Hablemos hoy de: Los Hijos
En oportunidades los vemos como lo más grande que nos pueda suceder. Otras, como un compromiso, una misión, un reto, una tarea, entre otras cosas. Lo cierto de todo esto es que como los veamos, son parte de nuestra vida y es nuestro labor educarlos con valores y principios, orientarlos, dejarlos ser, pero con la suficiente supervisión, no para que no cometan errores, sino, para que luego de cometerlos puedan por sus propios medios encontrar las posibles soluciones a las diferentes situaciones que tendrán que enfrentar en su camino por la vida.
Ser padres no es tarea fácil, pero precisamente al vivir esta hermosa experiencia nos damos cuenta que ellos son parte del aprendizaje que debemos tener en nuestro recorrido por la maravillosa aventura de estar vivos.
Es completamente cierto que los hijos nacen en el seno de una familia, por lo que es lógico que esta asuma la responsabilidad de acompañarlos en los primeros momentos de sus vidas. Pero debemos estar claros que ellos nacen con alma y corazón propios, y eso no es propiedad de nadie, ya que desde el punto de vista filosófico lo más profundo de cada ser, no proviene de los padres, sino que viene de Dios. Los padres damos a nuestros hijos el permiso para la vida y asumimos la incesante tarea de acompañarlos y ayudarlos, pero sin pensar en dominarlos como si fueran un objeto.
Por todo esto podemos decir que todos nacemos para recorrer los mares de la vida, por lo que debemos correr nuestros propios riesgos y vivir nuestros propios retos.
Esto nos mueve a pensar que debemos tener cuidado con la actitud que asumimos ante los hijos de hoy. Desde sus primeros pasos, sus primeras palabras, caídas, llanto, risas, muestras de afecto, rechazo, amor, rebeldía, tenemos que ser muy cuidadosos con la posición que asumimos la cual debe estar marcada por la poca o mucha inteligencia acumulada a lo largo del tiempo recorrido por este plano. Es por esto que debemos dar siempre un paso adelante, sin demostrar que la posición nos favorece, ya que el nivel de inteligencia con el que vienen cargados nos puede dejar en evidencia con facilidad. Lo que si es cierto y la realidad nos conduce a esto, es que como padres estamos llamados a desarrollar nuestra función de manera articulada y correcta, para facilitarles una adecuada formación fundamentada en valores y principios, sin imponer modelos mentales que puedan retrasar o confundir sus decisiones, con contenidos profundos, concisos, claros y que les facilite su desarrollo en el mejor plano y con la visión que son ellos mismos los artífices de su propia evolución.
En algo que debemos hacer énfasis es en la educación moral, que es uno de los grandes retos de la dinámica de la vida familiar, más aún, en esta sociedad dinámica que nos consume sin darnos cuenta. La educación está llamada a ser la solución a los múltiples problemas que vive el mundo, pero no debemos dejar en manos de los maestros o la escuela, el proceso de formación total de nuestros hijos, ya que el sistema tiene deficiencias y errores que nos llevan a involucrarnos en el proceso de formación de manera activa y permanente, pues parte de nuestra responsabilidad es precisamente, revisar la calidad del proceso formativo por el cual están siendo conducidos, para contribuir, de manera efectiva al mejoramiento continuo del sistema y por ende, obtener una mejor calidad en la educación que está recibiendo la generación del futuro.
Es muy valioso cuando un educador se preocupa no solo por los errores que el niño pueda cometer en una operación matemática o por la falta de ortografía, es muy importante que se ocupe también, por la falta de respeto que este pueda tener con un compañero o con el docente mismo ya que esto forma parte importante del desarrollo integral de nuestros hijos. El mismo caso con los padres que se preocupan más porque sus hijos no sacaron 20 en la asignatura de matemática, pero no les importa lo que ellos vean, sigan o practiquen en internet.
No debemos tener temor de reprender o llamar la atención a nuestros hijos en el momento adecuado, es mejor un rato de discusión o aclaratoria, que horas de lamento y frustración por no haber hecho el llamado de atención a tiempo.
Sinceramente es mucho mejor tener un hijo agradecido y bueno que tener un hijo médico, ingeniero, abogado u otro, que ni siquiera sea capaz de ocuparse de sus padres en momentos críticos o simplemente en momentos de alegría y satisfacción.
Debemos tener claro que no son nuestra propiedad, pero si son nuestros y por ley de vida están encallados en nuestro corazón, así que debemos hacer todo a nuestro alcance para llevarlos por el buen camino de la vida y que lleguen a formar parte de una generación que haga evolucionar una nueva sociedad, enmarcada en el respeto del hombre por el hombre y del respeto por la vida.
Nos hacen llamar padres y nos enseñan un mundo de cosas maravillosas en la vida, por eso y para ellos lo siguiente: no importa el tiempo que pase, siempre formarán parte importante de mí ser y nada cambiará mi amor por ustedes.
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