Hablemos hoy de la prudencia
Es una cualidad, virtud, o incluso, podríamos decir que es una bendición que poseen algunas personas, que los lleva a estar despiertos constantemente pues piensan y reflexionan con precaución antes de emitir juicios, opiniones o criterios acerca de alguien o algo, lo que les permite evitar situaciones complejas e incomodas, incluso, generar daños o consecuencias negativas a cualquier ser humano por actuar de manera irresponsable al emitir juicios completamente a priori.
De acuerdo al OPUS DEI, La prudencia es la virtud que dispone el espíritu a discernir en toda circunstancia nuestro verdadero bien y a elegir los medios para realizarlo. Son, por tanto, actos de la prudencia el juicio sobre cuál es la acción más adecuada para alcanzar el bien, y el mandato para llevarla a cabo. La prudencia se basa en la memoria del pasado, el conocimiento del presente y, hasta donde al hombre le es posible, en la previsión de las consecuencias de las decisiones. Indica la medida justa de las demás virtudes, entre el exceso y el defecto, entre la exageración y la carencia o la mediocridad.
Imagínense ustedes cuántas veces nos hemos dado golpes de pecho diciendo ¿por qué no pensé antes de decir eso?, ¿por qué no analicé mejor la situación antes de tomar esa decisión? Simplemente actuamos por impulso y somos reactivos en la mayoría de los casos. Esto trae consecuencias negativas para nosotros y para otras personas. A pesar que en oportunidades estas situaciones no son tan incómodas, lo mejor es evitarlas siendo totalmente responsables en el momento de hablar y de actuar, principalmente cuando están involucradas terceras personas.
La prudencia tiene una estrecha relación con la inteligencia. Más aún, de acuerdo a la tradición filosófica, en la razón práctica radica en ella. Es decir, se vuelca hacia la praxis, hacia la acción, y presupone el deseo y el amor del bien. Es esto lo que distingue la prudencia de la astucia.
Casi siempre que actuamos sin pensar cometemos errores, y esto significa que ignoramos las consecuencias que esto nos puede acarrear tanto a nosotros como a otras personas. De esta forma estamos hablando muy mal de lo que como persona somos, pues nos olvidamos de nuestro entorno o buscamos satisfacer simplemente nuestros deseos y defender nuestros argumentos. El egoísmo se apodera de nosotros pues con una actitud desesperada, buscamos defender nuestras decisiones en el tiempo que consideramos justo para nosotros. Esta actitud está distante del deber ser y del respeto hacia las demás personas.
Necesitamos hacer una pausa antes de tomar cualquier decisión, así podremos controlar nuestro espíritu y demostrar que estamos gobernados por la razón.
En muchas oportunidades nos permitimos emitir juicios, comentarios, opiniones, incluso, llegamos a señalar a alguien de haber cometido fraude o culparlo de algo que en la mayoría de los casos, ni siquiera sabemos si es verdad o simplemente nos basamos en comentarios o en un supuesto. Esto es peligroso pues podemos generar situaciones complejas tanto para nosotros como para los involucrados en nuestro accionar negativo. De una u otra manera estamos generando una reacción que en la mayoría de los casos nos afecta más a nosotros mismos que a la o las personas que involucramos en dichos comentarios. Nada mejor que hacer uso de nuestros valores, principalmente el respeto que nos permite estar en consonancia con la realidad y ser justos a la hora de hablar o emitir cualquier opinión referida a alguien o algo. No olvidemos que en muchas oportunidades mejor es callar.
Para ser prudentes debemos obrar y hablar de manera reflexiva y cauta, esto hará que cuando opinen sobre nosotros, dirán que somos personas que actuamos con prudencia al hablar y actuar, y por lo tanto somos personas prudentes.
Nunca olvides que hablar es fácil, pero callar requiere prudencia y dominio. Recuerda… que tus palabras sean más importantes que el silencio que rompes.
Cuando nos hemos dejado llevar por nuestras emociones, actuando de manera errada, y posteriormente hemos llegado al arrepentimiento, debemos tomar decisiones. Si lo que hicimos solo nos afectó a nosotros mismos, debemos pedir perdón a Dios y aceptar con gallardía las consecuencias de la o las acciones que cometimos, teniendo bien claro que lo que suceda será un aprendizaje para nuestro bien. Si por el contrario, lo que hicimos afectó a otras personas, aparte de pedir perdón a Dios, debemos buscar las maneras para conciliar su perdón y reconciliarnos con las personas que afectamos, así como, buscar los mecanismos necesarios para reparar el error cometido.
Si de humanos es errar, también de humanos es recapacitar. No olvidemos que en todo caso, lo más importante es pedir perdón.
Para ser prudentes debemos siempre analizar la situación y las alternativas disponibles frente a tal situación y echar una mirada consciente sobre todas las opciones, de esta manera podemos ver los posibles efectos que se pueden generar, antes de tomar la decisión final. Ser prudente no es fácil, pues la emocionalidad juega un papel muy importante, sin embargo la personalidad de un ser humano cuando está bien definida y está conectado con su ser, le permite tomarse el tiempo justo para pensar antes de hablar y actuar.
No olvidemos nunca que como seres emocionales podemos cometer errores, pero debemos hacer un esfuerzo para pensar antes de hablar y actuar. Esto formará parte de nuestra personalidad y el resultado será satisfactorio.
Seamos prudentes y conectemos con la armonía del universo.
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