La aburrida danza de marionetas moribundas
Las marionetas, plagio tosco de lo que antes alegró la vida, danzan marchitas, repiten los actos que ayer movieron multitudes, y ahora sólo engañan. Intentan imitar al pasado, son las mismas palabras, los mismos gestos, las mismas rabietas, pero nada funciona. Algo anda mal y no encuentran la falla, mientras el país se disuelve.
La política nacional es sólo una parodia, un disimulo, la verdadera política está en Moscú, en Washington. Gringos y moscovitas, ya decidieron la salida de Maduro, el rumbo de Venezuela. A los politipillos de aquí sólo les queda justificar y obedecer. Los rusos pidieron un último intento de acuerdo, de allí la rara reunión en Noruega: los guaidós asisten obligados por los dueños del circo, por eso les cuesta justificar; los maduristas, siempre vivos pendejos, no entienden la gravedad de la situación, se conforman con mentirillas de comadre, tumban la mesa. Ahora los rusos están satisfechos. No hubo acuerdo, vendrá el descabelle.
Así transcurre el circo de la política en Venezuela. El gobierno representa un papel, imita a un gobernante, medio reacciona a los problemas del día. Incapaz de planificar, de prever, se refugia en la culpa ajena. Está agotado. La oposición sin poder de iniciativa, sin voluntad propia, en manos del dueño exterior, luce pálida, esmirriada, a duras penas convence a pocos.
Lo que hoy vivimos en Venezuela no es poca cosa, se trata del fin de un ciclo histórico mundial, la conclusión de los intereses nacionales y la consolidación del ciclo de las transnacionales, la fusión de los imperios. Rusia, China y USA se unen en una nueva instancia política capaz de resolver conversando sus discrepancias. Se acaban los enfrentamientos antagónicos, ahora predominan los intereses económicos que son globales, unos producen otros compran, todo es un gran mercado, todo es una gran factoría. Separados no pueden subsistir.
Se necesitaría una revolución que construya una sociedad con suficiente fuerza moral como para oponerse a esta nueva globalidad; un líder capaz de conducir, unas ideas claras del papel histórico de esa sociedad; capaz de resistir el embate de ese nuevo monstruo económico, que refleje su voluntad en el resto del planeta, que establezca conexión con los parias de la tierra, los levante, les dé esperanza, señale el camino hacia un nuevo mundo posible.
Esta necesidad no es asunto político, se trata de salvar al planeta. El monstruo económico, esta fusión de imperios capitalistas, no prevista por los clásicos, que se gesta en nuestras narices, el mayor que la humanidad ha conocido, el más fuerte, es también capaz de acabar con la vida planetaria. En su afán de lucro lo destruye todo, desde la calidad de vida de los hombres, hasta el clima. Las alarmas están encendidas, las señales son claras, el mundo no resiste unos cuantos años más de este sistema económico, las denuncias de los científicos caen en terrenos infértiles.
Es urgente regresar al humanismo, a un sistema en el donde el hombre viva como hermano del hombre y no como lobo del hombre, en el que la armonía con la naturaleza sea mandato sagrado. Y sólo así, tal vez, podamos revertir el daño que ya hemos hecho al humano y a la naturaleza. La soberanía de la que tanto se habla en estos días tendría sentido, sólo si permite construir la sociedad que sirva de ejemplo a la humanidad. Esa es la tarea más importante, todo lo demás, sin esta sociedad amorosa, será inútil.
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