, las tinieblas se posan sobre las personas, impidiéndoles ver, mermando su esperanza.
Estas sombras de muerte se disipan con la luz de Cristo. La relación que atenta contra la libertad no es lo que nos determina inicialmente. Al afán de subyugar al otro, el Señor rompe esa “vara” anteponiendo el Amor que libera y hace crecer a todos por igual. Esta actitud de Jesucristo acrecienta la alegría y aumenta el gozo para los pueblos que en principio caminaban en la oscuridad.
Un mismo pensar, un mismo sentir
La siguiente división a atender es la del nosotros-ellos. Las diferencias y discrepancias son “connaturales”. La uniformidad es típica de proyectos totalitarios. En cambio, Pablo llama la atención a algo más dañino, por sutil. Es la discordia fruto del no reconocimiento del otro, que trae consigo las separaciones. Que el otro no coincida conmigo, no lo convierte automáticamente en mi enemigo. Yo no tengo que pensar como piensa el otro. Cuando la diversidad no se respeta, surgen las malas versiones de los partidos y con ellos los planes de aniquilamiento, porque los que no son nosotros están equivocados.
Reitero lo dicho anteriormente. Ni de Pablo, ni de Cefas, sino de Cristo. Porque Jesús de Nazaret respeta y reconoce a todos los hombres, es capaz de invitarlos “a decir todos lo mismo, un mismo pensar y un mismo sentir”. La unidad del género humano se origina en el reconocimiento recíproco. Esta actitud no es exclusiva del Señor; Él la comparte al invitar a otros a hacerse pescadores de hombres. Es decir, a sumar más gente a este modo de entender la vida y las relaciones humanas, de modo que podamos justamente llamarnos hijos de Dios y hermanos entre nosotros.
Ten la información al instante en tu celular. Únete al grupo de Diario Primicia en WhatsApp a través del siguiente link: https://chat.whatsapp.com/LjP1mxWVjO3FS65tpSayDj
También estamos en Telegram como @DiarioPrimicia, únete aquí https://t.me/diarioprimicia